Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Da miedo ver cómo se parece el siglo XXI al siglo XX. Da miedo ver cómo la avidez del poder se alista con la estupidez para repetir tozudamente los errores más macabros de nuestra especie. Da miedo la irresponsabilidad de los responsables políticos que se empeñan en pasar a la Historia convirtiendo la Historia en una pira funeraria. Da miedo cómo las sociedades se alinean ciegamente con el ardor guerrero olvidando los estragos devastadores de las guerras. Da miedo cómo se silencia a la voces que intentan poner cordura frente a los que quieren imponer caos. Da miedo pero no podemos dejarnos llevar o paralizar por el pánico. La respuesta al belicismo no puede ser el sálvese quien pueda o echar más leña al fuego, debe ser la luz, la lucidez, no el incendio.
No será por señales. El siglo XXI, no se nos olvide, echó a andar con Putin, nombrado como sucesor por Yeltsin el último día del siglo XX. Llevaba el nuevo milenio la marca del diablo en la frente. Las cenizas del imperio ruso parían al último de sus zares que morirá matando aunque tenga que llevarse el mundo por delante. Después vino el 11S. La caída de las torres que sujetaban el imperio estadounidense que no ha hecho otra cosa que desmoronarse desde entonces arrastrando en su caída a Occidente. Luego el crack del 2008 que es como el crack del 29, una crisis global, económica, política y social que ha despertado de nuevo a la Bestia del fascismo de Este a Oeste. De Trump a Putin, de Le Pen a Orbán, de Salvini a Abascal y a todos los neonazis que recorren Europa.
El sueño del capitalismo produce monstruos. Fascismo, crisis climática y, finalmente, una pandemia en 2019 que es como la gripe de 1918. Ya sólo faltaba una guerra mundial para que el calco entre los dos siglos se completase y Putin invade Ucrania como si se creyese Napoleón o Hitler. Por eso, porque conocemos la Historia, porque hemos visto lo que sucede cuando imperialismo, capitalismo y nacionalismo se desatan en una tormenta de sangre, tenemos que exigir a quienes tienen el poder sobre nuestros países, ejércitos, medios, instituciones, que apaguen su ardor guerrero y eviten por todos los medios la barbarie.
A Biden cuando anuncia que puede estallar la Tercera Guerra Mundial, a Borrell cuando dice que las bombas de Kiev deben despertar a los europeos de su sueño de bienestar, a Zuckerberg que permite en sus redes el odio a Rusia como contribución a ganar esta guerra, a los periódicos, radios y televisiones que escupen fuego por sus altavoces, tenemos que exigirles que se callen y echen agua, que dejen de alimentar el pánico y la furia, que recuerden que es la democracia lo único que nos puede salvar en la peor hora. Las bombas de Kiev no tienen que despertarnos del sueño del bienestar, tienen que despertarnos de la pesadilla del horror. Es la defensa de las libertades, de los refugiados, de la palabra, de la diplomacia, de la humanidad, lo que tiene que despertar.
El heroísmo es mucho más atractivo que el pragmatismo. Es más popular apelar a la resistencia que a la realidad. Ucrania puede aguantar, pero no puede vencer. No somos quién para pedirle a Ucrania que se rinda pero sí podemos aconsejar que salve vidas que la gloria ya la tiene asegurada, que gane un país aunque pierda tierra, que gane un futuro aunque sea con una derrota. Hay que seguir creyendo en la negociación mientras Rusia siga sentada a la mesa porque si no quisiera negociar no se sentaría y porque China la apoya y eso quiere decir que los chinos no quieren guerra, no la necesitan para ser el nuevo imperio, les vale con el susto que le ha dado Putin a la OTAN. Hay que seguir repitiendo que el mundo no puede ir a una guerra mundial después de una pandemia global, que es una hipocresía hablar de la democracia en Ucrania cuando no la defendemos en el resto del mundo, que la democracia se defiende parando la guerra.
La democracia se defiende parando al fascismo, a los amigos de Putin, que los tenemos también en casa y que ahora se esconden para que no les salpiquen sus crímenes. Ahora es cuando hay que decir que Vox y compañía son cabezas de la misma hidra y que si no los detenemos en toda Europa, volverán a destruirla. Hay que desnazificar Europa democráticamente sin necesidad de otra guerra como se hizo en el siglo pasado. Una crisis económica, política, climática, pandémica y finalmente bélica debería enseñarnos que este sistema caníbal despierta a las bestias. No son las bombas de Kiev, esa es la consecuencia. Si después de todas estas crisis de advertencia, si después de la lección de Historia del siglo XX, no aprenden quienes gobiernan que la justicia social y la igualdad material son la única vacuna, volveremos a caer al abismo. Tenemos la oportunidad, una última, de evitar la catástrofe y salir de aquí con una nueva política de energía y seguridad, con una democracia más sólida, una paz más duradera y una condena unánime a los fascistas.
No tengo muchas esperanzas, pero aún quiero creer que evitaremos la tercera guerra porque ya tuvimos la segunda y Marx tenía razón, que la Historia ya se repitió como tragedia y ahora se repetirá como miserable farsa. Hoy me conformo con que acabe el siglo XX y empiece el XXI.
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