El clima seco en la comarca de la Mancha, que siempre ha propiciado la combinación de mucho calor con grandes heladas, ha traído consigo a lo largo de la historia construcciones de casas con bodegas, sótanos y despensas para la conservación de alimentos y bebidas. Todavía se utilizan ampliamente en los pueblos pero no es tan común verlos en capitales como Ciudad Real, cuya estética de edificios de varias alturas con parkings y trasteros ha provocado su desaparición. Y con ello también ha dejado de existir un parte importante de la Guerra Civil española, cuando más de 300 de estos espacios fueron habilitados para que la población pudiera refugiarse de las bombas de la aviación franquista.
Ahora sabemos que existieron, no solo por los vestigios que quedan, sino porque el historiador Francisco Alía, catedrático de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), los ha recopilado y detallado en la publicación ‘La ciudad subterránea’, que forma parte de la colección sobre memoria democrática que lleva a cabo esta institución académica junto con el Gobierno autonómico.
En Ciudad Real se han recuperado recientemente algunas cuevas y galerías subterráneas que datan de la Edad Media y que se encontraban en mal estado. Es el caso de las galerías del Torreón del Alcázar, que ahora son visitables tras su rehabilitación; de la cuevas sur y norte del Museo de la Merced; y de la cueva del antiguo Casino. Son tres vestigios que siguen ahí y que llevaron a este historiador a seguir indagando en ese “subsuelo histórico”.
En ese camino se encontró con un documento publicado en el periódico “Pueblo Manchego” en el mes de agosto de 1936 en el que se detallaba una relación de cuevas y sótanos que se habilitaron durante la Guerra Civil para utilizarse como refugios en caso de bombardeos aéreos. En total, aparecían 171 cuevas y 136 sótanos con su correspondiente localización en casas particulares para que la gente pudiera acudir a ellos para protegerse cuando sonaran las sirenas avisando de la llegada de la aviación franquista.
De estos más de 300 espacios hoy casi no queda ninguno y de ahí el valor de esta publicación, que vuelve a recoger “la importancia que tuvieron en esos años difíciles”. Francisco Alía ofrece un mapeo de esos espacios, que son de los que existe constancia, aunque considera “más que probable” que llegara a haber hasta el doble en esa Ciudad Real “ya desaparecida”.
Dentro de la colección de ‘Memoria Democrática de Castilla-La Mancha’, este libro forma parte de la línea de publicaciones de guías ilustradas que se están editando para que la gente pueda conocer de manera más visual la Guerra Civil, el franquismo y la transición. ‘La ciudad subterránea’ ha sido la primera guía, a la que sigue otra sobre los aeródromos de la guerra en la provincia de Ciudad Real y una tercera sobre los campos de concentración del franquismo en toda la comunidad autónoma.
En este caso, la localización de las antiguas cuevas y sótanos va acompañada de una serie de fotografías, tanto de los vestigios que aún permanecen como de las imágenes recabadas por el autor tras consultar en el Archivo de la Delegación Provincial de Cultura de la Junta los expedientes arqueológicos que se emitieron tras las demoliciones de casas, donde aparecieron muchos de estos espacios. De esta forma, se combinan las fotografías actuales y las antiguas, “pocas pero muy valiosas porque apenas quedan restos”.
Lo más curioso es que no hicieron mucha falta. En Ciudad Real solo se construyó un refugio anti-aéreo “oficial” en la estación de ferrocarril. El primer bombardeo fue el 14 diciembre de 1936 cuando la aviación franquista quería destruir los depósitos de armamento y combustible de la retaguardia republicana. Hubo más bombardeos en la primavera de 1937, pero no muchos más. Según explica el historiador, no hubo grandes daños en la ciudad como sí pasó, por ejemplo, en Alcázar de San Juan. Aun así, destaca la importancia y “curiosidad histórica” de estos refugios en casas particulares habilitados para toda la población.