REPORTAJE

Medio siglo de ‘Emmanuelle’: la ilusión de la libertad sexual que consolidó una sociedad patriarcal

Uno de los mitos eróticos del cine de los setenta, Emmanuelle, ha vuelto a las pantallas e, incluso, ha servido para inaugurar recientemente el Festival de Cine de San Sebastián. Y lo ha hecho de la mano de la directora francesa Audrey Diwan, quien ha tratado de adaptar a los tiempos que corren, y con una visión feminista alineada con el movimiento Me Too, la película que rompió tabúes al trasladar a la pantalla hace medio siglo el erotismo en su versión más explícita.

La nueva Emmanuelle, protagonizada por Noémie Merlant, Naomi Watts, Will Sharpe y Chacha Huang, obliga a viajar en el tiempo para recordar lo que supuso a mitad de los setenta esta cinta. Hubo quienes la vieron como una manifestación cultural o una defensa de la libertad de expresión, mientras que otros y otras la consideraron una clara muestra del patriarcado.

Sea como fuere, y más allá de ser un fenómeno cinematográfico que aguantó en la cartelera parisina más de una década, Emmanuelle llegó en plena metamorfosis política y social a España. Aunque su estreno francés se produjo en junio de 1974, año y medio antes del fallecimiento del dictador, los estertores de la censura franquista propiciaron que Emmanuelle, la original, la protagonizada por la mítica actriz y modelo neerlandesa Sylvia Kristel, no ocupara las pantallas de los cines españoles hasta tres años después. Y lo mismo sucedió en Albacete, pequeña capital de provincias en la que esta película supuso toda una revolución.

De su existencia daban buena cuenta los periódicos de la época. Y baste como ejemplo lo que escribió Jesús Vasallo para la agencia Pyresa en enero de 1975 en el diario Mediterráneo -perteneciente a Prensa y Radio del Movimiento-, afirmando que la cinta era la “cumbre de la pornografía comunista”. Aquellas palabras debieron levantar cierto revuelo, o mucho, porque unos días después, el articulista tuvo que matizar, y culpó a los tipógrafos de haber confundido “comunista”, que es lo que se publicó, por “consumista”, que es, insistió, lo que pretendía escribir.

Viajes y copias piratas

El caso es que, cuando todavía no se podía ver en España, los españoles, ávidos de ese cine que comenzaba a circular por las pantallas europeas, montaban auténticos éxodos para viajar a Perpignan o Bayona y así poder empaparse de las andanzas del personaje creado por Emmanuelle Arsan en 1959 en su novela Emmanuelle.

Además, muy pronto aparecieron las primeras copias piratas de la película, que dieron pingües beneficios a sus promotores, quienes explotaron eficazmente el interés del personal masculino por el celuloide porno-erótico. Para ello, y según reflejó la prensa, las cintas, traídas clandestinamente desde París, se seccionaban convenientemente en diferentes episodios, dándole así mayor emoción al mercado y rotulando cada una de esas partes con títulos tan directos como Emmanuelle y las lesbianas, El autoerotismo de Emmanuelle, Las aberraciones de Emmanuelle

Estas copias, en 8 milímetros y Super 8, se llegaron a vender de tapadillo -lógicamente- en mercadillos y similares al precio de 30.000 pesetas, 180 euros de hoy en día, a pesar de su mala calidad. Un artículo en el diario falangista Arriba apuntaba que, si las copias fragmentadas eran de 10 minutos, “no hace falta hacer números para darse una idea de los beneficios”, teniendo en cuenta que Emmanuelle duraba hora y media.  “Algo está claro -apuntaba el rotativo-, hay un sector de individuos, como en cualquier otro país, a los que este tipo de cine les atrae e interesa. Sus motivos tendrán. Y estos españolitos en cuestión, que curiosamente no coinciden con los más potentes económicamente, puesto que esos tiene en sus programas anuales las dos o tres escapadas a la frontera para ver el cine que les apetece, están pagando la pornografía a precios de subdesarrollo”.

