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No falten a la cita

Pues estoy bastante de acuerdo, Tonyo, si bien admito que es difícil: lo que más se vende son las novedades y los libreros llevan a la feria lo que se vende. Con todo, es sólo en la feria donde se hacen visibles las editoriales independientes, como explica este excelente artículo también de Paula Corroto, que sin embargo creo que lleva un titular que es un disparate: “La Feria del Libro de Madrid muestra la atomización del sector editorial”.

¿La qué? ¿Atomización? ¡Amos anda!

Si algo caracteriza al sector editorial es precisamente lo contrario: una imparable y brutal concentración que hace que la mayor parte de lo que se publica (bajo sellos distintos) pertenezca a las mismas empresas.

A dos en concreto: Planeta y Penguin Random House Mondadori.

Atomizar es “dividir en partes sumamente pequeñas, pulverizar” y al sector editorial sólo podría aplicársele este verbo en el segundo sentido: los grandes monstruos están pulverizando, reduciendo a polvo, la edición en España.

Así las cosas, la feria aún es una reserva india donde todavía tienen presencia las pocas editoriales independientes que quedan. El único momento del año en que el lector común y corriente tiene acceso a esas nuevas editoriales minúsculas y admirables de las que habla el artículo. En ese sentido, sólo la feria “muestra” algo que ya casi no existe.

Son un pequeño reducto de bibliodiversidad que debemos defender, porque, como esto siga así, no tardará en llegar el día en que todo lo que se publique en nuestro país pertenezca al mismo dueño. En ese momento, el universo del libro, cuya verdadera riqueza es la diversidad, se habrá convertido en el sombrío monólogo de una sola empresa que decidirá qué podemos leer y evitará publicar lo que no les convenga. No hay más que ver el camino que ha seguido la música o el cine para echarse a temblar.

Puede que lleve cuarenta años visitando la feria de Madrid, que siempre he considerado un espacio privilegiado en el que es posible evitar a los dos grandes enemigos de la cultura: la uniformidad y la novedad. La presencia de las editoriales pequeñas e independientes, aunque sea agrupadas, como explica el artículo, garantiza que no va a haber lo mismo en todas las casetas. Por otra parte, que las editoriales lleven a la feria su fondo permite esquivar las novedades y encontrar títulos que ya no circulan por las librerías.

El ciclo de vida de un libro es tan breve como el de una lombriz. Aguantan enseñando la tapa unos días, luego muestran el lomo y languidecen en un estante hasta que por fin desaparecen, y todo ello en cuestión de un par de semanas. Pocas librerías hay en las que se pueda encontrar, no ya las Etimologías de San Isidoro, sino simplemente una buena novela de hace más de diez años. Para eso está la feria, a mi modo de ver.

Las Etimologías seguro que las encuentro en la caseta de la Biblioteca de Autores Cristianos (la 305). En la de Plaza y Janés (la 151) buscaré (sin muchas esperanzas de encontrarla) una deslumbrante novela de Carlos Pujol que nunca pude conservar, porque se la he regalado a todos mis amigos, Jardín inglés: algo así como la Pimpinela Escarlata en la guerra civil española contada por P.G. Woodehouse.

Hay algo esperándonos a cada uno de nosotros: vaya a la cita para encontrarlo.

Pues estoy bastante de acuerdo, Tonyo, si bien admito que es difícil: lo que más se vende son las novedades y los libreros llevan a la feria lo que se vende. Con todo, es sólo en la feria donde se hacen visibles las editoriales independientes, como explica este excelente artículo también de Paula Corroto, que sin embargo creo que lleva un titular que es un disparate: “La Feria del Libro de Madrid muestra la atomización del sector editorial”.

¿La qué? ¿Atomización? ¡Amos anda!