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Un itinerario botánico para reivindicar la cultura andalusí en Toledo: “Aquí empezó al-Ándalus”

Patio del Museo de Santa Cruz, en Toledo, donde al patrimonio cultural se ha sumado un itinerario botánico que busca recuperar la tradición de los jardines andalusíes

Carmen Bachiller

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Pasear por el interior del toledano Museo de Santa Cruz tiene desde ahora un nuevo aliciente. Un itinerario botánico que traslada al visitante hasta el Toledo andalusí, cuando este centro cultural formaba parte de un amplio complejo palaciego, a unos pasos de la que hoy se conoce como plaza de Zocodover.

La iniciativa parte de la Fundación de Cultura Islámica (FUNCI) con financiación del Gobierno de Castilla-La Mancha para visibilizar y ahondar en las raíces sociales y culturales de Toledo, “la ciudad con una cultura y tres religiones” afirma su secretaria general Encarna Gutiérrez, más allá del mito de 'las Tres Culturas' que resuena en muchas de las rutas turísticas. “En aquel entonces todos hablaban árabe. Es hora de que Toledo asuma como suyo ese patrimonio tan importante que es el andalusí y, sobre todo, que la ciudad se sienta orgullosa de él. Aquí empezó al-Ándalus”.

Un total de 14 plantas, arbustos y árboles característicos de aquella época forman parte desde ahora del patrimonio cultural del museo. “Cuando plantas algo vivo, algo que crece y que supone recuperar patrimonio, gracias a la colaboración institucional y ciudadana, nos hace mucha ilusión. Las plantas no discriminan, dan sus frutos y sus beneficios medicinales a todas las personas, de cualquier cultura o religión. Hay que cuidar ese patrimonio porque es único”, comenta Encarna Gutiérrez.

Es el objetivo que se marca la dirección del Museo de Santa Cruz. Antonio Dávila cree que puede convertirse “en un espacio de aprendizaje para los visitantes” porque, asegura, “los museos no deben verse como meros contenedores”.

Las especies vegetales forman parte de esta particular exposición, un itinerario que sus impulsores han denominado ‘Sembrar patrimonio: la botánica andalusí, en los jardines del Museo de Santa Cruz’, que incluye una selección de especies vegetales relevantes para entender mejor el desarrollo y la experimentación de las disciplinas agronómicas bajo dominio islámico en la península ibérica.

El proyecto es fruto de la colaboración institucional, científica y ciudadana. Junto a la impulsora del proyecto, la Fundación de Cultura Islámica, están el Museo de Santa Cruz y su asociación ‘Museo de Santa Cruz ¡Vivo!’, la Estación Biológica de Torretes de la Universidad de Alicante y el Jardín Botánico de Castilla-La Mancha. Y ha sido fundamental la participación de quienes, a título particular, se volcaron en la jornada de plantación en los días previos a la apertura del itinerario botánico.

Recuperar especies como el mirto o arrayán morisco

La propuesta es un itinerario turístico diferente. Tanto en su lonja exterior como en el interior, en su patio noble, se invita al visitante a conocer más sobre el gusto por lo vegetal de hace diez siglos.

“Todas las plantas de los jardines andalusíes se han ido perdiendo y lo cierto es que tienen un componente histórico”, reivindica Segundo Ríos, profesor de Botánica de la Universidad de Alicante y director de su Jardín Botánico que ha colaborado en el proyecto junto a su homólogo en la Jardín Botánico de Albacete, Pablo Ferrandis.

“De aquellos jardines andalusíes no ha quedado nada, ni siquiera en la Alhambra de Granada. Podemos imaginarlos, sabemos qué plantas tenían, pero no cómo estaban distribuidas. Ahora tenemos una oportunidad de recuperar algunos bosquejos e iniciar una práctica didáctica en torno a esta cultura de la que a veces no tenemos referentes”.

