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Begoña Ugalde: “¿Si no ves a la otra, no existe?”

José An Montero

2 de abril de 2022 12:19 h

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En el primer libro de cuentos de Begoña Ugalde (Santiago de Chile, 1984) hay casi tanta poesía como en sus versos. Es lo que hay (Alfaguara, 2021) reúne ocho cuentos de una cotidianeidad vista con ojos de poeta de adjetivo certero y metáfora camuflada de realidad. “Les pedí que cerraran los ojos y los cubrí con las sábanas. Al principio reclamaron, diciendo que era un disfraz estúpido. Les dije que la otra alternativa era meterlos a ambos en el mismo vestido para que fueran siameses. Aceptaron sin decir nada más.”

Así aceptamos, sin decir nada más, una realidad adulta que nos arrebata el alma poética con la que llegamos al mundo. “El otro día, mi hijo pequeño me dijo al volver del cole que era una naranja a la que no se la podía exprimir más”, cuenta Begoña Ugalde. “La poesía es juego, la dimensión lúdica de la realidad y puede ser muy divertida”. 

Chilena de abuelos refugiados de la Guerra Civil española, llegó a Barcelona buscando sus raíces, de allí pasó al Pirineo Aragonés para participar en LoMon Contemporánea, una residencia artística en el Val d'Echo donde pasó el verano del veinte. El verano en el que el mundo trataba de buscar su nueva normalidad. “Quedé muy impresionada con la belleza de ese lugar y de reconocerme en la lógica de un pequeño pueblo. Allí traté de recoger toda la belleza que me rodeaba en un libro, Zahorí. ”Desde entonces busco, busco con la atención puesta en las plantas“, escribió en sus versos. El zahorí sabe, como dijo Tales de Mileto, que la tierra flota sobre el agua. ”Si no capto el salto de la rana, las ondas que deja en el agua, ¿no existe el cuerpo suspendido en el aire?“, escribe.

Allí, en el Valle, coincidió con la cantautora Lorena Álvarez, también artista residente en LoMon Contemporánea. Mientras la cantante preparaba su trabajo “Lorena Álvarez y los Rondadores de La Val D'Echo”, Begoña paseaba con una grabadora captando los sonidos de los cencerros, las cabras y los ríos. “Empleaba una grabadora que captaba muchos matices. La textura del viento, los sonidos del río, la gente hablando cheso, éste es el único lugar del mundo donde se habla. Tenía muchas ganas de reinterpretar mis paseos de forma sonora. Quería recoger esa cosmoaudición en mis versos”, describe Begoña Ugalde. 

Seis libros de poesía y uno de cuentos, “parecidos pero muy diferentes entre sí. Creo que mi poesía representa lugares. Por ejemplo, en La virgen de las Antenas (Cuneta, 2012), está el cerro en que vivía en Santiago de Chile, en La fiesta vacía (TEGE, 2019) está Barcelona. Una ciudad que siempre está celebrando algo, pero es como que al final queda vacío. En Santiago la calle está mucho más privatizada, aquí no nos reunimos y bailamos en la calle, por eso me maravillaron las fiestas de barrio.”

Una voz, la de Begoña Ugalde, que empezó para ser escuchada en el interior de cada persona, pero que después se ha convertido en una voz para escucharla en alto. “Hay veces que en el papel no queda tan bonito, pero cuando se lee se que transmito lo que quiero decir”, dice. “¿Si me escondo en la sombra del bosque, no existo?”, escribe. 

Cuenta que en su libro de cuentos Es lo que hay, trata sobre la maternidad y sobre el arte. “Fui madre muy joven, con veintidós años, y esa experiencia me marcó mucho. En Chile, la influencia de la Iglesia Católica es muy fuerte en las políticas de natalidad. Ahora puedo mirar la experiencia con cierta distancia, e incluso revivir los episodios más crudos con cierto humor”, cuenta. “Habitamos una materialidad despojada de vida. Pero podemos ser espectadoras, ser espectadoras de la transportación de polen, espiar esa manera tan delicada de que los jardines salvajes hacen el amor”, escribe. 

“Por lo menos es Violeta Parra, dices al escuchar a los de arriba cantar «Gracias a la vida que me ha dado tanto». Otras veces han sido bachatas, rancheras y rock progresivo. Decidimos soportarlo, no llamar a los pacos. Sería algo muy cobarde de nuestra parte. Son los únicos vecinos de nuestra edad. Asumimos que nosotros, los que acabamos de tener un hijo, debemos entenderlos a ellos. Antes de reproducirnos también nos gustaba el karaoke”, así comienza Cementerio General, uno de sus cuentos. 

La poeta se hizo cuentista sin dejar de ser poeta, ¿se transformará también la poeta, la cuentista, en novelista?, “Ojalá. De hecho tengo ganas de escribir sobre mi abuelo, que se refugió en Chile, una familia que cambió su rumbo. Vivían en el País Vasco, y después en la otra punta del continente. Creo que es el formato que voy a desarrollar”.

Zahorí finaliza con varias preguntas, porque “cuando estoy en la naturaleza estoy acostumbrada a hacerme muchas preguntas”, dice. “¿Tiene la Tierra, tierra para todos? ¿Tiene la vida, vida para todos?”, escribe.