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Carmen Bachiller / Fidel Manjavacas

19 de mayo de 2022 19:13 h

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Suena el timbre que avisa del fin del recreo y el alumnado de 5º de Primaria del CEIP San Lucas y María de Toledo regresa al aula. Toca doble sesión de Lengua y Matemáticas, dos asignaturas que trabajan de manera conjunta mediante grupos interactivos en los que los propios estudiantes hablan entre ellos, llegan a acuerdos y resuelven el problema que se les plantea.

Cada grupo -de entre 4 y 5 alumnos-, cuenta con una persona voluntaria -familiares o estudiantes universitarios en este caso- que refuerza de manera positiva la relación que mantienen durante las actividades que dirige y coordina el maestro.

Esta forma de organizar el aula y de desarrollar la clase de dos asignaturas troncales es solo un ejemplo de las iniciativas que se incluyen en el proyecto Comunidades de Aprendizaje que se desarrolla en este centro desde el año 2016. En el aula de 5º de Primaria en la que se desarrolla esta sesión participativa se busca un permanente dinamismo. Y es que, cada 15 minutos los grupos cambian de mesa y comienzan la actividad que se plantea en cada una. Al final de la clase, son ellos mismos los que evalúan el comportamiento que han tenido y lo que han aprendido. Además, la persona voluntaria valora también cómo ha trabajado cada grupo.

Una Comunidad de Aprendizaje es un proyecto de transformación del centro educativo dentro y fuera de las aulas. “La escuela se abre a la comunidad para aplicar conjuntamente las mejores actuaciones educativas, aquellas que los científicos han demostrado que tienen los mejores resultados, ya sea en el aprendizaje o en convivencia”, explica Marta Soler, catedrática de Sociología de la Universitat de Barcelona y doctora por la Universidad de Harvard.

Soler participa este viernes en el X Encuentro Internacional de Centros de Comunidades de Aprendizaje que se celebrará durante dos días en Cuenca. Los objetivos de esta metodología pasan por mejorar resultados académicos del alumnado reduciendo el abandono y el fracaso escolar. También buscan mejorar la convivencia, implementar conceptos como la solidaridad e incluso mejorar la calidad de vida de la comunidad en el entorno del centro educativo. 

La primera experiencia de Comunidad de Aprendizaje en España tuvo lugar en un centro de Educación de Adultos en 1978. Ya en la década de 1990, el Centro de Investigación en Teorías y Prácticas para la Superación de las Desigualdades (CREA) de la Universidad de Barcelona, promovió su implementación en las distintas etapas educativas hasta Secundaria tomando como base los conocimientos acumulados por la comunidad científica internacional.

En Castilla-La Mancha la primera Comunidad de Aprendizaje se creó en el año 2006 en el CEIP La Paz de Albacete y hoy 17 centros aplican esta metodología. Uno de ellos es el CEIP Federico Muelas de Cuenca. Pedro Álvarez, director del centro, explica que el proyecto se implantó en 2019. “Nuestro colegio atravesaba un mal momento en cuanto a matrícula de alumnado, y vimos en el proyecto una forma de revitalizarlo y de dotarlo de un carácter propio dentro de la oferta educativa de Cuenca”. 

El director del centro conquense confiesa que “personalmente, lo que más me ayudó a entender las actuaciones de una Comunidad de Aprendizaje fue verlas in situ”. Por eso, dice, “visitamos el CEIP San Lucas y María de Toledo y elaboramos un Proyecto Erasmus+ con un job-shadowing en una escuela portuguesa. Ahí es donde mejor aprendimos y valoramos estas actuaciones”. 

Desde este curso el colegio forma parte de la Red de Centros Comunidades de Aprendizaje en la región. “Ha sido un proceso de aprendizaje común, ya que toda la comunidad educativa se ha ido formando al mismo tiempo a través de seminarios, cursos, asambleas… Sabíamos que era un proceso complejo, así que decidimos no forzar los plazos. Poco a poco ha ido calando en la comunidad, aunque falta todavía hacer algo más de pedagogía con respecto a lo que implica”, explica el director del centro conquense. 

Ahora, nos dice, “invitaría a todos los compañeros y compañeras a que conozcan este tipo de centros y valoren lo que puede aportar a su centro, ya que las características y las casuísticas de cada colegio son únicas y excepcionales”.

La igualdad de diferencias o evitar crear aulas y clases específicas para alumnos con necesidades especiales. En el aprendizaje dialógico se acepta la diversidad y se utiliza como un motor más para aprender

La Comisión Europea incluyó el sistema en 2006 en su paquete de acciones para la mejora educativa a través del Proyecto INCLUD-ED. “Hasta 2011 se identificaron actuaciones educativas de éxito en diferentes ámbitos que contribuyeran a la mejora e inclusión educativa. Además de este estudio tuvimos más evidencias científicas en grupos interactivos, tertulias literarias o modelos dialógicos de prevención de conflictos”. Y eso, apunta Marta Soler, supuso la “expansión” del modelo tanto en Europa como en Latinoamérica.

En estos centros se realiza lo que se conoce como ‘aprendizaje dialógico’ con siete principios que se plasman, por ejemplo, en el diálogo igualitario o la importancia de que niños y niñas participen en grupos heterogéneos y con distintas edades con ayuda de un familiar o de una persona voluntaria. “Entre todos y en igualdad de condiciones pueden aportar y aprender unos de otros” y rompiendo con las relaciones jerárquicas y autoritarias de la educación tradicional.

