Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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El rey emérito ha regularizado 4,4 millones de euros que había evadido a Hacienda. Reconoce el fraude. Que nos ha robado, hablando en plata y de plata. Si la Agencia Tributaria le hubiera reclamado el dinero, hubiera sido un delito. Nuestra legislación permite a los grandes blanqueadores blanquearse. Una amnistía encubierta. Basta con pagar antes de que te pillen. Cabe preguntarse cómo se les pudieron pasar a los inspectores de Hacienda los 8 millones en viajes, regalo de un primo lejano, que el emérito no declaró. Puede que, además de inviolabilidad, el rey tenga invisibilidad.
Ésta es la segunda regularización del monarca. Antes ingresó casi 700 mil euros por sus tarjetas opacas. En los salones de la Corte, las tarjetas black son como las tarjetas de presentación, no salen sin ellas. Con este son dos los delitos que reconoce y que elude gracias a la amabilidad del sistema hacia el sistema. Pero la Fiscalía aún le investiga por tres posibles fraudes: esas tarjetas opacas que disfrutaba toda la familia, una cuenta en el paraíso de Jersey y los 65 millones de Arabia Saudí que regaló a su amante, Corinna Larsen. Parece que no es Hasél el que injuria al rey sino la Justicia la que injuria a Hasél al llamarle mentiroso.
En realidad, el Borbón ha regularizado calderilla, el resto no lo declara porque lo recibió cuando era inviolable y consideraba que pagar era de plebeyos. Tiene una concepción muy medieval de su institución, cree que los súbditos trabajamos para darle el diezmo. La regularización tuvo lugar dos días después de que el Régimen del 78 y Felipe VI lavasen los trapos sucios de Juan Carlos I con el detergente del 23F. En 40 años no se había hecho en el Congreso ningún homenaje al rey por parar el golpe de Estado. Pero la Corona está necesitada de golpes de efecto. No contaba Felipe con que su padre le estropease la fiesta. O no hablan mucho en esa familia o Juan Carlos se vengó de su hijo por echarle de casa.
Resulta cómico y sonrojante cómo los esfuerzos de Casa Real por restituir su imagen son bombardeados con tozuda perseverancia por el Emérito que parece decidido a hundir con él la monarquía. Si no puedo reinar yo, que no reine nadie. Los mayores enemigos de la Corona están en la Familia Real. Nadie está haciendo tanto por traer la república como Juan Carlos, Urdangarín y Cristina, Froilán y Victoria Federica. Como ciudadano de lo que llaman campanudamente “una democracia plena” me pregunto hasta cuándo tenemos que aguantar a una familia en la que el padre ha tenido que abdicar y huir por sus turbios negocios, el yerno fue a la cárcel por lo mismo, su hija se libró por ser quien es, el nieto va en coche millonario y la nieta monta un caballo con el que el abuelo blanqueaba un dineral. Hasta cuándo una democracia plena puede soportar la plena desfachatez.
Las razones de ser de la monarquía han desaparecido. Ha dejado de ser el símbolo de la unidad que genera consenso, procura estabilidad y nos representa tanto dentro como fuera. La Corona ahora es símbolo de privilegio, fraude y opacidad. El rey no es símbolo de unidad sino de desunión porque su figura divide y desestabiliza a España como hemos visto en Cataluña. Felipe VI se ha convertido en el rey sólo de una parte de los españoles. La institución no nos representa a todos dentro y nos da muy mala imagen fuera. De qué sirve una monarquía que no sirve ni nos sirve.
La monarquía parlamentaria según la Constitución ha de servir al Parlamento y al pueblo, que es el verdadero soberano. Felipe VI rompió ese principio cuando decidió por cuenta propia salir el 3 de octubre en televisión a hablar a los españoles sobre la ruptura catalana. Esa decisión sólo corresponde al Gobierno o al Congreso. Pero él quería su 23F, un mito fundacional para consolidar su reinado. A la larga ese mito perdió a su padre porque dio la Corona por ganada. Tanto uno como otro pensaron más en salvar la monarquía que en salvar al país y eso es lo que acaba perdiendo siempre a los Borbones. Pierden primero al país y luego el trono.
No caerán por el sistema porque el sistema se hizo para que no cayeran, caerán por su propio peso, por su propia inutilidad, porque habrán perdido el favor del pueblo.