Carta con respuesta es un blog del escritor Rafael Reig. Dejad vuestros comentarios en este blog sobre vuestras preocupaciones políticas, sociales, económicas, teológicas o de cualquier índole, y él os responderá cada martes.
A nuestros políticos
Puesto que también a mí iba dirigida, leí la estrambótica carta que Artur Mas y unos amigos suyos escribieron “A los españoles”. Parecía que los abajo firmantes concebían el dichoso proceso como una cuestión sentimental, parecido a una ruptura de pareja llena de reproches y retórica. Es la única explicación que le veo a cursiladas tan sonrojantes como: “Catalunya (sic) ha amado a España y la sigue amando”. ¡Oh, cielos! No debía de querernos y, sin embargo, ¡nos quiere! Cataluña (vale, Catalunya, si esa chiquillada les hace felices) no se siente amada por Espanya, porque ella, la malcasada, “ha amado... a pesar de la ausencia de reciprocidad”. Ella, que tanto se ha entregado y ¿qué ha recibido a cambio? ¡Ni un gramo de amor! He ahí el verdadero problema: esas razones del corazón, que la razón nunca podrá entender (y ni falta que le hace, quizá).
Menuda fotonovela están montando. Resulta que, en el lacrimógeno folletín de Mas y sus amigos: “Catalunya ha amado a pesar de no ser amada, ha ayudado a pesar de no ser ayudada, ha dado mucho y ha recibido poco o nada, si acaso las migajas cuando no el menosprecio de gobernantes y gobiernos”. ¿A que suena a Corín Tellado? ¿Balanzas fiscales? ¿Inversiones? ¿Competencias? No se trata de semejantes groserías, sino de sentimientos, tan delicados que algunos no pueden entenderlos: se trata de amor en vano, dilapidado y no correspondido. En fin, el colofón de esta azucarada diatriba amorosa es todo un clásico: “Es imposible vivir juntos sufriendo insultos, maltratos y amenazas cuando pedimos democracia y que se respete nuestra dignidad”. Para mear y no echar gota.
Puesto en estos términos, no se trata de lo que diga el Constitucional: lo mejor es que Catalunya llame al 016, el teléfono contra el maltrato. Y recordad, catalanes, esas llamadas no figurarán ni en la factura ni los presupuestos del Estado.
Ahora bien, la pregunta es: ¿por qué hay que ponerlo en esos términos?
El otro día me sorprendí diciéndole a un amigo que votaría sí a la independencia de Catalunya si fuera catalán. ¿Por qué? Pues gracias al PP y al PSOE, los verdaderos padres del independentismo. Unos partidos dizque democráticos no pueden negarse a un referéndum. Pero es que la cosa ha ido a peor, con amenazas de todo tipo, la última del Banco de España. Como os independicéis os quedáis sin Unión Europea, sin postre, sin agua caliente, con corralito financiero, sin que nadie beba cava, sin empresas, sin merienda, no volveréis a probar el jamón ibérico en la vida y el Barça sólo podrá jugar en descampados, poniendo las mochilas para marcar las porterías. En fin, ídem de lienzo: para mear y no echar gota.
¿Qué clase de argumentación es esa? En mi opinión, es un alegato a favor de la independencia. Cualquier persona sensata diría: ¿ah, sí? Pues ahora voto a favor, sólo por ver qué pasa y porque no tengo por qué aguantar idioteces y amenazas.
La misma pregunta, pues, para el PP y el PSOE: ¿por qué hay que ponerlo en esos términos?
Parecería sensato sentarse a hablar, poner sobre la mesa todo, desde las balanzas fiscales a los agravios históricos, y también la independecia, cómo no, y tratar de resolver algo.
Pues no: en Catalunya gimotean con el amor no correspondido y lamentaciones de malcasada. En España vociferan como se hablaría a un adolescente revoltoso que quiere irse de casa, profiriendo amenazas truculentas y apocalípticas, y acusaciones pueriles (este loco va a estrellar el país, conduce por el carril contrario, etc.).
Mi pregunta a los independentistas catalanes y a los defensores de la unidad de España es la misma: ¿no han visto demasiadas teleseries? ¿Por qué no hablan como adultos y se dejan de hacer teatro? ¿Se dirigen ustedes a ciudadanos o sólo a telespectadores?
Defiendan su postura, pero, si no es mucho pedir, háblennos como a personas, no nos traten como si fuéramos invitados de un concurso de la tele.
Puesto que también a mí iba dirigida, leí la estrambótica carta que Artur Mas y unos amigos suyos escribieron “A los españoles”. Parecía que los abajo firmantes concebían el dichoso proceso como una cuestión sentimental, parecido a una ruptura de pareja llena de reproches y retórica. Es la única explicación que le veo a cursiladas tan sonrojantes como: “Catalunya (sic) ha amado a España y la sigue amando”. ¡Oh, cielos! No debía de querernos y, sin embargo, ¡nos quiere! Cataluña (vale, Catalunya, si esa chiquillada les hace felices) no se siente amada por Espanya, porque ella, la malcasada, “ha amado... a pesar de la ausencia de reciprocidad”. Ella, que tanto se ha entregado y ¿qué ha recibido a cambio? ¡Ni un gramo de amor! He ahí el verdadero problema: esas razones del corazón, que la razón nunca podrá entender (y ni falta que le hace, quizá).
Menuda fotonovela están montando. Resulta que, en el lacrimógeno folletín de Mas y sus amigos: “Catalunya ha amado a pesar de no ser amada, ha ayudado a pesar de no ser ayudada, ha dado mucho y ha recibido poco o nada, si acaso las migajas cuando no el menosprecio de gobernantes y gobiernos”. ¿A que suena a Corín Tellado? ¿Balanzas fiscales? ¿Inversiones? ¿Competencias? No se trata de semejantes groserías, sino de sentimientos, tan delicados que algunos no pueden entenderlos: se trata de amor en vano, dilapidado y no correspondido. En fin, el colofón de esta azucarada diatriba amorosa es todo un clásico: “Es imposible vivir juntos sufriendo insultos, maltratos y amenazas cuando pedimos democracia y que se respete nuestra dignidad”. Para mear y no echar gota.