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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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La izquierda contra la izquierda

Javier Gallego

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El peor enemigo de la izquierda española en este momento es la propia izquierda. Ya no necesita que vengan las cloacas y los medios, la derecha y la ultraderecha a destruirla, ella se basta y se sobra para devorarse sola. La lucha a muerte entre Sumar y Podemos la ha dejado en coma. En las europeas, la izquierda a la izquierda del PSOE perdió 880.000 votos respecto a la anterior convocatoria, casi un millón de votantes que se quedaron en casa o se fueron con los socialistas. Si hubiera generales mañana, las dos formaciones obtendrían un máximo de diez diputados, se acabaría el gobierno de coalición y gobernaría la derecha con la extrema derecha. España dejaría de ser el dique de contención de los fascistas en Europa y nos sumaríamos a la deriva europea ultraconservadora.  

La responsabilidad es histórica y mayúscula. Cualquier progresista entiende que la coyuntura obliga a dejar de lado las batallas partidistas para enfrentar la guerra. Los franceses lo han entendido, quizá demasiado tarde, y se han unido socialistas, comunistas y la Francia Insumisa. Aquí plantear la unidad es una quimera. Hay demasiadas rencillas y rencores que más que ideológicos, son personales. Y ese es precisamente el problema: se ha construido la izquierda en torno a los liderazgos y no a las bases, en torno a los partidos y no a los movimientos, en torno a las redes y no a la calle, en torno al centro y no a los territorios. La izquierda se desintegra porque ha desintegrado los cimientos que la sostenían. 

No es solo por la dinamita de las cloacas y las cavernas, Podemos primero y Sumar después han cometido el mismo error por la misma causa: la urgencia electoral les ha llevado a concentrar todo el poder en quien conduce y a desactivar el motor que los empuja. En Vistalegre II, Pablo Iglesias mandó a los círculos a casa. Desde Magariños, Yolanda Díaz convirtió su proceso de escucha en sordera. Podemos fue perdiendo su contacto con las periferias por querer dirigirlo todo desde la cúpula, incluso las consultas a la militancia. Sumar ni siquiera se ha tomado la molestia de consultar y ha terminado orillando a Izquierda Unida, el partido que más implantación territorial tiene. Pero el Frente Popular sólo se construye con el pueblo, como su propio nombre indica.