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‘Frantz’, de François Ozon: culpa y humanismo
François Ozon sigue sumando éxitos con su particular estilo de abordar los dramas humanos. Festivales como Cannes, Sitges, Venecia, Berlín y San Sebastian han premiado su trayectoria, reconociendo en sus propuestas ingenio, audacia, crudeza, pero sobre todo, la sutileza con la que encara las revelaciones y tormentos de sus personajes. Con 'Frantz' el director francés confirma su versatilidad. Después de 'Joven y bonita' (2013) y 'Una nueva amiga' (2014), Ozon se enfrenta exitosamente a la mentira y a la culpa realizando un remake de 'Remordimiento' (1932), la adaptación que Ernst Lubitsch realiza de la obra 'L’homme que jài tué' (El hombre al que maté) de Maurice Rostand.
El film de Ozon recupera la figura del enigmático joven francés que viaja a un pueblo de la Alemania profunda para contactar con la familia de Frantz, un soldado alemán muerto durante la primera guerra mundial, al que sus padres y su prometida siguen llorando. La llegada de Adrien (Pierre Niney) a la vida de Anna (Paula Beer) y de la familia de Frantz descubre un cúmulo de sucesos y reflexiones entorno a la culpa, la mentira, el perdón, el deseo y la guerra.
Las anécdotas de Adrien con Frantz hacen que sus padres recuperen una memoria alegre de su difunto hijo y que acojan al soldado francés pese a la complejidad de las relaciones franco-alemanas en plena postguerra. No obstante, es en el vínculo con Anna en donde aparecen las luces y sombras del relato. La decepción inicial de la prometida de Frantz al conocer la verdadera intención del atormentado Adrien, el deseo y la dualidad de la relación, la culpabilidad y el instinto de protección, aderezan una historia que el propio director ha denominado como novela de aprendizaje (‘Bildungsroman’).
En 'Frantz', François Ozon vuelve a su estrategia de despistar al espectador con una historia falsa que, aunque resulta seductora en imágenes y diálogos, está un poco manida. Esta táctica narrativa hace que el film pierda profundidad al insistir en un giro diferente al que, de entrada, el público ya ha previsto. El respetable no es tonto. Eso sí, se puede indultar si la distracción despliega cierta perspicacia audiovisual.
Además de la intensidad de las emociones a las que se enfrentan los personajes -la culpa que martiriza a Adrien y al padre de Frantz, la dicotomía de Anna entre el deseo y el perdón-, la propuesta de Ozon está impregnada de un interesante halo de misterio y sensualidad. Ayuda, sin duda, la fuerza de las actuaciones de Pierre Niney y de la debutante Paula Beer (a la que es mejor no perder de vista), pero en especial, la exquisitez de la fotografía y ese juego intrépido entre el blanco y negro y el color como argucia para resaltar las sensaciones de los protagonistas.
François Ozon asume también un gran reto: contar una historia desde el punto de vista alemán, en la que se muestra un ambiente predispuesto al surgimiento del nacionalsocialismo. Hace poco Haneke se arriesgó con 'La cinta blanca', y los dos han tenido resultados plausibles. Con 'Frantz' el director logra exponer un discurso antibelicista con la agudeza y objetividad que da la distancia histórica. Esa escena en el bar en donde el padre de Frantz se enfrenta a sus furibundos amigos entrega uno de los mensajes más relevantes del film. Nos ofrece una mirada humanista de la guerra que trasciende al tiempo que recrea… o al menos debería.