Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Pedro Sánchez ha vuelto a unir y reunir al PSOE de siempre en el nuevo Congreso de su partido. El partido de Estado, de la Transición y del Régimen del 78. El que defiende a los Felipes, Borbón y González, pero también una leve descentralización. Un partido en el que caben los avances de Zapatero y la modernización del felipismo, al mismo tiempo que las sombras siniestras de Felipe González y la traición al socialismo. Ese partido bisagra entre el orden establecido, el liberalismo económico moderado y el progresismo social. En definitiva, uno de los goznes del sistema, que deja una rendija en la puerta para que se renueve el aire, pero tampoco permite abrir las puertas de par en par.
Después de su viaje en coche hacia la izquierda para recuperar la credibilidad entre afiliados y votantes, Pedro Sánchez ha vuelto al centro. Al centro que es donde está la mayoría de su partido, con un pie a la derecha y la punta del otro a la izquierda. Al centro para tener a todos los barones controlados y evitar un nuevo apuñalamiento. Al centro desde el que puede contentar a los moderados y tranquilizar al mercado, mientras deja que sus socios de gobierno hagan el trabajo sucio. Él lo ha llamado “socialdemocracia”, ahora que la marca resucita en Europa después del hundimiento del 2008, pero la socialdemocracia del PSOE es Unidas Podemos. La agenda social de Pedro Sánchez la dicta Yolanda Díaz.
“Dijimos que subiríamos el salario mínimo y lo hicimos. Dijimos que los jubilados no perderían poder adquisitivo y lo hicimos. Dijimos que aprobaríamos un Ingreso Mínimo Vital y lo hicimos. Dijimos que protegeríamos a los trabajadores y a las empresas ante la pandemia y cumplimos con los ERTE, las ayudas a los autónomos y las ayudas directas y los avales a las empresas. Todo eso hicimos”, presumió el líder socialista en su Congreso. Pero todo eso (y el recorte a las eléctricas, y las leyes trans, de vivienda y del juego) lo han hecho ministros de Unidas Podemos o se ha hecho a instancias de ese partido.
En eso Sánchez es un mago, en hacer aparecer en su chistera el conejo que otros han metido. No es un ideólogo, es un pragmático. Un publicista de sí mismo. Un conjunto vacío que se llena con lo que necesite en cada momento. Se apunta los goles que marcan sus socios mientras guarda la portería de los suyos, de la Corona y del 78. Consciente de que necesitará a Podemos para volver a gobernar, les anima a ser una izquierda fuerte en los próximos comicios. Ya lo contó en su Manual de supervivencia, su principal virtud es su habilidad para resistir. Hay tantos Pedros como estrategias tenga Sánchez para permanecer.
Tiene olfato para reconocer el espíritu de los tiempos y coger los vientos de cambio que le impulsen más lejos, y precisamente por eso, es de justicia decir que él como presidente ha facilitado las reformas que propulsan sus socios, templándolas pero venciendo las resistencias de su partido. Sánchez ha quitado a Calvo o Ábalos, que eran un freno o ha cedido a las presiones de Yolanda Díaz frente a las de Nadia Calviño. Al tiempo que promueve una reforma constitucional, la descentralización, una ley de memoria o el diálogo con Cataluña, se alinea con la monarquía y con los consensos de hace 40 años. Un pie a cada lado para mantener el equilibrio.
Desde el 15M se viene repitiendo que al PSOE le sobran la S de socialista y la O de obrero. Sería más acertado decir que la S es de sistema y la O de orden. Pero hoy por hoy es el gozne para que siga existiendo una ranura por la que se cuelen los aires de cambio que necesita este país. España no está sociológica ni ideológicamente abierta a más. La izquierda transformadora tendrá que seguir saltando desde ese trampolín de piedra.
Pedro Sánchez ha vuelto a unir y reunir al PSOE de siempre en el nuevo Congreso de su partido. El partido de Estado, de la Transición y del Régimen del 78. El que defiende a los Felipes, Borbón y González, pero también una leve descentralización. Un partido en el que caben los avances de Zapatero y la modernización del felipismo, al mismo tiempo que las sombras siniestras de Felipe González y la traición al socialismo. Ese partido bisagra entre el orden establecido, el liberalismo económico moderado y el progresismo social. En definitiva, uno de los goznes del sistema, que deja una rendija en la puerta para que se renueve el aire, pero tampoco permite abrir las puertas de par en par.