Después se fomenta la inteligencia cultural, es decir, se huye también de lo tradicional, de tener en cuenta el coeficiente intelectual a incluir también la inteligencia académica, la inteligencia práctica y la comunicativa. También se busca la transformación del entorno socio-cultural del entorno. 

Se potencia el diálogo y la reflexión (dimensión instrumental) para evitar la exclusión social, así como la creación de sentido, es decir, se implica a las familias en las comunidades y en la educación de los hijos y supone ir más allá que la simple asimilación de conocimientos al establecerse espacios de interacción y diálogo para la resolución de problemas en conjunto. 

Finalmente, se apuesta por la solidaridad y por la igualdad de diferencias. Este último concepto supone evitar crear aulas y clases específicas para alumnos con necesidades especiales. En el aprendizaje dialógico se acepta la diversidad y se utiliza como un motor más para aprender. 

“La metodología es más democrática y tiene una gran potencia para transformar”

Sara Carbonell Sevilla es maestra de Pedagogía Terapéutica y Primaria. Trabaja en el CEIP Luis Vives de Cullera (Valencia), una escuela pública que se constituyó como Comunidad de Aprendizaje en el curso 2012-2013. También participará en el encuentro internacional en Cuenca. 

Esta maestra asegura que la metodología “permite dar respuesta a muchos retos que hoy tiene la Educación, es más democrática y tiene una gran potencia para transformar la comunidad educativa. Así lo estamos viviendo nosotros”.

Lo primero en este centro valenciano fue formar a las familias y profesorado. Pasaron por lo que se denomina la ‘Fase del Sueño’ (la construcción de la Comunidad de Aprendizaje) y hoy sus “pilares” son la inclusión, la atención a la diversidad del alumnado y la convivencia. “Hemos trabajado la importancia de romper el silencio, proteger a quien protege o valorarles socialmente… Lo hacemos junto a las familias”. 

Unas familias que, dice, “están muy agradecidas. Nuestra escuela es ahora muy abierta. Es habitual ver a padres y madres en las aulas, en las tertulias… Saben más y mejor de lo que pasa en la escuela y cómo están sus hijos en las clases”. 

Es algo en lo que coincide el director del CEIP Federico Muelas de Cuenca. “La participación de las familias ha aumentado notablemente”. Era algo que no ocurría antes. 

Tener claros los criterios para distinguir (y desechar) a los falsos expertos educativos

¿Y los resultados? Tertulias, debates, encuentros… Los centros crean espacios de aprendizaje y resolución conjunta de problemas. “Estamos muy contentos”, asegura Sara Carbonell. “Este año por primera vez un alumno de Educación Especial pasará al instituto con su grupo. Sin haber repetido ningún curso. Hasta ahora, estos alumnos tenían su propio programa curricular, llegaban con muchas dificultades, repitiendo curso y descolgándose de los amigos. El aprendizaje alcanzado habría sido impensable antes”. 

En el centro conquense, el director habla de “mejora” tanto en la expresión oral del alumnado como “en la ayuda que se prestan unos a otros”. Eso sí, reconoce que con la pandemia casi todas las actuaciones quedaron paralizadas. “Así que toca retomar, evaluar, y constatar con resultados fehacientes la mejora del aprendizaje”.

Con la pandemia todos hemos buscado información para distinguir entre la verdad y la mentira. En el ámbito educativo también. Las familias van a exigir saber que lo que se enseña y cómo se enseña tiene resultados

Marta Soler Catedrática de Sociología de la Universitat de Barcelona

Marta Soler asegura que “hay escuelas que han pasado del fracaso escolar a tener resultados muy por encima de la media. Hay evidencias de las mejoras que genera en este ámbito. Es donde más se aprecia el cambio” pero, matiza, “no todos los centros con Comunidades de Aprendizaje vienen del fracaso escolar. De lo que se trata es de mejorar en todos los niveles tanto en los centros públicos como en los concertados”. 

La catedrática comenta que “se ha evolucionado porque hay mucha investigación” y, en este sentido sostiene que también es importante que “el marco legal empuje y que la formación del profesorado se base en evidencias científicas”.

Son cuestiones que se pondrán sobre la mesa en el encuentro conquense: dejar claros aquellos criterios que permitan distinguir a los falsos expertos en Educación de aquellos que se basan en evidencias científicas. “Y no se trata de qué contenidos impartir sino de qué métodos usar para mejorar el aprendizaje”, apunta.

“Muchas veces se habla de innovación educativa, de creatividad… Pero es que en Educación no se puede experimentar. En otros ámbitos como el sanitario lo tenemos más claro. Si hay que aplicar una intervención médica, ha de hacerse con base científica. En Educación debe ser lo mismo. Con los niños no se puede experimentar”, insiste. 

La socióloga recuerda que la investigación científica en general busca generar mejorar sociales en cualquier ámbito. “Hay que basar las políticas educativas en aquello que se ha demostrado que tiene impacto social”. La catedrática recuerda que “se ha avanzado mucho en la evaluación del impacto social” y recuerda que los indicadores que está usando la Comisión Europea para el programa marco de investigación se basan en los diseñados por el sociólogo español José Ramón Flecha, el ‘padre’ de las comunidades de aprendizaje. “Si se invierten millones de euros en Ciencia hay que poder demostrar que eso genera beneficios para la ciudadanía”. 

La socióloga cree que “con la pandemia todos hemos buscado información para poder distinguir entre lo que es verdad y lo que es mentira. En el ámbito educativo también. Las familias van a exigir en las escuelas saber que lo que se enseña y cómo se enseña tiene resultados porque ya se ha aplicado antes”. 

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