Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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La matanza de Bucha requiere una investigación independiente que determine qué ha pasado. Organismos y tribunales internacionales deben verificar quién provocó las imágenes del horror que hemos visto. Rusia niega su responsabilidad y acusa a Ucrania de un montaje. Por ahora, lo que sabemos es que decenas de civiles, entrevistados por decenas de periodistas solventes de distintos medios, acusan a los rusos de los asesinatos, torturas y violaciones. Por ahora sabemos que hay cadáveres en descomposición que llevan días tirados y que estaban ahí antes de que se fueran las tropas rusas, que durante semanas han ocupado, asediado y destruido la zona.
Como dice el fotoperiodista de 5W, Santi Palacios, desplazado a Bucha, “hay que investigar lo ocurrido, pero ante mujeres en estado de shock que me enseñan, a la puerta de su casa, el cadáver de una persona conocida, tengo más razones para creerlas que para creer al ministerio de defensa ruso”. Hibai Arbide, reconocido periodista de izquierdas, nada sospechoso de otanismo, expresaba su desazón porque haya gente más dispuesta a creer bulos de la propaganda rusa, antes que los testimonios que él y otros compañeros han recogido allí.
La ONG Human Rights Watch también ha documentado ejecuciones sumarias, violación de mujeres y violencia extrema contra civiles en zonas ocupadas por Rusia. Amnistía Internacional denuncia un patrón de presuntos crímenes de guerra rusos que no es exclusivo de Bucha, también ha sido verificado en Jarkov, Mariupol o Izium. Para conocer toda la magnitud y responsabilidad hay que esperar al dictamen de las investigaciones de la ONU, del Tribunal Internacional de la Haya y los observadores independientes, sin duda, pero se empiezan a acumular las pruebas en contra del ejército de Putin, que ya cometió atrocidades en Chechenia o en Siria, en apoyo a otro tirano, Al Asad.
Circula estos días una media verdad convertida en bulo, según la cual Reino Unido habría bloqueado la petición de Rusia de celebrar una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU para investigar lo ocurrido. Bloqueó esa reunión porque había otra, con ese propósito, programada para este martes, y el gobierno británico, que preside ahora el Consejo, se negó a que Moscú le marcase el ritmo. Londres no quiere tapar el caso, como dice la propaganda rusa y replican sus fans. Tanto Boris Johnson como su embajadora en la ONU han expresado que darán todo su apoyo para que la Corte Internacional indague la verdad sobre Bucha. Está en Twitter, no he tenido que hacer periodismo de investigación.
También han sido refutadas muchas de las imágenes que la propaganda rusa utiliza para sustentar su tesis de que la matanza de Bucha es un montaje ucraniano. Hay imágenes de muertos, a pie de calle y de satélite, antes de que las tropas de Putin se marcharan. Los muertos que dicen que se mueven, no se mueven, son efectos ópticos. Hay periodistas que certifican la descomposición de los cuerpos abandonados en la calzada. Recomiendo hacer ese trabajo de búsqueda de fuentes y contraste de informaciones a quienes no quieran sufrir la manipulación de ningún lado. Informarse hoy es un campo de minas en el que debemos andar con cuidado si no queremos perder la honestidad y la decencia.
Es agotador pero necesario para evitar miserables justificaciones de crímenes infames. También se están produciendo ataques a civiles y violaciones de derechos humanos por parte de tropas ucranianas en el Donbás, donde hay muchos menos periodistas informando, por cierto. Hay testimonios de personas que acusan al Batallón nazi Azov, y a otras tropas de Ucrania, de dispararles y bombardearles, y vídeos de civiles prorrusos atados y apaleados en plena calle por soldados y población civil ucraniana. En la era de los móviles, las atrocidades que se producen en toda contienda, salen a la luz. Esas agresiones se hacen con armas que nosotros les hemos enviado. Esto también hay que denunciarlo.
Del mismo modo, hay que denunciar que Zelenski ha prohibido 15 partidos durante esta guerra, muchos de ellos de izquierda, por su presunto apoyo a Rusia. También ha dicho que el modelo al que debe parecerse Ucrania es Israel, una población unida y militarizada frente al enemigo común. No ha podido poner peor ejemplo: un país que hace lo mismo que él denuncia le está haciendo Rusia. No creo, por tanto, en la entronización occidental del presidente ucraniano. Pero mucho menos en la disculpa de Putin, a la que se han entregado comunistas rojipardos y anticomunistas rojigualdos, que pretenden que creamos que los rusos han entrado a repartir caramelos.
Se pueden condenar las agresiones ucranianas en el Donbás, las violaciones de la OTAN y de otros tiranos aliados de Occidente como Israel, Marruecos o Arabia Saudí, y no caer en la propaganda del régimen de Putin, un autócrata criminal que encierra y asesina a opositores, que ha cerrado más de 700 webs por llamar “guerra” a su invasión, que financia medios que defienden las estrategias nazis de “reeducación” o “liquidación” de los ucranianos, que ha perpetrado numerosos crímenes desde que dirige Rusia con puño de hierro y que no ha entrado en Ucrania para pacificar el Donbás sino para arrasar el país entero, provocando un éxodo de 10 millones de personas.
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