La jauría humana

Cinco hombres que tienen sexo en un portal con una joven de 18 años, a la que graban con sus móviles y luego abandonan semidesnuda después de robarle el teléfono, sólo puede ser una orgía consentida en la mente de un agresor. Es la justicia la que dirá si le parece que “La Manada” cometió una violación, como la chica ha denunciado, pero quien piense que es normal robarle a una mujer y dejarla tirada en un descansillo oscuro, a medio vestir, después de una relación, es un maltratador y un miserable. Esos cinco desgraciados son, en el mejor de los casos, escoria.

Por supuesto que estoy inclinado a creerla a ella, pero no sólo por su trauma posterior y su relato coherente, porque las denuncias falsas son escasísimas, porque el escrito de la fiscalía en contra de los presuntos agresores es demoledor, porque el juez de instrucción vio indicios de delito después de ver los vídeos y por eso dictó prisión preventiva, porque ellos tienen un historial previo de repugnante machismo y porque alardeaban de salir de caza, violar a mujeres y compartir vídeos de sus fechorías.

No sólo por eso sino porque lo que hicieron con ella es propio de quien piensa que la mujer es un objeto de usar y tirar, un pañuelo en el que limpiar tus poluciones, la presa de una cacería a la que se acorrala, se devora y se abandona como carroña. Pero los carroñeros de la prensa y las redes no han puesto el foco en su conducta predadora y vejatoria que evidencia un maltrato, sino en si ella consintió. Aquí lo que se consiente es que se humille a la mujer. Hay demasiada gente a la que le parece una relación normal, en igualdad y consensuada, lo que es una relación de dominación y poder.

También el alcohol justifica la agresión, que no a la agredida. De la chica se ha dicho que iba bebida, como si fuera culpable de que la violen por beber. Eso te pasa por borracha. Y por puta. Aparte de insultante, es una flagrante contradicción: se le acusa al mismo tiempo de perder el control pero de ser responsable de lo que le pasa. En el hombre, sin embargo, el alcohol es eximente. Estaba tan bebido que no se pudo reprimir. El pobre.

También se ha dudado de ella porque hacía vida normal después. Hizo lo que tantas otras violadas, y más en un caso tan mediático, tratar de pasar desapercibida para que no trascienda su identidad. Si no se arrastra ante todos, es que no fue para tanto. No sólo se culpabiliza a la víctima sino que se la vuelve a agredir. Imaginen la de mujeres violadas que ahora se estarán pensando si merece la pena denunciar para que te acaben acusando de mentirosa.

El juez no ha admitido los chats de La Manada porque eran previos al caso, pero sí el informe sobre la actividad posterior de la joven en la red. El tribunal quiere evitar a toda costa –nos explican– que la defensa pida la nulidad por inadmisión de pruebas. Pero de nuevo parece más importante desacreditar a la mujer que acreditar el machismo de esos hombres. Confiemos en la justicia aunque no olvidamos que hay magistrados que han preguntado a las víctimas si abrieron las piernas o disfrutaron cuando las violaban.

Estamos mucho más cerca de “la jauría humana” que lincha a la víctima inocente, como en la película del mismo título, que de la manada que protege la libertad de sus mujeres.

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