Unión de Uniones ha mostrado su discrepancia con el resto de organizaciones agrarias al señalar que la autorregulación que están pidiendo para el mercado del aceite de oliva sería un “mal parche”.
Así, esta organización, aunque alaba la voluntad de los agricultores presentes en la manifestación de Madrid para defender sus explotaciones de olivar, le gustaría que en un futuro no tuvieran que arrepentirse de haber pedido que se imponga como solución a sus problemas una “autorregulación”, es decir, una retirada obligatoria de aceite del mercado sin ayudas públicas. La organización considera, además, que dicha autorregulación le pone en bandeja al Gobierno una excusa para no asumir las medidas de su competencia que cabe adoptar.
Unión de Uniones , considera que para poder poner respuestas y soluciones reales sobre la mesa se debe tirar del hilo hasta encontrar las verdaderas causas de la situación actual y sus responsables. “Si se plantea el problema, como algunos hacen, como una mera cuestión de oferta y demanda, hay que tener en cuenta que el mercado no tiene razón social ante la que manifestarse”, indican desde la organización.
No es sólo una cuestión de oferta y demanda
Como viene denunciando la organización, haber contado con una producción elevada no explica por sí misma la negativa situación de precios. “En similares circunstancias está Italia, con un precio que es el doble que el nuestro, y Grecia, dónde está también más caro” afirma. “Tampoco el hecho de que el aceite de oliva virgen extra y el lampante tengan el mismo precio es algo natural en el mercado.”
La organización pone el acento en razones, a su juicio, que no tienen que ver con las leyes del mercado para llegar a esta situación: las importaciones de aceite -a veces de calidad dudosa y agresivas en precio- que son favorecidas por la política comercial de la UE; los desequilibrios de una cadena alimentaria no corregidos por una Ley poco ambiciosa; el fraude sobre mezclas, origen y etiquetado, que no es perseguido con los medios ni la voluntad necesaria; y la inadecuada segmentación del consumo ante la que se ha mostrado incompetente la Interprofesional en estas últimas 11 campañas en las que se ha gastado cerca de 80 millones de euros recaudados al sector, fundamentalmente en publicidad.
“No arreglando antes todo esto, someter a los productores una autorregulación obligatoria y sin apoyos públicos, es un sacrificio inútil, porque lo que retiremos por un lado nos pueden colar por la frontera o por el fraude” es la reflexión que se hace desde Unión de Uniones, que también recuerda que si hay que retirar coyunturalmente aceite del mercado “lo que necesitamos es un ministro que sepa defender en Bruselas que se haga con las ayudas previstas en la OCM, que para eso están, no que nos dé permiso para que lo hagamos nosotros cargándolo sobre nuestras costillas y convirtiendo nuestras cooperativas en almacenes gratis para la industria”.
Dirigir las ayudas a los olivicultores profesionales
Por otro lado, la organización señala que defender el precio del aceite en el mercado, no es igual que defender el olivar tradicional o que defender a los olivicultores profesionales y que hay que ser honestos en el mensaje.
Según Unión de Uniones al olivar de bajo rendimiento lo condenaron quienes hace años defendieron en las Reformas de la OCM de Aceite la ayuda a la producción en lugar de la ayuda al árbol “con lo que el olivar tradicional se quedó con ayudas de 150-160 euros por hectárea, mientras que el intensivo se hizo con una mochila de ayudas, heredadas en la PAC de hoy, de 700-800 euros por hectárea y que en algún caso llegaban hasta 2.000”.
Pedir ahora un apoyo específico para el olivar tradicional en un contexto anunciado de recortes para la próxima reforma y que, en todo caso, tendría que salir reduciendo el montante de otros sectores, es jugar con las expectativas de los olivicultores. Más bien, “hay que defender, como hace Unión de Uniones, un reparto justo de los pagos directos de la PAC y concentrado en los profesionales del sector”.
La organización resalta igualmente la incoherencia de unas políticas agrarias y comerciales que dicen defender el olivar tradicional por su papel ambiental, pero que empujan a los olivicultores a intensificar sus explotaciones con el fin ser competitivos; para luego, ante el desarme de los instrumentos públicos para estabilizar los precios, orientarles hacia la automutilación de la oferta: “es que es directamente de locos, y lo peor es que hay quien sigue este juego”.