Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Ya podemos hablar de la Trama Máster del PP. Cifuentes no es más (ni menos) que la punta del iceberg de una corrupción organizada para regalar títulos y puestos universitarios a miembros, familiares y amigos del partido. No es un caso aislado. No son manzanas podridas, es todo un cesto tramado, una vez más, para expoliar lo público en beneficio propio.
La todavía presidenta de la Comunidad de Madrid no ha sido la única. Cargos del PP madrileño y del entorno del Gobierno aprobaron asignaturas del mismo máster con actas también falsificadas. No fueron a clase. Tampoco Pablo Casado, que empezó diciendo que no recordaba si había ido. A nadie que haya hecho un máster se le olvida algo así, sé de lo que hablo. Es otra prueba de lo poco que les importa todo.
A Casado es que siempre le ha fallado la memoria histórica. Lo suyo es como las noches locas en Las Vegas. Se despertó con un máster y no recordaba cómo lo había conseguido. Se lo recordamos. Lo obtuvo gracias a la convalidación de 18 de las 22 asignaturas y a cuatro trabajos que no suman 90 páginas. En su caso no es un máster falsificado, es un máster facilitado. A usted y a mí no nos darían el título sin asistir a clases, a ellos se lo dan porque son de otra clase. De la clase de los que no tienen que esforzarse.
Seguimos. Los títulos regalados los repartía el presunto tutor del inexistente trabajo de Cifuentes que tiene una negocio opaco de cursos y másteres. No es sólo repartir diplomas, es repartirse dinero. Por cierto, que una de las profesoras cuya firma fue falsificada en el caso Cifuentes, le ha acusado de amenazarla para que firmara el acta fraudulenta. No podía faltar la extorsión en una trama mafiosa.
Tampoco podían faltar los enchufes y puertas giratorias. El profesor que pidió el cambio de las notas de Cifuentes ha estado enchufado por el PP en dos ayuntamientos madrileños y en el Ministerio de Hacienda. Él, a su vez, colocó en la Universidad a otro cargo que tuvo que dejar su acta de diputado al ser imputado en la Púnica. Les echan por presunta corrupción de lo público y los recolocan... ¡en lo público! Tampoco podía faltar el descaro de las tramas.
Nada de esto es nuevo. Desde que el PP la creó en 1996, la Rey Juan Carlos es conocida como “agencia de colocación” para amigos y familiares del partido. Ahí hay familia de Cifuentes, Granados, Gallardón, Mayor Oreja... Ahí colocaron en la cúpula a un rector amigo, otro que tal que plagió su tesis, para que dirigiese el cortijo. Ahí también se le concedió un doctorado honoris causa al nada honorable Rodrigo Rato.
Es una red clientelar para colocarse, sacarse títulos, darse honores o hacer negocio a costa de nuestro dinero y de las instituciones públicas, a las que exprimen hasta destrozarlas. Y les da igual que lo sepamos. “Vale, no tiene el máster, ¿y qué?”, decía ayer el presidente del PP de León. Tienen mentalidad de caciques, de señoritos, de sátrapas. Creen que todo vale porque ellos lo valen. Son parásitos. Lo llevan en las siglas. Son una plaga, una peste.
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