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A Mariano Rajoy

Que Cataluña se declare independiente o no es algo que no tienen derecho a decidir los catalanes. Qué va. Tienen que decidirlo todos los españoles. Si no estoy distraído, tal tontería es lo que defienden los mejores cerebros de la España Una, Grande y Libre.

A mí, qué le voy a hacer, me parece una mamarrachada parecida a decir: que una señora quiera divorciarse es una decisión que no puede tomar ella, sino que debe tomarla el matrimonio en su conjunto. Por tanto, si el marido no está de acuerdo, ¿cómo va a divorciarse unilateralmente esa señora insensata, manirrota y algo casquivana? Su sitio está en casa, ¿no? Además, si se divorcia por su cuenta, se va a quedar sin amigos, fuera de la Unión Europea y sin poder jugar la Liga.

Todo el mundo sabe que si el cerril Gobierno de España no hubiera impedido un referéndum, lo habrían perdido los independentistas y Cataluña seguiría infelizmente casada con España y todo el santo día con el aburrimiento de las discusiones de alcoba y cocina: al fin y al cabo el matrimonio es la guerra por otros medios, sin treguas ni alto el fuego, a pesar de que a los más pequeños les digamos otra cosa para preservar su (presunta) inocencia y sus ilusiones (al parecer intactas). Así que no les han dejado otro remedio, han alimentado el independentismo y tendrán que atenerse a las consecuencias.

Ahora de nada sirven los expertos en Derecho Constitucional que dicen que la independencia no está contemplada en la Constitución. No fastidies, experto, ya lo sabíamos, pero importa un rábano y lo primero que han aclarado los independentistas es que el Constitucional se la trae al pairo. Supongo que sus remilgos legalistas serán la triste herencia de la Transición, cuando las más finas y superferolíticas mentes de nuestro país estaban convencidas de que era vital dejar atrás una dictadura mediante las leyes de la propia dictadura. Hay que ser chiripitifláutico para no declarar nulas las leyes de una dictadura o las del país del que uno se independiza. Pero algunos hasta presumen de eso y dicen que todo se hizo dentro de la legalidad, es decir, de la legalidad franquista. Naturalmente que una declaración de independencia es inconstitucional, como una democracia va en contra de los Principios Fundamentales del Movimiento que juraron tanto el rey Juan Carlos como el presidente Suárez. En la Transición se hizo así y el resultado a la vista está. A mí me parece bien por tanto que ahora las cosas se hagan de otra forma. Como decía Einstein: la estupidez es repetir una y otra vez lo mismo y esperar un resultado diferente.

Antes de esas elecciones que ganaron los independentistas por mayoría tanto de votos como de escaños, pedí que cada uno jugara con las cartas que se ha repartido a sí mismo en este vodevil: que si ganaban los independentistas, declararan la independencia. Y si la declaraban, que el Gobierno enviara tanques a tomar Barcelona y aplicara el estado de guerra.

Los independentistas, a trancas y barrancas, están cumpliendo.

¿Y usted, Mariano Rajoy? ¿Cuándo va a invadir Cataluña? ¿Cuándo va a prohibir falsas banderas, como la que llaman “senyera”; ídolos fraudulentos, como el Barça; y becerros de oro, como la Moreneta? ¿Va a cumplir su palabra o va a pedir un descarte, como en el mus, a ver si le sale al menos un poco de juego o lo justo para treinta al punto?

Usted habrá leído en Gibbon (o quizá en el Marca) que la felicidad de los romanos procedía en general de la abulia de sus emperadores, que les incapacitaba, por fortuna, para hacer cumplir sus deseos. Quizá por eso no hace nada y cogerá la lira para ver cómo arde Roma. A lo mejor soy el único, pero a mí todo esto me parece puro teatro. Cada uno debe representar el papel que le toca. Cumpla usted también: declare la guerra a Cataluña.

A lo mejor así, llevando su propia lógica hasta su extremo, tanto los independentistas como los patrioteros constitucionales se dan cuenta la irreparable estupidez en la que se meten cogiditos de la mano.

Que Cataluña se declare independiente o no es algo que no tienen derecho a decidir los catalanes. Qué va. Tienen que decidirlo todos los españoles. Si no estoy distraído, tal tontería es lo que defienden los mejores cerebros de la España Una, Grande y Libre.

A mí, qué le voy a hacer, me parece una mamarrachada parecida a decir: que una señora quiera divorciarse es una decisión que no puede tomar ella, sino que debe tomarla el matrimonio en su conjunto. Por tanto, si el marido no está de acuerdo, ¿cómo va a divorciarse unilateralmente esa señora insensata, manirrota y algo casquivana? Su sitio está en casa, ¿no? Además, si se divorcia por su cuenta, se va a quedar sin amigos, fuera de la Unión Europea y sin poder jugar la Liga.