“Mi trabajo consiste básicamente en construir un puente entre lo que quiero decir y lo que la gente va a entender. Y a veces no tiene nada que ver”. Esta reflexión la realiza entre risas el ilustrador, dibujante y humorista gráfico Riki Blanco poco después de haber dejado estupefacto al alumnado de la histórica Escuela de Arte de Toledo y también a buena parte del profesorado.
Es consciente este artista de que no hace un humor fácil. O al menos no para todos los públicos. Él mismo reconoce que la comprensión lectora es imprescindible y que lo contrario, que “ni siquiera tiene nombre”, hace imposible la “cultura visual”.
Conocido principalmente en el ámbito de la ilustración editorial y de prensa, el nombre de Riki Blanco figura en un centenar de publicaciones. Ha realizado ilustraciones para un gran número de medios de comunicación tanto nacionales como internacionales, incluido elDiario.es, y ha colaborado en proyectos creativos de diferente índole.
Su trabajo se desarrolla con clientes como The New Yorker, The NewYork Times, Wall Street Journal, Forbes, Hollywood Reporter, Oprah Magazine, Newsweek y Discovery Channel, entre otros muchos. Compagina todo ello con el teatro experimental, el recital, la poesía, la narrativa, la videocreación y la composición musical.
Con motivo de su última publicación, ‘Libro de reclamaciones’, ha decidido darle otro aire las “aburridas” presentaciones literarias. “Mezclo obras de teatro que he realizado con el podcast ('La Contención'). Son ideas que, en vez de ser viñetas, se convierten en historias contadas”, nos detalla. De hecho, hace años presentó otro de sus libros hablando tan solo de sus fracasos.
Y todo este despliegue de versatilidad es el que ha realizado en la Escuela de Arte de Toledo, cuya descripción resulta casi imposible por su fusión de estilos y originalidad.
Para muestra, varios botones: su puesta en escena comienza con la retransmisión en vídeo de unas lágrimas de San Lorenzo, las conocidas como Perseidas, que no llegan a producirse. “Con esperanza, pero sin expectativas”, un locutor pasa las horas mirando un cielo estrellado pero sin un solo movimiento, solo con el canto de los grillos de fondo. Ahí arrancan las primeras carcajadas.
De ahí saltamos a una reinterpretación del conocido como “lenguaje de los abanicos” pero que él traslada al “lenguaje de los cubiertos”: según los coloquemos en el plato, mandamos diferentes mensajes del estilo: “Avísame si tengo algo entre los dientes” o “Me estoy cagando”.
Tras interpretar junto a público ‘El Karaoke de los vagos’ que en general consiste “en mover los labios” (en los vídeos que se proyectan al mismo tiempo hay un lenguaje subliminal en referencia a qué tipo de labios se refiere), Riki Blanco ofrece una disertación sobre los papeles de burbuja, esos que “tanto nos gusta explotar”. Está convencido de que cada burbuja en un ser humano, que ese papel es “un gran muñeco vudú” y que cada vez que explotamos una burbuja, acabamos con una vida humana. “Cuidado con eso, que, aunque las posibilidades son remotas, el siguiente puedes ser tú”, avisa.
De los vídeos porno a las clases nocturnas para vampiros
Tiene este humorista gráfico también sus propias teorías sobre las dentaduras postizas, dispone de diferentes alternativas sobre el número 69 como postura sexual y un desternillante y breve relato sobre una imprenta de ouijas con “coste cero de personal”, porque se hacen solas sin nadie que aparentemente ponga en marcha las máquinas.
Entre estos pequeños ensayos, minipiezas teatrales y vídeos, uno de los que más gusta al público de la Escuela de Arte es la canción en la que deja clara una verdad irrefutable, que reza así: “Cuando el vídeo porno se acaba, sales reflejado en la pantalla. Vaya bajón. Tú eres tu premio de consolación”. Para no declararse inocente, es la cara del viñetista, precisamente, la que aparece reflejada en la pantalla.
Ahí no se queda el universo de Riki Blanco. Sus disertaciones le llevan a proclamar la enorme importancia de una supuesta alcayata que aparece en el cuadro ‘Guernica’ de Picasso. Según afirma, ese elemento lleva la toda la “presión y responsabilidad” de esta obra de arte. Pero después de eso, también se pone a cantar sobre el hecho de que en las clases nocturnas para vampiros ninguna línea se puede cruzar sobre otra. Básicamente, porque se forma una cruz y el vampiro muere. Lo ilustra con imágenes cinematográficas del Conde Drácula pasándolo muy mal mientras unas líneas cruzan sobre otras.
Al final, el ilustrador cuesta sus experiencias con las heridas que encuentra en su cuerpo después de una noche de juerga y también le da una pequeña patada a los ‘coaches’ llamando a perseguir los sueños, pero “con cierto fluir, sin agobios, persiguiéndolos con indiferencia, en zigzag”.
Esto es solo la primera parte de su puesta en escena ante el alumnado de la Escuela de Arte. Después se centra en muchas de sus viñetas pidiendo la participación de los asistentes. Ahí el jolgorio también se hace arte. No son viñetas fáciles. Son ideas sobre la política, las relaciones humanas, las emociones, la identidad, el paso del tiempo y la cultura. Algunas son más surrealistas, otras más representativas, pero la mayoría están cargadas de simbolismo “marciano”.
Hay una filosofía común en todas ellas: apelar a la inteligencia, a la reflexión, a alguna lección, no de vida, pero sí para ese momento concreto. El propio Riki Blanco nos cuenta que él mismo muchas veces las termina y piensa “¿Esto se entiende?”. Con esa pregunta ha interpelado a este medio y también a los asistentes, cosechando respuestas afirmativas.
En realidad esa inseguridad solo es intermitente, porque reconoce que después de años de bagaje, trabaja confiando en su intuición. “Dejo que mi subconsciente vaya trabajando como espectador de mis propias tonterías y mi marcianismo”, explica.
Me interesa mucho lo humano, la psicología, la filosofía, pero todo eso siempre está vinculando con la política
“No puedo dividir o disociar entre las relaciones humanas y la conciencia política y social. Lo que no me interesa mucho es la actualidad, porque va cambiando, pero al mismo tiempo todo vuelve a pasar. Me interesa mucho lo humano, la psicología, la filosofía, pero todo eso siempre está vinculando con la política”.
También habla el viñetista de la necesidad del sesgo. “Para poder hablar de algo, para ser ágil y breve, tienes que prescindir de cosas que se sobreentienden. Es un pacto. También es peligroso porque a veces se perpetúan clichés, pero cuando el foco está puesto en otro mensaje, es mejor olvidarse de los afluentes y quedarse con ese mensaje”.
Riki Blanco se refiere constantemente a su situación “de paso” en el mundo del humor gráfico. “Ahora es mi momento de 'hola acabo de llegar, pero seguramente me acabaréis echando'”, afirma riendo. Y no es que se quiera ir, es que cree que algún día dirá algo que no debe. “Pero de momento me siento muy cómodo y realmente es el espacio en el que encuentro mi mayor libertad creativa. Todos los días tengo la oportunidad de ir cambiando. Para mí ahora, es lo mejor, y no pienso en nada más”.