Carta con respuesta es un blog del escritor Rafael Reig. Dejad vuestros comentarios en este blog sobre vuestras preocupaciones políticas, sociales, económicas, teológicas o de cualquier índole, y él os responderá cada martes.
Escribir en estéreo
Creo que hay que leer el artículo de Felipe G. Gil que analiza, en relación con una serie de la tele, algunos estereotipos negativos asociados a los migrantes latinoamericanos y propone combatirlos: “Para cualquier persona con sentido crítico debería ser prioritario combatir estos estereotipos negativos”.
Estoy de acuerdo, pero, a mi modo de ver, la primera dificultad reside en que los estereotipos no son optativos, sino una herramienta indispensable en nuestra forma de comprender la realidad. Creo que era Aldous Huxley quien decía que enfrentarse a algo desconocido sin prejuicios es la actitud propia de un simio. Nuestro acercamiento es más complicado e incluye prejuicios y generalizaciones que funcionan como hipótesis que ponemos a prueba. A menudo la prueba destruye esos mismos prejuicios que nos han permitido elaborarla y en eso consiste nuestro aprendizaje. Elaboramos nuestra propia visión del mundo (es decir, nuestros propios estereotipos) a partir de los prejuicios comúnmente aceptados, y muy a menudo en contra de ellos.
Dicho de otro modo, no me parece posible prescindir de estereotipos, de generalizaciones o de prejuicios, algunos de ellos negativos, no faltaba más. Los tenemos sobre casi todo porque los necesitamos: latinoamericanos y banqueros, sobre qué debe ser una pareja o cómo debemos reaccionar ante la muerte de un ser querido, sobre la traición, la gente que tiene animales en casa, el pescado azul o el consumo de verduras.
Así que, como se pregunta Felipe G. Gil, ¿qué hacemos con los estereotipos?
¿Podemos prescindir de ellos? A mí me parece que no. Todo novelista sabe que sus personajes deben tocar por un lado el estereotipo, mientras que por el otro deben resistirse a la generalización. De hecho, según lo veo, la fuerza de un personaje estriba precisamente en la tensión entre lo que tiene de tipo y lo que tiene de individuo. Si sólo fuera un tipo (el arribista, la femme fatale, el traidor, etc.) la novela se desinflaría al instante y sólo funcionaría (acaso) como éxito de ventas. Si sólo fuera un individuo, alguien a quien no pudiéramos reconocer y que no tuviera un alcance general, la novela estallaría hecha minúsculos pedazos.
Julien Sorel es un individuo y al mismo tiempo representa a un tipo de individuo; de ahí su fuerza. Su ambición es reconocible para nosotros y al mismo tiempo específica de la sociedad de su tiempo; de ahí también su fuerza.
Una novela mala es sólo estereotipo o sólo casos singulares sin fuerza representativa. Una buena novela se construye a partir de la tensión entre el tipo y el individuo.
¿Qué podemos hacer con los estereotipos? ¿Construir otros en contra? No estoy seguro: quizá la única solución es leer más novelas (y dejar de ver series de televisión).
No hay otra forma de ir más allá de nuestros prejuicios, de discutir con ellos, de ponerlos a prueba y de lograr finalmente una visión propia del mundo.
A despecho del dogma contemporáneo, sigo creyendo que es la novela la que influye de forma decisiva en el imaginario colectivo; la que crea la narración, el estereotipo, los prejuicios con los que nos enfrentamos a la realidad.
El problema es: ¿cuándo los novelistas responderemos al reto que nos plantea Felipe G. Gil? ¿Seremos capaces de crear un nuevo imaginario con respecto a los migrantes, por ejemplo, pero también en relación con todo lo demás? ¿Seremos capaces de escribir en estéreo, con personajes que suenen como tipos en un altavoz y como indivuos en otro?