A lo largo de los primeros meses de 2022 se han registrado, al menos, dos casos de vandalismo contra arte rupestre en Castilla-La Mancha, casualmente en la misma provincia: Ciudad Real. El primero en el abrigo conocido como 'La Rendija', en el que menores de edad han sido identificados como los responsables de escribir sobre pintadas milenarias palabras como “Aki estubo Josué”, “David”, “Jesús” y “MMXXI” con rotulador. “Es indignante que algunos dañen algo que forma parte de la riqueza cultural de nuestros pueblos y que, además, son fuente de desarrollo turístico para los mismos”, afirmaba entonces la viceconsejera de Cultura, Ana Muñoz.
Apenas un mes después aparecía una bandera de España pintada por encima de otro abrigo, ubicado en el Peñón de la Garganta del Muerto, en Solana del Pino. “Llevamos muchos años denunciando lo mismo: hay un patrimonio cultural muy grande que está abandonado. Nadie quiere saber nada. No se hacen los estudios suficientes y por tanto ni se pone en valor ni se protege. Tal vez sea porque están en fincas privadas”, lamentaba Miguel Ángel Duque, vicepresidente de la Asociación Naturalista Aullidos de Sierra Madrona, que denunció la situación. La localidad es una de las más ricas en yacimientos de arte rupestre del Valle de Alcudia y Sierra Madrona. A las de la Garganta del Río Muerto se suman La Covatilla del Rabanero, el Collado del Águila, Puerto Calero y Peñón Amarillo.
Pero, ¿A qué se debe estos atentados contra un patrimonio? Consultamos con Juan Francisco Ruiz, que es profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y también miembro del Comité Científico Nacional de Arte Rupestre de ICOMOS. Ruiz ha trabajado durante años en el arte rupestre para destacar la importancia de estas milenarias figuras, que define como uno de los “principales vestigios de la memoria de la humanidad” que muestran la vida que tuvo el ser humano durante unos 50.000 años. “Es uno de los sistemas de comunicación más exitosos de la historia de nuestra especie. A través del arte rupestre podemos entender cómo hemos evolucionado y cómo hemos llegado hasta aquí”, explica Ruiz.
“Unos pocos minutos bastan para que el testimonio de nuestros ancestros desaparezca”
Los abrigos contienen de esta manera documentos que resultan “únicos y cruciales para entender quienes somos”. Además de su carácter único, también son “frágiles, extremadamente frágiles”, recalca. “Todo el patrimonio cultural lo es, pero mientras un yacimiento arqueológico necesita de maquinaria pesada para su destrucción, un panel con pinturas rupestres puede dañarse por completo con cosas tan accesibles como un rotulador, un bote de spray, una llave o una simple moneda. Unos pocos minutos bastan para que el testimonio de nuestros ancestros, que ha pervivido inalterable en las rocas durante miles de años, desaparezca”, lamenta.
Ruiz señala que tanto la legislación española como la internacional hacen “especial énfasis” en la necesidad de proteger y salvaguardar este legado. De este modo, se le considera Bien de Interés Cultural desde que se descubre. Mientras tanto, a nivel internacional existe una Lista de Patrimonio Mundial, en la que hay 48 bienes con presencia de arte rupestre, distribuidos sobre todo el planeta; 4 de ellos están en España. “Probablemente el país de Europa con un mayor patrimonio rupestre”, recalca.
A pesar de esta protección, lamenta el experto, “con demasiada frecuencia” se producen agresiones como las ocurridas a principios de este año en Ciudad Real. Se trata actos que “desfiguran, ocultan, arrancan y nos privan al conjunto de la sociedad de nuestras señas de identidad”. Las de Ciudad Real se conocen, pero el experto apunta a que, en realidad, se producen muchas más de las que se difunden. Además, lamenta que las agresiones de este tipo se cometen “con impunidad”.
¿Por qué se ataca este patrimonio?
Es “difícil” entender por qué ocurren este tipo de vandalismos contra el arte rupestre, ya que existe una “amplia” diversidad de factores. “Todos estos bienes son de dominio público, así que cada vez que alguien decide realizar una acción vandálica en un conjunto de pinturas rupestres nos está agrediendo a todos nosotros, y a todas los ciudadanos que nos sucedan, a los que también les estará impidiendo entender su pasado más remoto”, afirma el experto.
Sin embargo, Ruiz descarta que la población no sea consciente de la importancia del legado que suponen este tipo de grafismos milenarios; de hecho, apunta a que la “mayor parte” la conoce. “Sin embargo, bastan unos pocos para destruir este patrimonio tan frágil”, lamenta el docente. Sin embargo, sí apunta a que “una parte muy significativa de la sociedad” sí sufre por falta de información y formación para entender y lograr “generar vínculos” con este tipo de patrimonio.
