Un libro, una película, un disco. Así se simple y de interesante es “El planazo del Sr. Sanabria”. Tres recomendaciones culturales imperdibles para navegar entre el underground. Primero empezó con una sección en el programa y ahora tiene sus propios programas completos.
Brumas gallegas y abrasión vasca
Para el PLANAZO FÍLMICO nos vamos a tierras gallegas de la mano de El bosque animado dirigida en 1987 por uno de nuestros idolazos, el insigne José Luis Cuerda.
Me imagino que todos los que gastamos ya unos años nos acordamos de las andanzas del ladrón Fendetestas. El Bosque Animado está basado en una célebre novela de Wenceslao Fernández Flores (cuya obra también dio para otras películas estupendas, como El Malvado Carabel) y fue rodada por Cuerda como decía en el 87, un año antes de Amanece que no es Poco, estaba on fire. El propio Cuerda contaba que cuando le ofrecieron dirigir la adaptación de la novela de Wenceslao FF se acongojó, porque ya sabréis lo que hicisteis BUP que El bosque animado debe su título a que en la novela todo el bosque tiene vida, las historias están protagonizadas por personajes humanos y no humanos: hay historias de plantas, de animales y de personas, hasta los fenómenos atmosféricos. Pero respiró tranquilo al leer la adaptación que había hecho Rafael Azcona que eliminó casi todas esas fantasías. Y es que vaya equipazo hacían Cuerda y Azcona. La historia está ambientada en la Fraga de Cecebre en A Coruña, en un bosque que es el verdadero protagonista de la película, un microcosmos en el que se puede concentrar la vida por completo. No deja de ser un cuento, pero narra auténticas tragedias: el hambre, la soledad, el desamor, el miedo y hasta la muerte. Cuerda rodó un retrato costumbrista y crítico de una micro sociedad y una época enfocada desde una óptica humorística, como no sabe hacer de otra forma. Lo trágico y lo cómico se unen en una entrañable película coral que tuvo un gran éxito popular (lo petó en los Goya), y uno recuerda con ternura.
Y no nos movemos de tierras gallegas para nuestro PLANAZO LITERARIO. Supongo que como a muchos amantes de la novela negra, la irrupción del tsunami escandinavo noir me llenó de regocijo, pero como toda moda, tuvo su reverso oscuro.
A día de hoy me da una pereza terrible todo lo que esté escrito por autores con más de dos diéresis en el apellido. En esas estaba cuando cayó en mis manos La Playa de los Ahogados de Domingo Villar, una novela negra ambientada en Panxón, Pontevedra y protagonizada por un comisario llamado Leo Caldas. La editaba Siruela, lo cual era buena cosa, y lo devoré en tres sentadas. Apasionante, con lo mejores elementos del género combinados con un localismo absorbente; un retrato certero de un ambiente pequeño, aldeano y brumoso. Como suele pasar en estos casos la trama es casi una excusa; un marinero aparece ahogado (en la playa de los ídem) con las manos atadas a la espalda, y la investigación se retrotrae al pasado, se desvelan secretos y todo se sacude. Lo que realmente engancha son las descripciones del litoral y el mar, las aventuras gastronómicas y el peculiar carácter gallego; hay un personaje, un comisario aragonés, Estévez, que no acierta a entender esa peculiaridad, y las conversaciones e interrogatorios resultan delirantes. Este es otro acierto, que encontremos sentido del humor local en una trama escabrosa y un tono lacónico y en ocasiones poético. Requeterecomendable.
Caminó alrededor de la casa y se dirigió al mirador. Apoyó los codos en la barandilla de piedra, contemplando las siete hectáreas de viñedo en pendiente que descendían como gradas hasta el río. El tractor estaba detenido en el camino unos cientos de metros más abajo, junto a uno de los bancales de la derecha. Distinguió a varias personas entre las cepas y recordó que su padre le había dicho durante la cena que habían comenzado a podar. Encendió un cigarrillo y se quedó apoyado en la barandilla disfrutando del sosiego del campo. Iba a llamar a la comisaría para decir que no le esperasen hasta la tarde, pero no hizo falta. El timbre agudo del teléfono sonó en el bolsillo de su pantalón. Caldas leyó en la pantalla el nombre de su ayudante y descolgó.
