Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Arde Doñana pero el fuego no es el único incendio que amenaza con destruir este parque nacional declarado Patrimonio de la Humanidad. El exceso de cultivo intensivo y de pozos ilegales que están desecando las marismas, un plan para profundizar el cauce del Guadalquivir que podría salinizar los humedales, otro plan para reactivar la mina de Aznalcóllar que contaminó las aguas de la zona hace unos años y la cesión de tierras contiguas al parque como almacén de Gas Natural, son los focos principales de una pira que puede convertirse en funeraria si nadie hace nada por evitarlo. Y en todos los casos es la mano del hombre la que echa la cerilla a la pólvora.
No se conocen aún las causas del incendio pero hay que desmentir dos bulos que se han propagado como las llamas. Ni es la Ley de Montes del PP que permite recalificar terrenos ni ha sido Gas Natural. El parque no se rige por esa legislación sino por la Ley de Patrimonio Natural que impide cualquier recalificación y no tiene sentido que la empresa incinere el territorio para obtener la licencia para el almacenamiento de gas porque ya tiene esa autorización desde el año pasado.
Además, la Junta ha desmentido que se vayan a urbanizar los alrededores del parque afectados por el incendio y la Ley de Montes no permitiría hacerlo hasta 30 años después, lo que reduce el riesgo de especulación. Pero tanto la Junta como la controvertida ley pueden haber avivado el fuego de otra manera. Desde hace años se vienen denunciando recortes en el plan andaluz de Prevención y Extinción de Incendios y en la plantilla de agentes forestales, a los que, además, la legislación aprobada por los populares ha desposeído de sus funciones policiales en la persecución de los delitos contra el medio ambiente.
Un dato: en los 80 había cerca de 10.000 forestales, hoy que son mucho más necesarios, apenas llegan a 6.000. El peor cuidado y vigilancia del monte es una temeridad ahora que el cambio climático ha multiplicado el riesgo de incendios y de su propagación. Recordémoslo cuando veamos a la presidenta andaluza y al ministro del Interior expresar su desolación por el desastre de Doñana. No falla. En las tragedias, además de la mano del hombre que las suele provocar, hay una serie de errores fatídicos –negligencia, ajustes, falta de previsión, irresponsabilidad- que echan leña al fuego y avivan las llamas.
Es lo que se está haciendo en Doñana, atacarla por tantos frentes que el parque está al borde del colapso. La Unesco ha dado un ultimátum a España para que ponga fin a los peligros que acechan a un entorno de valor comparable, según los científicos, a la selva amazónica. Pero lo que vemos es lo contrario: manga ancha con los cultivos y pozos que vacían los acuíferos y aumentan el riesgo de incendios, crecimiento del turismo, la construcción y la ganadería que dañan los recursos naturales y peligrosos proyectos para reabrir la mina, llenar de gas el suelo o dragar el río para que naveguen barcos de mercancías más grandes…
Todo por el beneficio inmediato sin pensar en el perjuicio futuro. La empresa gana dinero, el político da trabajo y el vecino le da su voto porque le solucionan la vida unos y otros. Pero es pan para hoy y hambre para mañana. El hombre devora la tierra sin pensar en que la tierra se agota. Cuando terminemos con ella, nos la tendremos que comer a puñados. Sólo entonces nos daremos cuenta de que el dinero no es comestible. El capitalismo nos ha convertido en hombres de destrucción masiva. Una plaga para este planeta que acabará devorándose a sí misma si no lo remediamos.
HOY EN WWW.CARNECRUDA.ES, LUIS ALEGRE, DE PODEMOS AL ORGULLO
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