Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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No hemos aprendido nada de esta pandemia. Sabíamos que si se deja fuera de la vacunación a los países más pobres se producen nuevas variantes que nos acaban llegando. Se sabe que la Atención Primaria es esencial para contener el virus, que la Sanidad Pública es primordial para tratarlo, pero se despide a los contratados en la anterior ola. Ayuso dice que los sanitarios no están desbordados, están contra ella. El Gobierno tiene cinco olas para hacer una ley que facilite la cogobernanza y no deje las medidas en manos de los jueces, pero no lo hace. Volvemos al mantra de salvar la Navidad y acabamos gritando “sálvese quien pueda”.
No hay liderazgo político. Nadie al volante. Ningún dirigente ha querido ser el aguafiestas que impusiera restricciones en el puente de diciembre y en las compras, pero la fiesta ya está aguada por la sexta ola. Ninguno ha querido ser el malo de la película que advirtiera de que esto no estaba terminado y la película vuelve a convertirse en una de terror. Sánchez convoca al resto de presidentes a dos días de Nochebuena, en el récord de contagios de toda la pandemia. Con la calma. De suerte que la vacunación reduce la gravedad del virus pero de poco sirve vacunarnos mil veces si no se vacuna a todo el planeta. De suerte que las variantes ómicron o delta no son más mortíferas, pero podría aparecer una que lo fuera.
La pandemia nos enseñó que el virus no conoce fronteras, que la única manera de hacerle frente a un problema global es una solución global. Solidaridad con los más débiles aunque sea por motivos egoístas. Pues nada. Israel va por la cuarta vacunación, nosotros por la tercera, mientras en África no se ha vacunado ni el 7% de la población. Los países ricos han mandado las migajas a los más desfavorecidos. El virus vuelve a decirnos que salimos juntos o no salimos nunca y por un oído nos entra y por otro nos sale. La desigualdad global, de la que no quieren ocuparse las grandes potencias, nos estalla en la cara en forma de ola pandémica o migratoria.
La pandemia nos enseñó también que el consumo incontrolado produce virus descontrolados. El virus nos enseñó que el crecimiento constante destruye la biodiversidad facilitando el contagio a los humanos y provocando epidemias planetarias. Como si oyéramos llover. La nueva normalidad es igual que la antigua. Incluso más acelerada porque quieren recuperar el tiempo perdido. Seguimos a un ritmo insostenible. Producimos y compramos objetos de usar y tirar y acabaremos sepultados por esa montaña de basura. Queremos salvar la economía a costa de perder nuestra vida y la del planeta. Sin vida no hay economía, estúpido.
El virus y el calentamiento global nos están gritando que tenemos que cambiar nuestro modo de vivir: el sistema. Hay que parar, decrecer, reutilizar, reciclar, reducir el plástico, acabar con la obsolescencia, dejar de consumir y contaminar. Qué hacemos. Poner más luces navideñas, ponerlas antes. Salir en masa a comprar, comprar masivamente por la red. Es lo que nos dicen que hagamos desde la publicidad y la política, que son vasos comunicantes. Y lo peor es que obedecemos.
No hemos entendido nada. Cuando abarrotamos las calles para comprar estos días, no sólo perpetuamos la pandemia sino también el capitalismo de destrucción masiva que la provoca, el sistema que está colapsando el planeta y las democracias. Porque todo está relacionado. Si el mundo se va al garete, también nuestro mundo. Los derechos y libertades. La pandemia capitalista trae pandemias víricas, climáticas y despóticas.
Pensábamos que íbamos a salir mejores pero saldremos peor y peores porque cada vez tenemos menos tiempo y más miedo. Somos más insolidarios y controlables. No hay políticos valientes que nos digan que paremos la máquina porque en su mayoría trabajan para ella. Su respuesta a esta crisis como a la crisis financiera es consolidar el sistema que las genera. Deberíamos aprender de la naturaleza que parece intentar acabar con nosotros antes de que acabemos con ella. Nosotros tenemos que acabar con lo que nos mata. No habrá planeta B. No habrá seis olas para aprender, si la próxima pandemia en lugar de un coronavirus es un ébola.
No hemos aprendido nada de esta pandemia. Sabíamos que si se deja fuera de la vacunación a los países más pobres se producen nuevas variantes que nos acaban llegando. Se sabe que la Atención Primaria es esencial para contener el virus, que la Sanidad Pública es primordial para tratarlo, pero se despide a los contratados en la anterior ola. Ayuso dice que los sanitarios no están desbordados, están contra ella. El Gobierno tiene cinco olas para hacer una ley que facilite la cogobernanza y no deje las medidas en manos de los jueces, pero no lo hace. Volvemos al mantra de salvar la Navidad y acabamos gritando “sálvese quien pueda”.