Menos rendimientos en los principales cultivos de Castilla-La Mancha, como los cereales, el girasol y el olivar tradicional y mayores plagas en todos los cultivos que afectaría a la calidad, son algunos de los efectos del cambio climático en la región, según el primer gran estudio divulgativo en torno a la evolución del clima y sus impactos en viñedos, olivares, campos de cereal y dehesas, presentado por COAG.
Bajo el título “Empieza la cuenta atrás. Impactos del cambio climático en la agricultura española, el responsable del Departamento de Riesgos Agrarios de COAG y autor del estudio, Pablo Resco, ha presentado los resultados más relevantes de sus años de investigación en torno a la literatura científica ligada a los efectos en el campo español del calentamiento del planeta para los distintos cultivos.
Castilla-La Mancha se encuentra entre las comunidades más afectadas, por su posición en el mapa y también por la necesidad del agua para poder compensar los efectos de este cambio climático.
Según el estudio, se prevé que la temperatura media global aumente entre 1,5 y 2ºC para mediados de siglo, de acuerdo con los dos escenarios climáticos futuros. Un sector tan importante como el agroalimentario sería de los más perjudicados por su elevada dependencia del clima.
En general, un calentamiento global de 1,5°C se traduciría en una bajada apreciable de los rendimientos y de la calidad de la producción en las zonas actuales de cultivo, pero más especialmente en las zonas más calurosas y áridas del sur peninsular. El estudio presentado por COAG estima que se podría llegar a perder un 80% de la superficie de variedades de olivo como hojiblanca o manzanilla en Andalucía y que los rendimientos rendimiento en los olivares de secano en Castilla-La Mancha se resentiría de manera importante.
Así, para los olivares de la Comunidad castellanomanchega el informe prevé bajadas de rendimientos 18% a 19%, según si la temperatura sube dos grados o dos grados y medio respectivamente.
El estudio señala que el calentamiento global se traduciría en un aumento de la evapotranspiración y en un descenso de las precipitaciones, lo que contribuiría a un aumento del déficit hídrico, especialmente durante el verano, hasta valores que podrían superar los límites tolerados por los olivos.
También tendría efectos en otras etapas concretas del cultivo como la floración, lo que podría provocar un aumento de los daños por estrés térmico en las zonas más cálidas del interior, donde los inviernos son más fríos. Pero el principal daño en estas zonas vendría del descenso de la transpiración por un mayor estrés hídrico en la formación y la maduración del fruto.
Los expertos afirman también que el calentamiento del clima también podría aumentar la incidencia de plagas como la mosca del olivo y algunas subespecies de Xylella hacia el norte aunque al mismo tiempo podrían disminuir los daños en las zonas más cálidas donde los veranos son más calurosos. No obstante, al suavizarse las temperaturas invernales en estas zonas, podrían aumentar los ataques de otros insectos como los de algunas especies de polilla del olivo
Señala también que el riego sería la principal medida de adaptación a futuros climas más secos y calurosos en estas zonas, pero la escasez de agua y la competencia por la misma serán las principales limitaciones. Aun así, el calentamiento provocaría un desplazamiento gradual de las zonas más aptas de cultivo hacia mayores latitudes del cultivo.
Impacto en los cereales
Los efectos del cambio climático serían también muy importantes para el cultivo de los cereales y el girasol. Hay que tener en cuenta que Castilla-La Mancha es la segunda comunidad autónoma más importante en superficie de cereales, por detrás de Castilla y León. En el caso del girasol, es la tercera comunidad en superficie por detrás de Castilla y León y Andalucía.
Según el estudio de COAG, mientras, en zonas más meridionales como es el caso de España, donde la escasez de agua es ya un factor limitante de la producción agrícola, el aumento de las temperaturas y, principalmente del número e intensidad de las sequías en primavera, provocarían una pérdida significativa de rendimiento de cereales de invierno como el trigo. Estas pérdidas en España podrían alcanzar más de un 15% en algunas zonas respecto al histórico de 1981-2010 con un calentamiento de 2°C sin que aparentemente la calidad del grano se vea afectada (podría disminuir la concentración de almidón, pero también aumentar las proteínas totales y la concentración de nitrógeno). Estas pérdidas de rendimiento serían menores en el caso de la cebada, pero podrían llegar hasta casi el 20% en el caso de cultivos muy ligados a los cereales como el girasol.
Otros daños asociados
Un de las conclusiones del estudio señala que estos daños se podrían incrementar aún más por la mayor incidencia de plagas y enfermedades, que en el caso del trigo podría llegar a aumentar en un 60% las pérdidas actuales con un incremento de 2°C, pero sobre todo por el conjunto de adversidades climáticas: aumento de la frecuencia de extremos climáticos como olas de calor, lluvias torrenciales, o especialmente sequías y pedriscos.
Además, COAG recoge también las consecuencias de este cambio climático en los bosques adehesados, tan importantes para la cabaña ganadera extensiva con razas ganaderas tradicionales y baja densidad de población (vacuno, ovino, porcino y caprino), junto con otras actividades complementarias como la producción agrícola (especialmente cereales) y forestal (corcho y leña).