¿Ya está viniendo hacia aquí, jefe? –preguntó Rafael Estévez a modo de saludo, sin darle siquiera tiempo a contestar.
¿Pasa algo?
Hace media hora que nos han llamado desde el puerto de Panxón. Han encontrado el cadáver de un hombre flotando en el agua.
¿Un marinero?
¿Cómo quiere que lo sepa, inspector? El aragonés estaba en plena forma desde primera hora.
¿Teníamos noticia de algún desaparecido? –preguntó Caldas, sabiendo que en ocasiones transcurrían varias jornadas hasta que el mar devolvía los cuerpos de los ahogados.
La actualidad nos ha tenido pendiente de Galicia pero también de Euskadi, que es donde nos vamos para el PLANAZO MUSICAL. Todos sabemos que el rock en Euskadi siempre ha gozado de buena salud, sin ir más lejos grupos como Capsula, Porco Bravo o los navarros Beri Txarrak lo están petando dentro y fuera; además de todo el rock radical vasco de los 80, o Negu Gorriak ya en los 90 y todo lo que vino después.
Pero si hay algo que nos gusta especialmente en el Planazo son los malditos, los perdedores. Y de eso iba bien servida mi banda favorita salida de Euskadi, Cancer Moon. Una de las bandas definitivas de nuestros noventa que como tantas veces pasa fueron pioneros y no se comieron un colín. Antes de toda la barahúnda del indie rock patrio estuvieron estos angelitos aserrando con mal gesto tres discazos de no wave nihilista y oscura. Porque eran oscuros, crípticos y además inteligentes. La historia les trató mal, y la temprana muerte de Josetxo Anitua en 2008 impidió el ya habitual revival. Pero qué buenos eran,maldita sea, y qué tres discos nos legaron. El primero Hunted By the Snake del año 90, el segundo editado por Munster en 1992, Flock Colibri Oil, y especialmente el tercero y a la postre último, Moor Room, que seleccionamos como el planazo de hoy. Editado por Radiation en 1994, un año antes de que el grupo se separe, combina las ganas de experimentación con estructuras más clásicas, y uno todavía se sorprende de escuchar una música tan arriesgada y fuera de toda moda a lo que se hacía en España. ¿Las influencias de fuera? Sonic Youth, Spacemen 3, o el rock pantanoso australiano. Sirva esto como homenaje a una de las bandas más especiales y malditas que tuvimos por aquí.
Recuerda que este programa es solo posible gracias a ti. Difúndelo, y si puedes, hazte Productor o Productora de #CarneCruda.
Para el PLANAZO FÍLMICO nos vamos a tierras gallegas de la mano de El bosque animado dirigida en 1987 por uno de nuestros idolazos, el insigne José Luis Cuerda.
Me imagino que todos los que gastamos ya unos años nos acordamos de las andanzas del ladrón Fendetestas. El Bosque Animado está basado en una célebre novela de Wenceslao Fernández Flores (cuya obra también dio para otras películas estupendas, como El Malvado Carabel) y fue rodada por Cuerda como decía en el 87, un año antes de Amanece que no es Poco, estaba on fire. El propio Cuerda contaba que cuando le ofrecieron dirigir la adaptación de la novela de Wenceslao FF se acongojó, porque ya sabréis lo que hicisteis BUP que El bosque animado debe su título a que en la novela todo el bosque tiene vida, las historias están protagonizadas por personajes humanos y no humanos: hay historias de plantas, de animales y de personas, hasta los fenómenos atmosféricos. Pero respiró tranquilo al leer la adaptación que había hecho Rafael Azcona que eliminó casi todas esas fantasías. Y es que vaya equipazo hacían Cuerda y Azcona. La historia está ambientada en la Fraga de Cecebre en A Coruña, en un bosque que es el verdadero protagonista de la película, un microcosmos en el que se puede concentrar la vida por completo. No deja de ser un cuento, pero narra auténticas tragedias: el hambre, la soledad, el desamor, el miedo y hasta la muerte. Cuerda rodó un retrato costumbrista y crítico de una micro sociedad y una época enfocada desde una óptica humorística, como no sabe hacer de otra forma. Lo trágico y lo cómico se unen en una entrañable película coral que tuvo un gran éxito popular (lo petó en los Goya), y uno recuerda con ternura.