Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Siempre hay que mirar a quién conviene la mentira. El PP miente para eludir su responsabilidad en las muertes por la catástrofe de Valencia y ha puesto en marcha su habitual estrategia de huida hacia adelante en cinco pasos: negación, ocultación, mentira, defensa y ataque. Primero, niegan los errores. Después, los ocultan. Cuando les descubren, mienten. Cuando les pillan, cierran filas y pasan al ataque. Culpan a otros. Aquí al gobierno central. El PP ha pasado de pedirle a Sánchez que tome el mando, para echarle la responsabilidad y apartarse de Mazón en su caída, a defender al presidente autonómico y cargar contra Sánchez, Ribera y los servicios estatales. Mazón ha pasado de agradecer a Sánchez su rápida respuesta a criticar a la ministra y la falta de camiones. Funciona. Hay gente que cree que el 11M fue ETA, que las residencias de Madrid dependían de Pablo Iglesias y que Sánchez es un perro que ha abandonado a los valencianos.
Pero la verdad es que Mazón es el responsable, que decidió mantener el mando para enmendar sus errores, y que si Sánchez hubiera tomado el control, le hubieran puesto a caldo igual. La verdad es que Mazón estuvo cinco horas desaparecido en lo peor del temporal, supuestamente con una periodista a la que ofreció la dirección de la televisión valenciana, un puesto que no se puede nombrar a dedo. La verdad es que la consellera de Interior que le cubrió en su ausencia ocultó los cuatro avisos de la Delegación de Gobierno en los que le ofrecieron la ayuda de la UME y que mintió sobre el servicio de alerta telefónica. Dijo que el gobierno no le avisó de que estaba activo hasta las 8, pero una hora antes lo había hecho un técnico de su departamento. Caña y barro. Caña al contrario y barro para tapar lo propio.
La verdad también es que si yo hubiera sido Sánchez, habría decretado el estado de emergencia, a pesar de la que le hubiera caído, para superar la incompetencia de Mazón, movilizar una respuesta masiva inmediata y evitar que el lugar de la política lo ocupara la antipolítica, como ha ocurrido. Mientras el PP estaba más preocupado por echar barro que por recogerlo, la caverna ha ido a sacar tajada del sufrimiento. Allí se han presentado los Iker Jiménez, Alvise, Quiles, Dani Desokupa, Vox, Revuelta, Solidaridad, Herqles y demás carcundia como los salvadores de la patria que han dejado caer los políticos. Para contar la supuesta verdad que no te cuentan los periódicos.
Cuando eso ocurre es porque hay periódicos y partidos que han convertido la esfera pública en un circo. Cuando la realidad es un circo, reinan los payasos. Cuando los políticos y los periodistas no hacen bien su trabajo, el trabajo lo hacen los aprovechados. Aprovechan la mala fama de la prensa y la política. Todos son iguales. Todos mienten. También los científicos. Nada funciona. Tampoco las instituciones. No paguéis impuestos. Dádnoslo a nosotros. Nosotros nos ocupamos. Nosotros repartimos la ayuda. España es un Estado fallido. Ya venimos nosotros a arreglarlo. El lema de la izquierda “solo el pueblo salva al pueblo” en manos de los ultras significa “esto Abascal o Alvise lo solucionan en un minuto”. Como dicen los trumpistas: Trump will fix it, Trump lo arreglará.
Hoy Valencia es Estados Unidos. Es el lodo en el que germina el fascismo. El miedo y la incertidumbre a los que no da respuesta la política, los responde la antipolítica con sus respuestas simples. Busca un culpable y una solución sencilla. La solución son ellos: ultras, comunicadores, influencers. Los culpables: los inmigrantes, la Agenda 2030, los políticos. Siempre es más fácil culpar a un político corrupto que a un mundo complejo que provoca el cambio climático. Reverte y De Prada, profetas del nuevo populismo, se unen al linchamiento. Uno dice que los políticos son TODOS unos canallas. El otro, que los llevemos a la horca. Pablo Motos difunde la demagogia y los bulos en prime time entre risotadas de sus muñecos. Es todo esperpéntico. Como la imagen del charlatán Rubén Gisbert manchándose de barro para parecer más real. Es una farsa, una fantochada, un simulacro. La mentira son ellos. La mentira les conviene porque ganan adeptos, seguidores, votos, dinero.
Los que, de verdad, ayudan son invisibles, no se hacen la foto. Los que, de verdad, funcionan son los que saben de emergencias, meteorología, urbanismo. Lo que, de verdad, previene los desastres es la buena ciencia, la buena información y la buena política. Lo que, de verdad, necesitamos es un estado que no nos falle. Lo que, de verdad, queremos son políticos que no nos mientan ni nos abandonen. Lo que, de verdad, nos salva son la cooperación y el apoyo mutuo. A ellos les conviene que seamos peores. Pero podemos ser mejores y nos conviene serlo. La solidaridad con Valencia nos lo ha vuelto a demostrar.
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