Las copias en Super 8 eran alquiladas con discreción a la hora del cierre de las cinetecas, que las guardaban en la trastienda

Una vez se incorporaron al mercado legal, y según recuerda Antonio Saiz Herreros, camarógrafo y responsable de una cineteca y, con el tiempo, videoclub, Saisa Cinerama, entre las películas S, Emmanuelle, se encontraba entre las de más demanda entre su clientela, mayoritariamente masculina, recordando que su precio de coste era muy elevado, lo que obligaba a venderlas caras, “lo que limitaba aún más el mercado”. Eso sí, a pesar de que se había avanzado, existían reparos morales para hacerse con una de estas cintas, por lo que la compra-venta se hacía con “mucha discreción”. “Ese tipo de películas siempre las tenía dentro, no las tenía expuestas en las estanterías, los clientes se esperaban al final, al cierre, cuando me las pedían, pasaba a la trastienda y las sacaba en unas bolsas que tenía para ello”, afirma Antonio Saiz.

El mercado editorial

En 1976 ya circulaba una revista erótica editada en Barcelona con el título de Emmanuelle, que fue objeto de secuestro por el entonces potente -sí, todavía- Ministerio de Información y Turismo por ser un “atentado grave a la moral”, de acuerdo con la Ley de Prensa e Imprenta, lo cual no impidió que ese tipo de publicaciones ganaran público a borbotones de forma extremadamente rápida. En 1977, en mayo, La Voz de Albacete publicaba que la ciudad manchega era una destacada consumidora de esas revistas, a las que calificaba de “erotismo de papel”, que había desbancado el boom de las revistas políticas, se afirmaba. “Cuarenta años de hambre han supuesto esta desaforada ansia de ver, y los editores, no tontos, han hecho viva la máxima de que la letra con carne entra”.

Los quiosqueros reconocían que ese género no fallaba, “se agota pronto”, y para gustos, colores, “desde 20 duros para abajo se ofrece una variadísima gama” de revistas, libros y cómics. Y entre estas publicaciones, la “desaparecida Emmanuelle”, que ocupaba “un lugar destacado”, señalaba el reportaje, explicando que revistas que fueron pioneras de los desnudos como Diez Minutos, Personas, Garbo, Gentes o Fotogramas “se han quedado atrás por la aparición de otras más especializada, y citaba Climax, Party y Lib, que era la que mayor aceptación registraba.

El final de la censura

Con ese caldo de cultivo, el mercado para Emmanuelle estaba ya creado. Y en cuanto fue posible, los empresarios de la exhibición cinematográfica comenzaron a programar películas con sexo explícito, eso sí, tras la aprobación por parte del Gobierno de Adolfo Suárez del decreto que suprimió la censura franquista y abriendo la puerta al cine erótico, clasificándolo S, lo cual llegó en noviembre de 1977. En la recámara de las distribuidoras españolas, un catálogo amplísimo de películas entre las que aparecía Emmanuelle.

Ya, para entonces, tanto Silvia Kristel como el propio título de Emmanuelle eran un reclamo en las salas cinematográficas. Y así sucedió con la película El muerto, los vivos y Emmanuelle, cinta francesa de 1975 que llegó al Astoria manchego en enero de 1978, decepcionando a quienes pagaron sus entradas confiando en ver a la Kristel en su sillón de pavo real. Pero, nada de nada.

También tuvo mucho tirón la proyección en el Carretas de la capital albacetense La esposa fiel, de la que se destacaba en la cartelera de esta “sala especial” -este cine fue de arte y ensayo en diferentes etapas- que su protagonista era Sylvia Kristel, y entre paréntesis se aclaraba como reclamo publicitario que era la protagonista de Emmanuelle. Era noviembre de 1977, recién salido del horno el decreto que cambió el cine de este país definitivamente, eso sí, después de que el destape ibérico ya hubiera llevado a millones de españoles al cine.

La primera ‘S’

Pero a Albacete, y contrariamente a lo sucedido en otras poblaciones españolas, la primera película S estrenada fue… Emanuelle Negra. Y no es que le falte una M al título, no, sino que se hizo a propósito para confundir al personal y evitarse, además, una demanda. Y supuso un negocio redondo para su distribuidora, José Frade Producciones Cinematográficas S.A. Fue el 13 de enero, viernes, de 1978 cuando se presentó la primera parte de la saga de películas italianas protagonizadas por Laura Gemser, y que se anunció como “un símbolo del amor y del deseo”.

