Carta con respuesta es un blog del escritor Rafael Reig. Dejad vuestros comentarios en este blog sobre vuestras preocupaciones políticas, sociales, económicas, teológicas o de cualquier índole, y él os responderá cada martes.
Je me souviens
Pues sí, je me souviens, como Georges Pérec, estuve allí, aún no tenía ni veinte años cuando el PSOE ganó las elecciones en 1982, y recuerdo el entusiasmo incluso de quienes habíamos depositado un voto inútil (es decir, a la izquierda), claro que me acuerdo y por eso mismo, porque je me souviens, j’accuse, como Émile Zola: el PSOE es el creador del 15-M.
Pocos partidos en la historia de España obtuvieron un apoyo tan masivo al llegar al poder como aquel PSOE de hace treinta años. ¿Qué hicieron con aquel capital de entusiasmo? Defraudar y derrocharlo en cuartos de baño (Boyer), en defender el Estado de Derecho desde las cloacas (el GAL), en menospreciar en público a los estudiantes que se oponían a la LOGSE (Rubalcaba), en bombardear Yugoslavia (Solana) o en cultivar bonsáis enanos como emblema de la reducción de cabezas a la que se consagraron con fanático empeño de jíbaros. La derecha jamás decepcionó a nadie, pero el PSOE lleva sobre sus hombros la responsabilidad de haber defraudado a toda una generación hasta expulsarla de la política (y de paso hasta del empleo). Quien convenció a los españoles de que la democracia era una filfa fue aquel Felipe González al que Sánchez Ferlosio definió con acierto: “gatazo blanquinegro y tontiastuto, castrado, gordinflón y satisfecho”, el mismo que hablaba de la “desmovilización” y del “sosiego” (su palabra favorita, llegó a decir).
Todos aquellos tipos, a los que la victoria electoral sólo les sirvió para ponerse en astillero y repartirse consejos de administración (con Juan Luis Cebrián a la cabeza) son los culpables del “desprestigio de las instituciones”, del que ahora se escandalizan con gazmoñería monjil. Tenían un apoyo unánime y ni por vergüenza torera fueron capaces de arrimarse: convencieron a todo el mundo de que los políticos eran todos iguales y certificaron la inutilidad del parlamento. El 15-M, tomar la calle, acampar en Sol, no es más que una respuesta al impudor del PSOE.
Porque aquel PSOE es el mismo de ahora: la última decisión de Zapatero, antes de despedirse, con el Gobierno ya en funciones, fue el indulto para el consejero delegado del Santander. ¿Cuántos años lleva ya el PSOE convertido en mal menor? ¿Cuántas veces seguirá aún pidiendo el voto “para no ceder ante la derecha”?
Estoy hasta la coronilla del argumento del mal menor y de acuerdo con mi amigo Antonio Orejudo, señor Saint-Exupery. Lo único que quizá ayudaría un poco sería que el PSOE entero pidiera el alta en el PP, donde iban a estar la mar de a gusto y tanto tienen que aportar: así podríamos barajar y volver a repartir cartas que no estén marcadas.
Pues sí, je me souviens, como Georges Pérec, estuve allí, aún no tenía ni veinte años cuando el PSOE ganó las elecciones en 1982, y recuerdo el entusiasmo incluso de quienes habíamos depositado un voto inútil (es decir, a la izquierda), claro que me acuerdo y por eso mismo, porque je me souviens, j’accuse, como Émile Zola: el PSOE es el creador del 15-M.
Pocos partidos en la historia de España obtuvieron un apoyo tan masivo al llegar al poder como aquel PSOE de hace treinta años. ¿Qué hicieron con aquel capital de entusiasmo? Defraudar y derrocharlo en cuartos de baño (Boyer), en defender el Estado de Derecho desde las cloacas (el GAL), en menospreciar en público a los estudiantes que se oponían a la LOGSE (Rubalcaba), en bombardear Yugoslavia (Solana) o en cultivar bonsáis enanos como emblema de la reducción de cabezas a la que se consagraron con fanático empeño de jíbaros. La derecha jamás decepcionó a nadie, pero el PSOE lleva sobre sus hombros la responsabilidad de haber defraudado a toda una generación hasta expulsarla de la política (y de paso hasta del empleo). Quien convenció a los españoles de que la democracia era una filfa fue aquel Felipe González al que Sánchez Ferlosio definió con acierto: “gatazo blanquinegro y tontiastuto, castrado, gordinflón y satisfecho”, el mismo que hablaba de la “desmovilización” y del “sosiego” (su palabra favorita, llegó a decir).