Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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La violencia de género ha llegado al prime time, a la máxima audiencia, de Netflix a Tele 5. Está casi todo mal en el docudrama que ha montado Mediaset en torno a la confesión de maltrato denunciado por Rocío Carrasco. La cadena fue la que durante años se ensañó con ella, poniendo en duda su relato, construyendo la imagen de mala mujer y mala madre y dando la razón a su exmarido. Ahora es la que saca tajada con la serie sobre el caso y horas de programación exprimiendo la gallina de los huevos de oro con los mismos tertulianos y tertulianas que contribuyeron al linchamiento. Si algo chirría no es su acusación sino que haya elegido los platós para contarlo donde se la maltrató.
Es perverso que los mismos que te crucifican, ahora te resuciten, para conseguir su propia redención y hacer caja. La Semana Santa se ha adelantado convertida en un circo pornomiserable en torno a un tema tan delicado como es la violencia de género. Es el mercado, amigos, el capitalismo voraz y atroz haciendo negocio con la bajeza humana. Nada nuevo, por otro lado. La telebasura y la prensa carroñera chapotean en la inmundicia con una inmoralidad que raya la psicopatía. No existe el bien o el mal, sólo el dinero, sólo el espectáculo. Todo vale. Literalmente. Todo se mide en euros. También el dolor. Sobre todo, el dolor.
Incluso podías ganar 12.000 euros viendo el programa en el que Rocío Carrasco se deshacía en lágrimas contando cómo su marido la golpeaba y la vejaba. Mientras, cientos de cuentas en Twitter preguntaban: ¿tú a quién crees, a él o a ella? Han transformado la violencia machista en un concurso. Apueste a quién dice la verdad y gane un dinerillo para tapar esos agujeros en su economía. Llame ahora. Yo esperaré al siguiente capítulo, decía alguno en las redes. El maltrato como juego. Como serie de ficción. No hace falta hacer películas distópicas porque vivimos en una.
El propio formato de emisión del documental con su posterior tertulia adolece de toda falta de deontología. Sólo la periodista Ana Pardo de Vera y una psicóloga especializada en violencia machista aportaban criterio periodístico y técnico, el resto eran los mismos que participaron en el escarnio a Rocío Carrasco, desde el presentador, Jorge Javier Vázquez, hasta Belén Esteban, como ellos mismos reconocieron. Tampoco se aportaron pruebas o análisis que apoyaran la confesión. Todo se deja en manos del espectador. Envíe YOSÍTECREO o YONOTECREO al 6782 y participe en el sorteo de un coche. El marido, condenado a pagar 60.000 euros de fianza por el impago continuado de la pensión de sus hijos, ya ha salido en la prensa del corazón negando los hechos. Empieza un nuevo juicio popular. Durará mientras sea rentable. Y luego a otra cosa, mariposa.
Es decir, Rocío Carrasco se someterá otra vez al mismo juicio que la condenó hasta ahora. La diferencia es que la sociedad ha cambiado, el feminismo ha logrado cambiarla, sensibilizar sobre la crudeza del maltrato y dar credibilidad a las mujeres cuando denuncian. Eso es lo único bueno de lo que se vio el domingo y no lo hizo Tele 5, lo hizo el feminismo, que llevó el maltrato hasta el prime time. Creo que eso puede despertar conciencias respecto al problema y animar a las mujeres a denunciar. Lástima que el programa sólo dio una vez el teléfono del maltrato 016, muchas menos de las que dio el teléfono para ganar 12.000 euros.
Algo está cambiando en nuestra mentalidad. El feminismo, mal que les pese al patriarcado, está ganando batallas esenciales por la hegemonía. Unos días antes del programa de Rocío Carrasco, Netflix estrenó un documental, más periodístico y respetuoso, sobre el caso de Nevenka Fernández, la primera mujer en España que se atrevió a denunciar el acoso de un hombre poderoso. El primer #MeToo español. Ella ganó el juicio en los tribunales, pero lo perdió en la calle. Su ciudad, Ponferrada, salió en masa en apoyo del maltratador, el alcalde. Nevenka se marchó a vivir al extranjero, mientras él sigue paseándose tranquilamente por la localidad.
Al menos, 20 años más tarde, ella puede tener la reparación que merece gracias a este documento que recuerda su valentía y su sufrimiento. 25 años después, Rocío Carrasco ha roto el silencio sobre un tema tabú. Vamos mejorando, pero queda muchísimo por hacer. Es un avance que se hable de maltrato en horario de máxima audiencia, mucho más sería que no se maltrate el maltrato cuando se habla de él.
La violencia de género ha llegado al prime time, a la máxima audiencia, de Netflix a Tele 5. Está casi todo mal en el docudrama que ha montado Mediaset en torno a la confesión de maltrato denunciado por Rocío Carrasco. La cadena fue la que durante años se ensañó con ella, poniendo en duda su relato, construyendo la imagen de mala mujer y mala madre y dando la razón a su exmarido. Ahora es la que saca tajada con la serie sobre el caso y horas de programación exprimiendo la gallina de los huevos de oro con los mismos tertulianos y tertulianas que contribuyeron al linchamiento. Si algo chirría no es su acusación sino que haya elegido los platós para contarlo donde se la maltrató.
Es perverso que los mismos que te crucifican, ahora te resuciten, para conseguir su propia redención y hacer caja. La Semana Santa se ha adelantado convertida en un circo pornomiserable en torno a un tema tan delicado como es la violencia de género. Es el mercado, amigos, el capitalismo voraz y atroz haciendo negocio con la bajeza humana. Nada nuevo, por otro lado. La telebasura y la prensa carroñera chapotean en la inmundicia con una inmoralidad que raya la psicopatía. No existe el bien o el mal, sólo el dinero, sólo el espectáculo. Todo vale. Literalmente. Todo se mide en euros. También el dolor. Sobre todo, el dolor.