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‘La favorita’, de Yorgos Lanthimos: duelo en la Corte
‘La favorita’ está repleta de pasillos. Pasillos donde se ambiciona, se sufre y se desea. Corredores donde se respira venganza, se manipula o se ama con misterios que solo pueden ser resueltos por mujeres que se dejan caer en la trampa a conciencia. En la última película del cineasta griego Yorgos Lanthimos las gentes se apresuran de un lado a otro del palacio de la reina Ana Estuardo para huir de la miseria, hacer equilibrios en lo alto del poder o para encaramarse al mismo y hacer el amago de conquistarlo.
Siempre hay un recorrido vertiginoso en esta película donde todo resulta raro, pero nada incomprensible, y donde un capítulo de la historia de Inglaterra se cuenta desde un lugar singular: una imaginación barroca, desbordante y sin sentido de la medida. Desde la libertad desconcertante de un cineasta que ha sabido perfeccionar su estilo hasta lograr establecer una comunicación eficaz con un amplio espectro de espectadores, más allá de los que, desde hace algún tiempo, le han profesado devoción (son muchas las voces que opinan que esta es la película de Lanthimos más legible).
Los largos corredores de ‘La favorita’ nos dejan pasar a la corte de Ana Estuardo (S. XVIII), donde una monarca (Olivia Colman), cada vez más enferma, permite que su amiga y confidente, Lady Sarah Churchill (Rachel Weisz), gobierne el país. Una muchacha (Abigail Hill, Emma Stone), una noble venida a menos, inteligente y con un instinto de supervivencia voraz, irá escalando posiciones hasta ganarse el favor, primero de su benefactora (Churchill), y después, de su Majestad.
Hay mucho artificio en la puesta en escena de la película, pero ello no impide ver algo esencial: el poderoso entramado de intrigas, ambiciones y manipulaciones que se establece en el triángulo de mujeres protagonistas. Es una película de contrastes con secuencias llenas de diálogos feroces, en pie de guerra, y momentos de dolor punzante, capaces de producir un corte en la yugular del ánimo del espectador para, al rato, disolverse el impacto emocional en un instante cómico de inteligente frivolidad.
El espectáculo visual que ofrece ‘La favorita’ es toda una aventura. El relato se deja enmarcar en grandes angulares y en perspectivas de ojo de pez. Se deja llevar por contrapicados de vértigo y enloquecidas cámaras lentas que retuercen la desidia de unos cortesanos acostumbrados a matar el aburrimiento con carreras de patos o con ‘tomatazos’ a señores en cueros que calzan peluca. El estilo de la película puede resultar cargante porque tiene demasiado protagonismo en la narración, pero la realidad es que su originalidad, su atrevimiento y la belleza de su fotografía terminan por llevarnos al huerto.
Con el poder de la fascinación
El retrato de la época, que tiene algo de imaginada, también tiene su poder de fascinación. Las gentes se expresan y juran con el lenguaje de nuestros tiempos, se dejan llevar por danzas de coreografía disparatada y en la banda sonora, se escuchan piezas inmortales de Bach, Vivaldi, Händel y también de Elton John… Y como telón de fondo, cuenta con el aliciente de asomarse a un momento histórico de convulsiones políticas donde la nobleza ‘subversiva’ amenazaba con montar su propia revolución doméstica, si no se les exoneraba de costear una guerra internacional, que había perdido su norte mucho tiempo atrás.
Olivia Colman, Rachel Weisz y Emma Stone son tres actrices que se han enamorado de sus respectivos personajes y eso queda retratado en tres interpretaciones virtuosas y apasionadas. Aunque bien es cierto que la Ana Estuardo de Colman se ha llevado la palma y ha dejado boquiabierto a medio mundo, cosechando un buen número de premios (Gran Premio del Jurado en el Festival de Cine de Venecia, Globo de Oro de Comedia 2019 y Premio Bafta a la Mejor actriz protagonista…). La actriz británica se mete en la piel de una reina inteligente, de voluntad quebradiza, atrapada por la gula, la pasión y la gota. Una mujer con miedo a “quedarse dormida y hundirse”, que siente algo parecido a la felicidad rodeándose de sus mascotas. Unos conejos que mantienen viva su tragedia.
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