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Mañana puedes ser tú

Shahid (La Insurgencia), Pablo Hasél y Valtònyc, raperos condenados por sus letras
26 de octubre de 2022 22:34 h

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Esta semana se estrena No callarem, el documental sobre tres raperos condenados a prisión en España —Hasél, Valtònyc y Elgio— un proyecto del que Carne Cruda forma parte junto a la productora audiovisual Bruna y la plataforma que da nombre a la película, creada en defensa de la libertad de expresión cuando empezó la persecución penal a los músicos. Uno de ellos, Pablo Hasél, está entre rejas desde hace más de un año y medio. Elgio fue sentenciado a dos años y un día de prisión junto a otros once compañeros del colectivo de rap combativo, La Insurgencia. Desde 2018, Valtònyc vive exiliado en Bruselas. 

Josep tuvo que ver el entierro de su madre por Skype. Si hubiera intentado regresar a Mallorca, le hubieran detenido y encarcelado. De ningún modo le hubieran dejado despedirla. Eso no puede perdonárselo a la Justicia española, dice en el que es, sin duda, el momento más desgarrador del documental. Se encoge el alma imaginando el dolor, la rabia y la impotencia de no poder acompañar a tu madre en su último momento. De haberte perdido los últimos años de su vida. De haberle provocado esa tristeza de ver a un hijo perseguido, amenazado, exiliado desde hace cuatro años. Josep cambia de domicilio recurrentemente porque ha recibido más de 500 amenazas de muerte mucho más peligrosas que sus letras. Todo por culpa de jueces, políticos y prensa que consideran su rap un crimen. 

Ahora tiene 29 años, tenía 19 la primera vez que lo detuvieron, 24 cuando le condenaron. No era más que un chaval que quería hacer rap, defender sus ideas políticas y armar ruido con rimas agresivas, pero rimas al fin y al cabo, como las de tantos raperos de todo el planeta. Se encontró con el país del mundo que más artistas tiene con condenas de cárcel, diecinueve, por delante de China, Irán, Cuba o Rusia, según el informe de Freemuse, consultora de Naciones Unidas. Se encontró con una Justicia reaccionaria, con jueces y leyes heredados del Franquismo, que persiguen la opinión como terrorismo cuando ETA ha dejado de matar y defienden a un monarca que ha tenido que huir de las sospechas de corrupción y refugiarse en una de las dictaduras árabes de las que ha sacado parte de su irrastreable riqueza. Mientras el emérito vuelve a España para participar en una regata, quienes denuncian sus fechorías están exiliados o entre rejas. 

Hasél y Valtònyc están condenados por “injurias a la Corona” por decir muchas de las verdades probadas que se han publicado en los periódicos. Como Elgio y su grupo, Pablo y Josep también tienen condena por “enaltecimiento del terrorismo” gracias a una ley antiterrorista creada, supuestamente, para perseguir el yihadismo, pero utilizada, realmente, para perseguir la libertad de expresión. Para comprobarlo no hay más que leer la condena a La Insurgencia donde dice que “los acusados tienen una religión que es la lucha sindical obrera”. Han leído ustedes bien. Los jueces equiparan la lucha sindical con la yihad religiosa. Ahí está la clave de esta cacería. Estos raperos son rojos, antifascistas y anticapitalistas. Y no lo duden, a los tres citados también se les persigue porque son independentistas. Rojos indepes, lo tienen todo para ser triturados por el aparato del sistema. Quieren hacer desaparecer todo desafío a la Corte y la Corona. Al fascismo se le deja manifestarse por las calles, acceder a los parlamentos y a los gobiernos, a los músicos, activistas, sindicalistas, cómicos, tuiteros, titiriteros de izquierdas se les censura y castiga.

Esta misma semana, sin ir más lejos, el PP de Madrid defendía a la División Azul que luchó como parte del ejército de Hitler y Vox en Castilla y León llamaba al PSOE “banda criminal” sin que a ninguno le persigan por enaltecer el terrorismo nazi, humillar a las víctimas del fascismo o incitar al odio. Al rey emérito le han exonerado de todas las causas no porque sean falsas sino por artimañas judiciales y una interesada interpretación de la inviolabilidad de la monarquía. La mayoría de corruptos de este país siguen circulando libremente. Eso es. Circulen. Esa es la normalidad democrática en España. También encerrar a raperos por canciones inofensivas. 

El Consejo de Europa ha pedido con insistencia a nuestro país que modifique los delitos de enaltecimiento del terrorismo y de injurias a la Corona porque interfieren en un bien superior: la libertad de expresión. La jurisprudencia europea consagra que los cargos e instituciones deben estar más sometidas al juicio público que el resto y no al contrario. En 2021, el Tribunal Constitucional de Bélgica derogó su propia ley de injurias gracias precisamente al caso Valtònyc, al que los belgas se han negado a extraditar a España. Aquí la pena de dos años y medio a Hasél se ha ampliado a siete años y medio mientras estaba en la cárcel, entre otras cosas, por agresión a un periodista. No digo que todo lo haya hecho bien, pero nada de lo que ha hecho justifica privarle de libertad como si fuera un terrorista.

¡Si se le ha llegado a acusar de “allanamiento” por ocupar un espacio en una protesta colectiva! Se quiere hacer creer que, además de peligroso comunista, okupa casas. Se ha construido una imagen de estos raperos como violentos enemigos públicos para conseguir no solo la condena judicial, también la social. Lo han conseguido. La mayoría calla o aplaude que se destroce las vidas de estos jóvenes a los que se ha convertido en escoria por su disidencia. La realidad es que son raperos con los que no hace falta estar de acuerdo para darte cuenta que defienden el derecho de todos a la libertad de expresión. Porque como dice un tema de Pablo Hasél, mañana puedes ser tú.

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