Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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El coronavirus es una creación de China para destruir la economía occidental y hacerse con el liderazgo mundial. Bill Gates, con la ayuda de gobiernos como el de Pedro Sánchez, prepara una vacuna en la que nos inocularán nanobots que extraerán información sobre nosotros utilizando la nueva tecnología 5G. Están experimentando con células de bebés abortados para fabricar la vacuna de la COVID-19. La pandemia es un bulo para controlarnos y recluirnos imponiendo un estado policial. Gran Hermano nos observa, el corona es su ojo, el 5G su nervio óptico.
En la era de la sobreinformación que desinforma y la información que intoxica, estas teorías de la conspiración sobre el coronavirus no han dejado de correr desde que empezó la epidemia. El desconocimiento sobre el virus y la desconfianza hacia el sistema son terrenos abonados para sembrar la sospecha y dejar que las confabulaciones crezcan. En un mundo en el que las farmacéuticas negocian con la vida de las personas con la complicidad de gobiernos, instituciones, incluso científicos que actúan de mala fe, es comprensible que los ciudadanos recelen. Pero la duda, motor de todo conocimiento, no debe llevarnos hacia la irracionalidad sino hacia el pensamiento lógico, la evidencia científica y el rigor intelectual.
De todo eso carecen estas teorías conspiranoicas generadas, sobre todo, por la extrema derecha y charlatanes malintencionados, amplificadas por editorialistas reaccionarios y figuras mediáticas sin ningún conocimiento científico acreditado y difundida por millones de fieles que no creen en nada pero creen ciegamente en delirantes contubernios para dominar el mundo basados en un pandemonio de falsedades y medias verdades. Entre ellos, también hay grupos de una izquierda antivacunas que lleva la crítica al orden establecido hasta el absurdo sin fundamento.
En España, estos planes han encontrado eco entre personajes tan siniestros como el arzobispo Cañizares o el pseudo ácrata del PP, Sánchez Dragó, y la inesperada colaboración de los cantantes Enrique Bunbury y sobre todo, Miguel Bosé, que las pasadas semanas estalló con una cascada de tuits confusos en los que negaba primero la pandemia que ha matado a casi medio millón de personas y luego explicaba una disparatada teoría en la que se mezclaban Bill Gates, Pedro Sánchez y vacunas con polvos inteligentes y microchips para colonizar nuestras mentes y el planeta.
No es casual que el origen de estas conspiraciones sea el pensamiento neoconservador que cuestiona la virulencia de la pandemia y ataca al trabajo de los científicos. El retroceso nunca se ha llevado bien con el progreso humano ni con el pensamiento racional que echa por tierra sus supercherías. Pero, además, estas teorías sirven a la extrema derecha para revestirse del disfraz antisistema con el que ganan adeptos y es la reacción de los reaccionarios frente a los avances morales e intelectuales que estamos viviendo. Hay una gran conspiración progre para dominarnos y están ahí metidos Bill Gates, Soros, Sánchez, Iglesias, el feminismo, las abortistas y todo el contubernio judeomasónico.
Hay que cuestionar. Al poder siempre. También a la ciencia. Los científicos es lo primero que hacen. Ponerse en cuestión. Pero las respuestas no pueden ser brujería o magia sino realidad observable, información veraz y raciocinio. Estas conspiraciones necesitan fieles que crean ver lo que los demás no vemos. No es pensamiento crítico. El pensamiento crítico es lo contrario de la fe.
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El coronavirus es una creación de China para destruir la economía occidental y hacerse con el liderazgo mundial. Bill Gates, con la ayuda de gobiernos como el de Pedro Sánchez, prepara una vacuna en la que nos inocularán nanobots que extraerán información sobre nosotros utilizando la nueva tecnología 5G. Están experimentando con células de bebés abortados para fabricar la vacuna de la COVID-19. La pandemia es un bulo para controlarnos y recluirnos imponiendo un estado policial. Gran Hermano nos observa, el corona es su ojo, el 5G su nervio óptico.