Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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España se desliza por la misma pendiente que el resto hacia el abismo de la antipolítica. Pero como en la fábula de la rana y el agua hirviendo no somos del todo conscientes del peligro porque la temperatura sube poco a poco, te adormece grado a grado hasta que estás muerto. El fascismo no llegó de la noche a la mañana. Pasó de ser una anomalía a la normalidad aceptada por la mayoría al cabo de los años por el fracaso de la política tradicional. Acaba de ocurrir en Rumanía como en tantos otros países y acabará ocurriendo en el nuestro. El bipartidismo se ha vuelto a enfangar en la corrupción de antaño arrastrando a la Justicia en su guerra política y sumiendo a todo el Estado en el descrédito, mientras el populismo de ultraderecha se hace fuerte en las redes y los medios. Parece que hemos vuelto a 2011. Pero la respuesta no es más sino menos democracia. La respuesta es un hormiguero de fachas y un horizonte de bulos.
El PP de Mazón otorga a dedo 62 millones de euros en contratos para la restauración de Valencia a empresas ligadas a las tramas corruptas de su partido y nadie pone ya el grito en el cielo. Más de lo mismo, disfruten lo votado. El barro también salpica al PSOE, envuelto en el caso Ábalos, en el que el presidente Sánchez debería explicar por qué le incluyó en la lista electoral después de apartarle del ministerio donde olía más a podrido que en Dinamarca. La ocasión la aprovecha el PP para su estrategia de acoso y derribo al Gobierno agarrándose a la declaración del conseguidor de la trama, Víctor de Aldama, que implicó sin pruebas a la cúpula socialista, incluido el presidente, para salir de prisión gracias a un acuerdo con la fiscalía. El fiscal que pidió su libertad fue asesor del PP de Aznar durante años. ¿Casualidad? No lo creo.
Normalidad democrática, sigan circulando. La derecha siempre intenta lograr por otros medios lo que no consigue en las urnas o parlamentos. No solo ha creado una policía política, también tiene un ejército de jueces conservadores, incluso franquistas, que les afinan los casos propios para salvarles el cuello y les afilan los ajenos para cortárselo a los rivales con la ayuda de la prensa afín que va a degüello. Es el caso del novio de Ayuso, convertido en el caso del Fiscal General gracias al Supremo, que no persigue la filtración acreditada de Miguel Ángel Rodríguez, sino la supuesta filtración del Fiscal General del Estado para desmentirlo. Ya avisó MAR de lo que iba a pasar con un día de adelanto. La imputación del fiscal va p’alante. Pero el lawfare son los padres.
La UCO presenta un informe en el que apuntan al Fiscal, pero sin aportar ninguna evidencia más que la cronología de los hechos. No es la primera vez que miembros de este cuerpo de la Guardia Civil elaboran informes ad hoc para fines políticos, con recortes de noticias falsas si es necesario. Las cloacas a pleno rendimiento. Si no tienen la pena de banquillo, tienen la de Telediario. Entre medias, se cruza la enésima guerra del PSOE madrileño de la que se deriva que Moncloa podría haber filtrado los correos a su líder, Juan Lobato, para que le hiciera la guerra Ayuso. Sánchez quiere quitar a Lobato y Lobato se defiende sacando este sapo. Los líos de los políticos que nadie entiende y no interesan a nadie.
Hemos vuelto a los líos del bipartidismo, a la corrupción y el desprestigio, a la degradación de las instituciones y la politización de la justicia, pecados también de los socialistas, que solo se acuerdan de limpiar las cloacas cuando no son las suyas o no les atacan a ellos. La gente tiene la sensación de que están a lo suyo y no en lo nuestro. Una sensación basada en hechos reales. Están a sus peleas de barro. Por salvar a Mazón, Feijóo intentó matar a Ribera en Europa. Por salvar a Ribera, Sánchez pactó con Meloni. La derecha abre grietas por las que se cuela la ultraderecha con la colaboración de los progres. Están también a sus asuntos personales. Mazón contrata a un asesor para limpiar su nombre, en lugar de limpiar las calles. Eso se lo encarga a un militar que dice que él no viene a hacer política, como si la política fuese denigrante. En 2011 pedíamos más democracia. Hoy piden que nos gobiernen los militares.
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