Como un agujero abierto en el muro de los recuerdos, una mirilla que nos permite observar en las cocinas, en los humildes fogones del pasado rural sin ser visto, así se presenta “De Mujeres, Vivencias y Sabores” el libro que ha escrito Marta Corella, reciente premio de la Fundación Estudios Rurales, y alcaldesa del pequeño municipio de Orea (Guadalajara), pero sobre todo una mujer descendiente de aquellas otras invisibles que pueblan las historias de fogones y comidas y que ha hecho protagonistas de este libro como un homenaje a todas ellas. En resumen y según reza el subtítulo de la publicación es “un viaje por la memoria rural a través de sus fogones”.
Marta Corella dice al comienzo de este libro editado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación que “si nos acercamos lo suficiente para observar, el pasado y presente de estos pueblos, nos escupirá a la cara la invisibilidad de las mujeres”. Corella toma como pretexto los fogones, las recetas en muchos casos olvidadas de estos pueblos, para contar las historias que han quedado en su memoria a través de escuchar en su pueblo o a los mayores de su familia.
Ella confiesa, en declaraciones a AgroalimentariaCLM, que “el libro era una manera de no perder una gastronomía tan interesante como es la nuestra, la de un pueblo trashumante” pero no como un hecho aislado sino “contextualizado con un momento”. Por ello, con cada receta se cuenta una historia encuadrada en una época y con una situación: “Se van dando pequeñas pinceladas de historia de un pueblo, desde la primera que es por ejemplo de cuando aún no había luz en el pueblo, otra del camino trashumante, de cómo sucedían las cosas cotidianas y sencillas”, dice.
Son vivencias plasmadas en historias sencillas tomando como pretexto la gastronomía, las recetas de entonces, detrás de las cuales estaban estas mujeres que no han pasado a la historia. “Recojo en este libro una pequeña parte de su mundo, ignorado y mudo. Su silencioso trabajo, que estaba, y está, detrás de cualquier acción cotidiana, pero que convertía los momentos de compartir la comida en los más placenteros del día”, dice en su libro.
“La comida era el momento en el que la gente se reunía y en que sucedían grandes cosas, momentos de tertulia, de compartir, donde sucedían grandes acontecimiento cotidianos” y son esos momentos los que se reflejan en el libro, señala.
En total son 23 recetas junto a 23 momentos de las historias de estos pueblos. “Cada historia fluye entre un momento y otro y cuenta como lo vivían las mujeres, como sucedía los partos, como se vivía en la guerra, toca todo lo que es el siglo pasado hasta los años 70”, incluso se permite hablar de lo que está sucediendo en estos momentos en el mundo. Corella se pregunta sobre “cuál es la situación actual de nuestros pueblos, por qué hemos llevado a esta situación, que es lo que ha pasado, por qué no hemos sabido entenderlo”, y se responde sabiendo que “es una realidad invisible”, una realidad que no se entiende porque no se ve.
Y aunque el libro no sea un recetario al uso, lo cierto es que rescata elaboraciones olvidadas y sobre todo esas historias y momentos que se tejían en torno a la cocina. “Son comidas contundentes, con ingredientes cercanos y económicos. La gastronomía que regía era una comida que te diera energía”, y así, por ejemplo, las familias humildes cambiaban el lomo del cerdo por la grasa, “ porque no se podía permitir comer lomo, preferían la grasa” que daba más energía.
23 recetas, 23 historias
Entre estas 23 recetas hay algunas más conocidas como las migas, la caldereta de cordero o las sopas de ajo, pero hay otras elaboraciones que se han perdido en la memoria de los tiempos y que Corella rescata e incluso aún elabora, según confiesa ella misma. Entre estas el ‘rinrán’, un tentempié que se hacía con vino, huevo batido y azúcar y se calentaba sin que la yema llegase a cuajar. “Era una comida superenergética, que he rescatado de personas mayores que lo recordaban de cuando su madre lo hacía para llevárselo a su padre a media mañana y le llevaba una tacita con rinrán”, recuerda incluso haberlo oído en boca de su padre.
Cuenta también como siempre en las cocinillas había un puchero puesto al fuego con “patatos”, que eran las patatas pequeñas que no se podían utilizar para otra cosa y se tenían cociendo al fuego para acompañar cualquier comida. Con ellas se hacía la pipirrana, que eran las patatas aliñadas con ajo, aceite, vinagre y sal.
Sorprende que entre las recetas hay algunas como las croquetas. “Es un plato que no es de aquí pero se importó porque muchísimas mujeres se fueron a trabajar de criadas y muchas de ellas de cocineras y se trajeron este plato al pueblo”, dice.
Corella asegura que estos platos se siguen elaborando en esta zona de Guadalajara. “En el pueblo aún se hacen los platos que se elaboraban cuando había un evento, hay familias que la han perdido pero en mi familia hacer un plato de galianos es un acontecimiento que tiene que unir a toda la familia”.
El libro que ve ahora la luz es un proyecto gestado durante años. Corella cuenta cuando se perdió la casa de su familia en una aldea ya abandonada y se dio cuenta que “no podíamos dejar que se perdieran muchos saberes que se escondían detrás de las cosas cotidianas en los pueblos y se estaban perdiendo, y las comidas era uno de ellos”. Por ello se propone entonces plasmarlo todo en palabras y también en su propio quehacer. “Yo tengo un albergue y abrimos restaurante hace unos años y nos especializamos en la gastronomía local porque nos dimos cuenta de que había gente joven que no había probado nunca comidas tan nuestras como los galianos o las migas y no sabían lo que eran”.
Por ello no sólo cocina sino que a través de esta publicación intenta que no se pierda este “patrimonio enorme y pensé que mi pequeña contribución era esto, rescatarlo pero poniendo como protagonistas a quienes de verdad lo vivían, sobre todo a las mujeres”, señala.