“Un problema muy básico de este patrimonio es la visibilidad; gran parte de las pinturas son poco visibles para el ojo que no está acostumbrado a verlas. Miles de año a la intemperie las deterioran de manera natural; a ello se añaden agresiones más sutiles, como mojar repetidamente las pinturas para verlas mejor. Estos comportamientos se han repetido sistemáticamente durante más de 100 años, dando como resultado que muchos enclaves con arte rupestre exijan un acto de fe por parte de los visitantes que se acercan a contemplarlas, lo que termina generando decepción y un sentimiento de engaño. Poco se les puede reprochar; ¿Cómo se puede valorar aquello que no se entiende, aquello que ni siquiera se ve?”, reflexiona.
Posibles soluciones contra el expolio
Las pinturas, señala Ruiz, necesitan de un sistema de protección física, como vallados protectores o rejas. “Hemos tratado de poner puertas al campo, con las dificultades que conlleva, y con frecuencia, ni siquiera esto ha sido suficiente para evitar las agresiones de diverso tipo. De hecho, los vallados son la constatación de un fracaso”, recalca. Porque, además, este tipo de infraestructuras también “alejan” a la ciudadanía de su patrimonio cultural.
“Sin duda, la educación es la principal arma para la protección del patrimonio, pero, por desgracia esta es una labor a largo plazo. No obstante, es una labor ineludible e inaplazable, en la que educación y salvaguarda del patrimonio rupestre deben darse la mano, con la responsabilidad de preservarlo para el disfrute de las generaciones futuras. Estos vallados que alejan, producen el extrañamiento, pero la preservación demanda todo lo contrario, requiere de la apropiación por parte de la sociedad civil”, recalca.
Esta “apropiación” de la que habla, se refiere a generar vínculos “significativos” con estos bienes. Este tipo de vínculos debe ser “tanto más intensos cuanto más cerca se esté de los lugares con arte rupestre”. “Si la ciudadanía comienza a sentirlo como propio, si los habitantes de los pequeños municipios en que se conserva el arte rupestre se identifican con él, lo hacen suyo, y lo sienten como algo importante para su comunidad y para su identidad individual, ellos se convertirán en los mejores guardianes de este patrimonio”, afirma.
Sin valor de mercado
El arte rupestre no tiene un “criterio establecido en el plano económico”, con lo cual no existe un valor de mercado para cuantificar la pérdida de este tipo de acciones vandálicas. Pero sí existe un deterioro cultural, social, “e incluso, ético”. “Hemos de ser conscientes de que en muchas de estas agresiones que generan daños permanentes se constata una intencionalidad de situar los grafitis en lugares que ocultan las pictografías prehistóricas. Este es el caso de la bandera; o el caso sucedido en el abrigo de Los Órganos (Jaén).
Por eso, aboga por una política cultural “proactiva y menos reactiva” para evitar estas situaciones. “Que se base en esperar a que suceda algo para actuar, confiando su suerte a que no se cometan actos vandálicos contra este frágil patrimonio”, recalca. En los dos casos específicos en Castilla-La Mancha, mencionados con anterioridad, señala que no había protección física, pero también apunta a que “no está claro que una reja hubiese protegido estos enclaves”.
“Obviamente hay que invertir muchos más esfuerzos en la educación patrimonial, pero también sería deseable que las administraciones públicas cumplieran con sus obligaciones legales”. De este modo, señala que en la región “ninguno de los más de 400 enclaves con arte rupestre conocidos hasta la fecha cuenta con las delimitaciones de los perímetros de protección a los que obliga la Ley Patrimonio Histórico Español, publicada en 1985”.
“Casi 40 años después, siguen pendientes de definir, lo que supone que todos estos enclaves son un problema potencial para la administración competente, en este caso la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha”. Y es que la protección legal “no protege de estos vandalismos”, pero sí del desarrollo urbanístico o de posibles explotaciones mineras. Tampoco existe un sistema de valoración de riesgos que permita decidir en qué lugares es necesario intervenir y con qué criterios, explica.
“Se requiere de un modelo de gestión claro que aborde la complejidad de la protección de los yacimientos con arte rupestre y que contemple una mayor implicación de toda la sociedad en su defensa activa. Solo así podremos evitar la acción de quienes se creen con el derecho de arrebatarnos a todos nosotros y a las generaciones futuras, de la oportunidad de aproximarnos a los mensajes dejados en las rocas por nuestros abuelos.”, concluye.
Este artículo se ha escrito en base a un detallado análisis escrito facilitado por el profesor Juan Francisco Ruiz a este medio.