El vino natural que nació “del amor”: la microbodega que triunfa en la Alcarria conquense

Pilar Virtudes

5 de abril de 2023 19:35 h

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Un proyecto nacido del amor no podía salir mal. Bodegas Altomira, hoy una realidad, fue un deseo de José que, sin haber elaborado nunca vino, manifestó este sueño a su esposa, Maribel, y ésta, lejos de creerle un soñador, se sumó a esa locura que ha hecho realidad una microbodega que pone en el mercado pequeñas producciones de vinos ecológicos y naturales y que cada fin de semana recibe a visitantes para enseñarles su trabajo y su tierra, la alcarria conquense.

“Me gusta decir que este proyecto ha sido fruto del amor a mi marido que una vez quiso hacer vino y yo le quise hacer feliz; y del amor a mi tierra, yo soy una enamora de la Alcarria y de Cuenca en general y me gusta ser embajadora del gran potencial que tenemos”, dice Maribel Fernández cuando resume lo que es hoy Altomira, ubicada en la localidad de Mazarulleque, un pequeño pueblo localizado en el Valle de Altomira.

Bodegas Altomira nació comercialmente hace sólo tres años, en plena pandemia, pero como ‘locura’ se hizo realidad hace 17 años cuando José comentó a Maribel que le gustaría hacer vino y “yo, por darle el gusto, dije, bueno”. Con la buena fortuna de que la familia de Maribel tenía una cueva-bodega tradicional en Marazulleque, localidad con gran tradición de elaboración de vino, que ella ni siquiera conocía.

“Fuimos a ver la cueva, que estaba hecha un desastre, la limpiamos, e hicimos el primer vino”, señala. Para este primer vino contaron con la ayuda de sus tíos maternos que habían elaborado vino en el pasado, “porque en mi casa nunca se había bebido vino. Mi padre solo bebía agua”, asegura.

“Ese primer vino salió bueno” y se lanzaron. “Como la experiencia piloto salió bien, seguimos un año y otro año y lo pasábamos fenomenal y nos bebíamos el vino con los amigos y la familia” y decidieron a abrir la cueva para hacer enoturismo, “porque cada vez nos gustaba más y sabíamos más”.

En estos primeros años “aprendimos lo que había que hacer, pero también lo que no había que hacer, esto es un aprendizaje constante, viajar mucho, ver muchas bodegas, contactar con gente que se dedica a esto y probar muchos vinos”, también hacer muchas pruebas hasta ir perfilando lo que buscan en cada momento.

El punto de inflexión llego cuando José contactó con un grupo de productores naturales y fueron a un encuentro de bodegueros y “nos acogieron como si fuéramos de la familia, nos sentimos sobrecogidos y asombrados por lo que sabían, era como encontrarte un hermano mayor en la vida”.

Comienza aquí una andadura que los llevó hasta una persona experta y conocida en el mundo del vino que probó lo que hacían y les preguntó dónde los comercializaban. “Ahí nos volvimos muy locos, constatar que ese producto que estábamos haciendo era de calidad”, les hizo replantearse esta aventura. Empezaron entonces a concebir un proyecto más profesional y construyeron una pequeña bodega de 90 metros para elaborar el vino porque hasta ese momento lo hacían en la cueva.

Y en esto llegó la pandemia que supuso un parón pero, según José, también tuvo un punto positivo. “Al encerrarnos nos concentramos en potenciamos la web y a través de ahí contactó con nosotros la UCLM (Universidad de Castilla-La Mancha) que estaba organizando un seminario internacional para intentar potenciar los recursos de la España despoblada y allí había gente de Portugal y Méjico y nos llamaron para hacer una ponencia”.  

Con tan buena fortuna, que a este seminario asistió el chef conquense que obtuvo una estrella Michelin con Trivio y que hoy está al frente de las Casas Colgadas, y “le gustó lo que contamos y me dijo que, si nos podía enviar a su sumiller para ver lo que hacíamos, y nuestros vinos le gustaron tanto que tiene tres en su restaurante y a partir de ahí hemos entrado en alta restauración”, asegura.

Sus vinos

Actualmente tienen en el mercado seis vinos, todos ellos de pequeña producción, naturales. “Hemos buscado formas antiguas de elaborar, buscar variedades singulares, aportar también otros matices con las nuevas variedades de calidad como cabernet, pero buscando siempre la singularidad, lo distinto”.

Un blanco multivarietal de malvar, pardillo, moscatel de grano menudo y un 20% de macabeo viura, que lo trabajos con los hollejos, y da como resultado un vino naranja, que era lo tradicional que se hacía en la zona y ahora son los vinos que están de moda.

También un blanco naturalmente dulce de torrontés, procedente de una parcela de un viñedo prefiloxéricos, 200 cepas con una producción que no llega al kilo y “da un vino con un equilibrio entre alcohol y acidez que es fantástico”, señala José y apunta que el chef Jesús en su restaurante Trivio “lo estaba ofreciendo para abrir y cerrar el menú degustación porque el vino va evolucionando desde que se abre hasta que pasa un tiempo abierto”, asegura.

No falta un rosado de una garnacha prefiloxérica, de muy pequeña producción, solo cien botellas.

En tinto, un tempranillo y syrah con seis meses de crianza, del primer viñedo que plantaron, que destaca por la mineralidad que le aporta el suelo singular en el que se asienta, suelos de “arena margosa, transmite potencia y estructura”; otro tinto con 12 meses de barrica procedente de una viña prefiloxérica de tempranillo “que ofrece perfiles muy diferentes a lo que estamos acostumbrados”; y un joven también que “lo elaboramos haciendo una maceración carbónica que aquí no es un proceso que se use, es más de la zona de rioja”, asegura José.

Ahora se embarcan en un proyecto con una nueva parcela de la variedad tinto velasco plantada en 1901 con lo que “creemos que vamos a hacer algo muy especial”.

Lo que hacen no sólo es vino, su proyecto tiene bastante que ver con potenciar el conocimiento de la etnografía, de la historia y de la riqueza natural de la zona. Se empeñan en buscar viñedos viejos, de expresión de la tierra: “Parte de los viñedos que sacamos adelante son prefiloxéricos y es un patrimonio natural”, asegura este profesor de historia al que siempre le gustó el mundo del vino.

Enoturismo

Ambos tienen también mucho empeño en potenciar el enoturismo porque es una forma de dar a conocer la belleza de la Alcarria conquense y aportar a esta zona hoy dentro de la España despoblada. “Nosotros lo que hacemos es mucho más que vino porque hemos rescatados ese patrimonio histórico que estaba en toda la zona, hacemos ese vino natural que se había perdido por completo. Antes de la cata llevamos a cabo una visita guida explicando la historia del vino naturales, la importancia que tenía en la comarca. Así hemos puesto en valor y revitalizado la cueva, ya que parte de la cata se hace en la cueva y otra parte en la microbodega y sobre todo que unimos el vino a promoción de la zona”, señala Maribel.

El enoturismo es un valor en alza en su bodega. Los visitantes proceden sobre todo de Cuenca, pero también llegan de todos los puntos del planeta. “Sobre todo creo que la clave de nuestro éxito es que nos diferenciamos del resto. Entregamos lo mejor de nosotros cada vez que viene alguien a visitarnos y creo que eso es lo que al final llega a la gente”, señala.