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La maniobra Sánchez

29 de abril de 2024 23:41 h

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Pedro Sánchez lo ha vuelto a hacer. Rompernos los esquemas y cambiar el guion. Convertir un golpe en contra en un golpe de efecto. Darse por muerto para renacer de las cenizas. Pedro Sánchez ha hecho de Pedro Sánchez. Puede que su enfado fuera sincero. Puede que se hartara de la persecución a su persona y su familia. Puede que se rompiera por la causa judicial contra su mujer basada en una mentira y en artículos que no prueban nada. Puede que esté cansado de que le llamen dictador, asesino, etarra, traidor, felón y perro. Pero el Perro es más perro que toda la jauría y ha sacado partido de un mal momento. Como siempre. Por eso era difícil creer que dimitiría. Un hombre que perdió el partido y lo recuperó, ganó la primera moción de censura de la democracia y ha logrado dos investiduras, una después de una pandemia, no se retira porque le haya puesto una querella a su mujer una asociación franquista.

Pedro Sánchez es un boxeador jugando al ajedrez, más intuitivo que calculador, más impulsivo que maquiavélico. Primero actúa por impulso, por lo que le dicta su olfato. Después, hace los cálculos. Es como el púgil que aprovecha la inercia del gesto con el que esquiva el golpe para golpear de vuelta con más fuerza. Luego se para a pensar los siguientes movimientos. Por eso no creo que esto haya empezado como estrategia, pero creo que se ha convertido en una. Es la Maniobra Sánchez, una apertura rápida y audaz que descoloca a todo el mundo y que remata con una serie de jugadas con las que termina de jugársela al rival y jugárnosla a todos. Jugar con nosotros. Por la mañana anuncia que se queda, por la noche da una entrevista en la televisión pública en la que no anuncia ninguna medida. Se anuncia a sí mismo. Ha empezado la campaña. 

No da puntada sin hilo. Hasta cuando se retira es para tomar carrerilla. Lo hizo en las generales y lo ha vuelto a hacer: cambiar el relato y provocar una oleada a su favor y en contra de la máquina del fango de la derecha. Después del buen resultado en Euskadi, relanza la campaña socialista en las catalanas para luego apuntalar la tendencia ganadora en las europeas, en las que seguirá comiéndose el espacio a su izquierda, desarbolado y enfrentado, mientras se convierte en el símbolo único del progresismo, como ha logrado estos días hasta en el espacio a la izquierda del PSOE, donde hemos visto algunos apoyos sorprendentes. La empatía con la persona no debe convertirse en el culto al personaje. Cuidado con el perro: cuidado con el populismo. 

Sánchez ha hecho algo muy meritorio y a la vez muy peligroso. Ha abierto un debate nacional sobre las cloacas, ha humanizado la política frente a los que la deshumanizan y ha despertado a una ciudadanía que dormitaba mientras le robaban el partido. Pero también ha generado en algunos una hiperventilación en la que parecía que la continuidad de la democracia dependía de la continuidad de Sánchez. Parecía que la democracia y el presidente eran la misma cosa. Una democracia que depende de una sola persona no es una democracia, es un régimen. Es cierto que su marcha habría dado alas a la derecha y la ultraderecha que pretenden conseguir en los tribunales y la prensa lo que no logran en las urnas. Pero una democracia debe tener otros resortes para protegerse.

Esa es la clave. Necesitamos mecanismos para defendernos de una guerra mediática y jurídica que no va solo contra Sánchez sino contra cualquier enemigo de la derecha, una guerra que ha triturado a Podemos, que ha obligado a dimitir a Oltra, que ha machacado al independentismo vasco y catalán, que ha perseguido al activismo de izquierdas. Es trabajo de todos denunciar ese asalto indecente que se cobra víctimas y manipula elecciones, pero sin beatificar a San Pedro Mártir ni olvidar que el PSOE ha formado y forma parte de ese sistema, que callaba cuando los atacados eran otros y que no ha hecho nada hasta ahora por limpiar las cloacas ni democratizar las instituciones. Ahí siguen las leyes mordaza que Sánchez no quiso derogar. Ahí sigue el Consejo General del Poder Judicial secuestrado por la derecha sin que Sánchez haya usado a la mayoría que tiene para liberarlo. 

Debemos exigirle que cumpla ese compromiso que ha adquirido hoy de quedarse para acometer la regeneración pendiente, pero sin interferir en las libertades de prensa ni darnos gatopardo por liebre. Recordemos que el bipartidismo, al que estamos regresando a marchas forzadas, es una maquinaria lampedusiana en la que cambian poco más que las caras para que todo siga más o menos igual. Sin una izquierda crítica fiscalizando tanto al PSOE como a esta derecha cavernaria, no haremos más que acelerar ese proceso de involución a la Transición 2.0. No nos dejemos hechizar por los encantos de Sánchez ni por su nueva maniobra de seducción: la crítica al golpismo de derechas no debe convertirse en la exaltación del presidente del gobierno.

Pedro Sánchez lo ha vuelto a hacer. Rompernos los esquemas y cambiar el guion. Convertir un golpe en contra en un golpe de efecto. Darse por muerto para renacer de las cenizas. Pedro Sánchez ha hecho de Pedro Sánchez. Puede que su enfado fuera sincero. Puede que se hartara de la persecución a su persona y su familia. Puede que se rompiera por la causa judicial contra su mujer basada en una mentira y en artículos que no prueban nada. Puede que esté cansado de que le llamen dictador, asesino, etarra, traidor, felón y perro. Pero el Perro es más perro que toda la jauría y ha sacado partido de un mal momento. Como siempre. Por eso era difícil creer que dimitiría. Un hombre que perdió el partido y lo recuperó, ganó la primera moción de censura de la democracia y ha logrado dos investiduras, una después de una pandemia, no se retira porque le haya puesto una querella a su mujer una asociación franquista.

Pedro Sánchez es un boxeador jugando al ajedrez, más intuitivo que calculador, más impulsivo que maquiavélico. Primero actúa por impulso, por lo que le dicta su olfato. Después, hace los cálculos. Es como el púgil que aprovecha la inercia del gesto con el que esquiva el golpe para golpear de vuelta con más fuerza. Luego se para a pensar los siguientes movimientos. Por eso no creo que esto haya empezado como estrategia, pero creo que se ha convertido en una. Es la Maniobra Sánchez, una apertura rápida y audaz que descoloca a todo el mundo y que remata con una serie de jugadas con las que termina de jugársela al rival y jugárnosla a todos. Jugar con nosotros. Por la mañana anuncia que se queda, por la noche da una entrevista en la televisión pública en la que no anuncia ninguna medida. Se anuncia a sí mismo. Ha empezado la campaña.