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A Paula Corroto

Querida Paula, he leído con mucho interés tu artículo sobre Mark Zuckerberg y su decisión de leer un libro cada dos semanas. Me parece estupendo tu punto de vista: qué gran noticia que alguien que puede hacer algo (o más bien mucho) lo haga.

Quizá el mejor espaldarazo que pueda recibir la lectura ha sido éste. Que en lugar de adoptar un régimen para adelgazar, muchas personas este año se hayan puesto a plan con el “método Zuckerberg” me parece una de esas noticias buenas a las que tan alérgicos sois los periodistas. En mi pueblo somos muchos los que estamos siguiendo el “plan Zuckerberg”, pero por nuestra cuenta: los libros no los elige ese tipo, sino nosotros.

No se nos quitará la barriga ni los michelines ni la celulitis, pero se nos quitará la adiposidad de la inteligencia, la piel de naranja de la sensibilidad, la grasa del entendimiento.

Un aplauso, por tanto, para Zuckerberg. Otro para ti, Paula, por tu artículo. El que echo mucho de menos es el artículo, no sobre las consecuencias de lo que ha hecho Zuckerberg, sino sobre sus causas. ¿Por qué ha decidido de pronto ponerse a leer?

Él mismo lo ha explicado: “Los libros te permiten explorar con mayor profundidad los temas frente a la mayoría de los medios actuales”.

Ahí queda eso, ¡y dicho por el fundador de Facebook!

Este joven, que podría ser un apóstol de la nuevas tecnologías, es evidente (para mí) que disfruta de una inteligencia espectacular.

Está bien fundar una red social y ganar millones. Pero está mucho mejor aún darse cuenta de que, mientras no lea, se está perdiendo algo esencial, algo más valioso que todo su dinero, algo que sólo se puede obtener con los libros.

Lo que él llama “los medios actuales”, es decir, las nuevas tecnologías, son superficiales, no te hacen llegar a donde te lleva un libro. Si lo dijera yo, habría que oír las risas y las acusaciones de casposo erudito con alergia a lo nuevo. Menos mal que lo ha dicho Zuckerberg, nunca se lo agradeceré lo bastante.

Aquel ya difunto millonario sedicente zen que meditaba y comía muy rarito, no tenía más horizonte en la vida que amasar una fortuna. Y esotro millonario que usa charlatanería de escuela de negocios, ídem de lienzo. Y de repente llega el señor Mark y resulta que tiene algo que decir. Escuchémosle.

Creo que está diciendo (y es mi pregunta), ¿por qué en este diario no montas un club de lectura de un libro cada dos semanas?

Lo hacen otros (The Guardian, por ejemplo), pero no hay por qué ser original sino efectivo.

Sé que te escribo, como de costumbre, para hacerte una proposición indecente. Pero si tú te animas, querida Paula, cuenta conmigo. Para lo que quieras: elaborar guías de lectura, subir material auxiliar, comentar, participar, etc.

Si en este diario leemos juntos, vamos a aprender a leer mejor, con más intensidad, con más profundidad, con más placer.

Que las consecuencias de la decisión de Zuckerberg no se midan sólo en dinero (que ha hecho ganar a las editoriales, etc.): que se midan en el impulso para llegar al fondo que nos dé, en la felicidad que provoque en los que leamos, en la alegría de leer juntos y hacer algo con lo leído.

Ahí va el guante, por si te apetece recogerlo. Un beso, querida Paula.

Querida Paula, he leído con mucho interés tu artículo sobre Mark Zuckerberg y su decisión de leer un libro cada dos semanas. Me parece estupendo tu punto de vista: qué gran noticia que alguien que puede hacer algo (o más bien mucho) lo haga.

Quizá el mejor espaldarazo que pueda recibir la lectura ha sido éste. Que en lugar de adoptar un régimen para adelgazar, muchas personas este año se hayan puesto a plan con el “método Zuckerberg” me parece una de esas noticias buenas a las que tan alérgicos sois los periodistas. En mi pueblo somos muchos los que estamos siguiendo el “plan Zuckerberg”, pero por nuestra cuenta: los libros no los elige ese tipo, sino nosotros.