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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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La España que pudo ser y no dejaron que fuera

12 de abril de 2021 22:07 h

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Este 14 de abril de 2021 se cumplen 90 años de la proclamación de la Segunda República española, una de esas raras ocasiones en las que un pueblo ha traído la democracia pacíficamente en las calles. Sin ese clamor popular, primero en las urnas, después en las plazas, el rey no hubiera huido ni se hubiera instaurado la república con tanta celeridad y facilidad. Sin derramar una gota de sangre. Pero luego quemaron conventos, dicen siempre. Cuatro días de fuego por cuatro siglos de hogueras es la lógica y mínima respuesta a la represión secular de la Iglesia, que por cierto no tardaría en vengarse. Así nació la primera democracia en España y la más ambiciosa, asediada por sus enemigos que la destruyeron en cinco años con ayuda del fascismo.

Ya lo dijo Alfonso XIII en su exilio: “la república es una tormenta que pasará pronto”. Los monárquicos, la oligarquía, la Iglesia y el Ejército no dejaron de conspirar hasta cumplirlo y no han dejado de culpabilizar a la víctima de su caída. El judío es el culpable del Holocausto y la República de su aniquilación. Iba demasiado rápido, hizo demasiados enemigos. No hizo enemigos, los tenía, y no fue demasiado rápido, de hecho para las izquierdas iba demasiado lenta. Entonces y ahora, los progresistas se equivocan al frenar los avances por contentar a los reaccionarios a los que solo contenta tener el poder y mantener sus privilegios. 

Lo habrán oído ustedes en sus casas y en las aulas, aún hoy muchos lo siguen repitiendo: la República era ingobernable, había violencia en la calle, caos institucional, asesinatos... “Algo había que hacer” (eufemismo para justificar golpes de Estado). Pero muchos que justifican el golpe del 36 jamás justificarían el del 81, que se produjo en circunstancias parecidas, si no peores, con terrorismo, crisis institucional, inestabilidad política, dimisión del presidente... La culpabilización de la República es una construcción del franquismo que tuvo 40 años para blanquear su crimen y lo dejó todo atado para seguir extendiendo ese bulo hasta hoy.

La verdad es que la República tuvo defectos como cualquier sistema, quizá el mayor fue la inopia de sus dirigentes para anticipar los peligros. Aun así resistió más tiempo que muchos países europeos frente a las garras del fascismo. Su influencia en España era mucho mayor que la del comunismo ruso, a los hechos me remito. El fascismo no sólo impulsó a los golpistas sino que les dio la victoria, mientras que la Unión Soviética sólo intervino realmente durante la guerra civil, cuando la democracia española fue abandonada por todas las potencias democráticas. La amenaza roja, el fantasma comunista, que hoy agitan Abascal o Ayuso, es parte de esa propaganda franquista.

También repiten que la revolución de Asturias y la independencia de Cataluña del 34 son las culpables de hacer descarrilar el tren, ocultando que fueron la respuesta a la entrada en el gobierno de la extrema derecha antirrepublicana que estaba saboteando las vías desde dentro. Como hacen ahora sus herederos. España acaba de vivir una revolución social y un desafío independentista hace muy poco que demuestran que no hace falta un golpe militar para salvar la democracia. De hecho, un golpe militar sólo puede destruirla. La República con todos sus defectos era mucho mejor que la corrupta monarquía de Alfonso XIII que impulsó dos dictaduras militares y que terminó en una guerra civil que impuso una dictadura de 40 años.

En esos 40 años, no sólo se puso fin al momento más progresista de nuestra historia sino que se retrocedió a las sombras. Siempre produce melancolía pensar en lo que podíamos haber sido y no dejaron que fuera. Los golpistas pusieron fin al mayor proyecto de modernización y emancipación acometido en nuestro país. Pasamos de ser una de las democracias más avanzadas del mundo a ser una dictadura represiva y retrógrada. Pasamos de estar en la vanguardia a estar en la cola.

El franquismo detuvo violentamente una reforma social, rural, cultural, científica y económica sin parangón destinada a reducir las desigualdades, impulsar la participación de la mujer, llevar la educación a todos, convertir a los súbditos en ciudadanos, acabar con los privilegios. La República daba más importancia a los maestros que a los militares, a los intelectuales que a los curas, a las clases desfavorecidas que a las privilegiadas. Por eso la destruyeron. Por eso hoy destruyen su memoria a martillazos. Para proteger a la monarquía y a la oligarquía corruptas. Para evitar que España sea mañana la república social, igualitaria y moderna que puede ser.

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