Se puede pasear entre olivos, un naranjo amargo, un tejo, un melocotonero, una rosa de Damasco, violetas, romero, lavanda, lirios, adelfas… y lo más llamativo, un mirto o arrayán morisco. Es un arbusto de hoja perenne, muy longevo, que con los años puede convertirse en un pequeño árbol. En primavera tendrá flores blancas y después bayas. Siempre se usó con fines decorativos pero también medicinales, pero a partir del siglo XVIII practicamente desapareció de la península ibérica.

“Gran parte de su recuperación se inició precisamente en la provincia de Toledo, en El Real de San Vicente. En una finca privada, que quizá fue una antigua alquería árabe, lo conservaron sin saberlo durante siglos. Logramos material para recuperarlo a partir de ese único ejemplar y ahora hay miles”, destaca Segundo Ríos.

Este arbusto fue uno de los grandes protagonistas en los escritos de los agrónomos andalusíes y es más que probable que poblase los jardines de los reinos de taifas, ciudades-estado surgidas en la península ibérica tras la descomposición del Califato de Córdoba a principios del siglo XI.

“Fue un momento de debilidad política y, sin embargo, de gran esplendor cultural”, explica el arqueólogo Sergio Isabel que alude en particular al papel de al-Ma’mun, emir de la taifa de Toledo entre 1043 y 1075. “Hizo grandes reformas en los palacios que incluyeron un importante programa científico. Fomentó una corte plagada de intelectuales, la élite del momento, además de la adquisición de libros y el estudio de lo que ellos llamaban la ciencia de los 'antiguos' incorporando traducciones”.

Era la época de Azarquiel, un importante astrónomo y matemático toledano que emigró a Sevilla tras la conquista cristiana de la ciudad allá por el año 1085, pero además y gracias a la investigación arqueológica, de aquella época se conserva otro tipo de literatura técnica en lengua árabe, entre cuyos autores sobresalen los agrónomos toledanos Ibn Wafīd e Ibn Baṣṣāl, maestro y discípulo, cuyos trabajos permitirían la creación de la escuela agronómica andalusí. Durante el siglo XI, Toledo fue el epicentro de los conocimientos de Agronomía.

Ambos científicos dejaron interesantes tratados donde la Botánica, la Farmacia y la Medicina estaban fuertemente vinculadas. En el caso de Ibn Baṣṣāl es conocida su aportación con un tratado práctico de agricultura ampliamente difundido. “En el siglo XIV había llegado hasta Yemen. En general llegó a todo el mundo islámico y también a Europa”, destaca Sergio Isabel.

Sin embargo, la importancia de los agrónomos de Tulaytula -el nombre de Toledo en la época islámica- ha pasado desapercibida, explica el investigador, a pesar de los proyectos en los que participaron. “Al-Ma’mun, proyectó otro complejo palaciego gemelo respecto al del Casco Histórico, en la que conocemos como 'Huerta del Rey'. Quiso crear una almunia o palacio aristocrático con huertas y jardines botánicos en los que aclimataron especies vegetales que venían del otro extremo del Mediterráneo, implementando toda una disciplina botánica que adaptaron desde el mundo grecolatino e indo-persa”. 

Pocos toledanos conocen esta parte de la historia y a quienes la protagonizaron. “Se ha perdido su memoria y pocos saben que fue la base de todo el movimiento científico toledano y el de la Escuela de Traductores que alentó Alfonso X El Sabio”.

El proyecto busca recuperar esa memoria y también lo hará, en primavera, otro de los grandes museos toledanos. Carmen Álvarez Nogales, directora del Museo Sefardí explica que el itinerario botánico en aquel caso “estará totalmente integrado con el contenido expositivo del museo. Las especies seleccionadas, entre ocho y diez, son muy diversas y queremos señalar con ellas lo que nos une”, decía, para abundar en el hecho de la importante presencia de la cultura sefardí (la judía y los conversos después) en Toledo entre los siglos X y XIV.

“Es un proyecto muy gratificante y uno de los hitos dentro de la renovación del museo que está teniendo lugar este año y parte del que viene. Estamos en la fase final”.

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