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Al censo electoral

Los de Podemos aseguran que González y Aznar se parecen más que nadie en España, dos gotas de agua. Los del PP dicen que Pablo Iglesias se parece a González. Rajoy afirma que su partido es el de “los seres humanos normales”, mientras que al resto les apoyan mutantes, superdotados y en general individuos excepcionales. Podemos dice que son “la gente”. ¿Se han vuelto todos locos? ¿O ya lo estaban, venían así de casa?

Debajo de toda esta cháchara parece haber como único suelo un axioma en el que se diría que creen con la fe del carbonero: que votamos a quien se parezca a nosotros. A mí me da que eso es tan falso como suponer que sólo nos gustan las películas protagonizadas por tipos que se nos parezcan. Por mucho que nos pueda gustar López Vázquez o Rafaela Aparicio, en general preferimos que los protagonistas sean como Brad Pitt o Angelina Jolie.

Groucho Marx decía que no sería socio de ningún club que admitiera a tipos como él. A mí en política me pasa lo mismo, no votaría a alguien como yo. Nunca. Ni harto de vino. Quiero que me represente alguien más guapo, más inteligente, mejor preparado y con más tenacidad que yo. Si no, ¿para qué?

En general, para elegir al delegado de clase, al presidente de la Comunidad de Propietarios o al abogado que represente mis derechos, mi voto irá para alguien que sea casi lo opuesto de mí, una persona paciente y negociadora, pero firme, alguien implacable, que se salga siempre con la suya, un discutidor temible y que nunca se dé por vencido.

Unos estudios científicos a los que he tenido acceso no dejan lugar a dudas: en España sólo se vota al yerno o al cuñado perfecto. Suárez lo fue. González, también. Aznar, aunque cueste creerlo, fue el ideal de cuñado para millones de españoles. Rajoy y Zapatero, con menos entusiasmo y más resignación, también fueron elegidos por no parecerse a nosotros, sino a una versión corregida y mejorada de nosotros mismos.

¿Uno de los nuestros al poder? La idea es demagógica y rudimentaria, además de disparatada: no queremos eso, sino alguien que defienda nuestros derechos, alguien con mucho más temple y carácter que nosotros.

En mi opinión se están equivocando: nadie quiere alguien como nosotros, sino mucho mejor o al menos mucho más eficaz.

Mi pregunta a los votantes es: ¿de verdad se votarían a sí mismos o alguien igual a ustedes?

Porque creo que se equivocarían: no necesitamos un fulano cualquiera, como nosotros mismos, sino alguien mucho más capaz que nosotros. Alguien a quien podamos respetar.

Ya sé que es mucho pedir. Sin embargo, me gustaría que los candidatos hicieran un esfuerzo por no ser como nosotros, en lugar de querer parecerse. Queremos que nos representen y defiendan nuestros derechos, no que se parezcan a nuestros verdaderos cuñados.

Los de Podemos aseguran que González y Aznar se parecen más que nadie en España, dos gotas de agua. Los del PP dicen que Pablo Iglesias se parece a González. Rajoy afirma que su partido es el de “los seres humanos normales”, mientras que al resto les apoyan mutantes, superdotados y en general individuos excepcionales. Podemos dice que son “la gente”. ¿Se han vuelto todos locos? ¿O ya lo estaban, venían así de casa?

Debajo de toda esta cháchara parece haber como único suelo un axioma en el que se diría que creen con la fe del carbonero: que votamos a quien se parezca a nosotros. A mí me da que eso es tan falso como suponer que sólo nos gustan las películas protagonizadas por tipos que se nos parezcan. Por mucho que nos pueda gustar López Vázquez o Rafaela Aparicio, en general preferimos que los protagonistas sean como Brad Pitt o Angelina Jolie.