Carta con respuesta es un blog del escritor Rafael Reig. Dejad vuestros comentarios en este blog sobre vuestras preocupaciones políticas, sociales, económicas, teológicas o de cualquier índole, y él os responderá cada martes.
De tonta, ni un pelo
No hará falta esperar tanto, recuerde que ya en septiembre de 2012 Mario Vargas Llosa le dedicó un baboso artículo que era la fogosa declaración de amor entre liberales hasta las trancas de Viagra. Es verdad que el azucarado artículo respondía al anuncio de Aguirre de su retirada de la política, que el fino analista Vargas Llosa se tragó sin masticar, de un bocado, con una credulidad conmovedora y sin darse cuenta de que no era más que otra marrullería de su idolatrada y pizpireta Juana de Arco. Leído ahora, el panegírico produce aún más sonrojo que en su momento.
En cualquier caso, ¿cómo que no hay remedio? Claro que hay remedio: con no votarla, se acabó la historia.
Y ése es el problema. ¿Por qué dice tantas gansadas Esperanza Aguirre? Para conseguir votos.
No creo, ni de broma ni harto de vino, como afirma Vargas Llosa, que haya pocos políticos “que tengan más respeto por el trabajo creativo —artístico o intelectual— que Esperanza Aguirre y que hayan hecho más esfuerzos que ella, en su vida privada, en los escasos recreos que le deparaba su enloquecedora agenda de trabajo, para leer, asistir a conciertos o exposiciones y estar enterada del ir y venir de la vida cultural”.
Pero tampoco creo, como se lee en tantos comentarios, que esté loca o que sea idiota. Ni mucho menos.
Si Aguirre suelta esas barbaridades es porque hay quienes están deseando escucharlas y las necesitan para votar al PP.
Esto es tan simple que hasta el PSOE lo comprendió hace la torta y lleva desde entonces intentando fracturar el voto al PP. Sabe que, naturalmente, sólo le puede quitar votos al PP por la derecha, pero hasta ahora no ha conseguido que aparezca nada ni nadie a la derecha del PP, ni Jesús Gil ni una ultraderecha como en Francia, por ejemplo. ¿Quién necesita ultraderecha teniendo un PP ecuménico, en el que caben todos, dispuesto a no perderse ni un solo voto por ese lado?
Muertos Jesús Gil y Blas Piñar, y siendo una insensatez garantizada contar con Ruiz Mateos, no queda nadie, salvo Rosa Díez y Fernando Savater, que pueda hacer el trabajo de fracturar el voto del PP por la derecha.
¿Y por la izquierda? ¡Por ahí no hay sitio, de eso ya se encarga el PSOE! El PSOE es tan de derechas que no deja ningún resquicio para romper al PP por ese lado: entre los dos partidos no corre el aire ni cabe un alfiler. Quienes pensaron que Ruiz Gallardón podía ser ese diminuto alfiler o ala izquierda del PP deberían de haber escuchado a su padre, que decía: “Si crees que yo soy de derechas, es que no conoces a mi hijo Alberto, ése sí que es de derechas”. A las pruebas me remito, cada día más visibles.
En cuanto a UPyD, admito que emite en estéreo o como esa mancha en el ojo, que aparece cada vez en un lugar distinto, hoy a la izquierda, mañana a la derecha; pero parece evidente que sus votos no se los quita al PP, sino al PSOE.
Así que Aguirre ni es boba ni está loca: está haciendo su trabajo y lamentablemente con muy buenos resultados. Por la izquierda los votos están seguros, porque el PSOE es de derechas y hasta el más simple entiende que, puestos a votar a la derecha, mejor a profesionales de toda la vida. Por la derecha los votos se aseguran con gansadas como las de Aguirre, que son las que ciertos votantes necesitan oír para sentirse a gusto.
De tonta, ni un pelo.
¿Qué está haciendo en cambio la izquierda, es decir, quienes estamos a la izquierda del PSOE? Ésa es otra historia, pero es bastante triste, así que casi la dejamos para otro rato.
No hará falta esperar tanto, recuerde que ya en septiembre de 2012 Mario Vargas Llosa le dedicó un baboso artículo que era la fogosa declaración de amor entre liberales hasta las trancas de Viagra. Es verdad que el azucarado artículo respondía al anuncio de Aguirre de su retirada de la política, que el fino analista Vargas Llosa se tragó sin masticar, de un bocado, con una credulidad conmovedora y sin darse cuenta de que no era más que otra marrullería de su idolatrada y pizpireta Juana de Arco. Leído ahora, el panegírico produce aún más sonrojo que en su momento.
En cualquier caso, ¿cómo que no hay remedio? Claro que hay remedio: con no votarla, se acabó la historia.