El cine que se llevó el gato al agua fue el Goya, de José María Martínez-Tercero, amigo de quien fuera ministro de Información y Turismo en el ocaso del franquismo, León Herrera, y según escribió el prestigioso crítico albaceteño José Antonio Tendero, la película era un “safari pornográfico”, apuntando que “imaginaba equivocadamente por lo que he visto, que estos filmes serían una especie de antesala al cine pornográfico, pero la verdad es que nos meten de hoz y coz en las habitaciones íntimas del género”. “Huelga por lo demás todo comentario, cuyo título se hizo popularísimo y que sin achaque o pretexto justificativo, presenta con prodigalidad escenas de exacerbada sexualidad, hasta el punto de que los árboles no dejan ver el bosque”, concluía.

La primera película ‘S’ estrenada en Albacete fue ‘Emanuelle Negra’, que nada tenía que ver con la ‘Emmanuelle’ de Silvia Kristel

El semanario Crónica, del periodista Demetrio Gutiérrez Alarcón, dio la buena nueva asegurando el 1 de febrero de 1978 que había llegado el cine oficialmente porno, “todavía, Albacete no da para tanto, se carece de salas especiales, pero, al menos, se anuncian, previniendo al espectador. Emanuelle Negra, dato para la historia del género, ha sido la primera de la serie. ¡No vean las colas ante las taquillas del  (cine) Goya! Con el tiempo se perfeccionará el sistema, pues ya se sabe que, a imitación del extranjero, se pretende poner las entradas por las nubes, con un elevadísimo porcentaje de impuestos”. A continuación, llegó la segunda parte de Emanuelle Negra, y lo hizo al cine Cervantes, que advirtió en la cartelera de que podía herir la sensibilidad del espectador, pero el impacto ya no fue el mismo.

Llegó el día…

Y llegó el día que millones de españoles y miles de albacetenses esperaban: el estreno de la Emmanuelle original. Fue el 17 de febrero de ese año 78, en el Astoria, pensada “para todos aquellos que aman el amor… el sexo… el placer… y más que nada, la liberación, así es Emmanuelle, la mujer que amó y que vivió en un constante éxtasis de pasión y placer”, decía la cartelera. El precio de las entradas se fijó en 90 pesetas, y aguantó en el Astoria meses en los que hubo días de colas ante las taquillas de esta céntrica sala.

El gerente de Cultural Albacete y director del Teatro-Circo, Ricardo Beléndez, explica en este sentido cómo, en ese 1978, siendo estudiante de Magisterio y sin haber cumplido los 18 años, sus compañeros y él hablaban de la proyección de Emmanuelle. Aunque la mayoría de edad no se concedió hasta los 21 años unos meses después, algunos intentaron entrar al cine argumentando tener más de 18. A pesar de los obstáculos, lograron ver la película.

Sin embargo, Beléndez admite que “sinceramente no me gustó”, destacando que, aunque la película tenía cierto atractivo por el contexto de cambio en España, “la calidad artística no me llamó la atención, de hecho, no volví a ver ninguna Emmanuelle, había otras películas, otros estrenos, otras actividades que sí merecía la pena, y preferíamos gastar nuestro escaso dinero en cosas más interesantes, como comernos las gabardinas del bar Arturo, ir a tomar un manchao al 2 de la Parra o a comprar discos, en lugar de volver a ver ese tipo de películas”.

La crítica cinematográfica tampoco ocultaba entonces su decepción ante la fama que arrastraba el filme. “A secas, sin número y sin color” fue el titular con el que resumió José Antonio Tendero su crítica de la cinta francesa, “Quizá, la fama escandalosa alcanzada hace unos años por Emmanuelle fue debida a que ofrecía lo nunca visto hasta entonces, que ahora resulta lo cotidiano en las pantallas, aunque la verdad sea dicha, sin el refinamiento visual que Jaeckin sabe poner en las imágenes, porque este director es en esencia un fotógrafo más que un cineasta”, agregaba la crónica, apuntando que “la protagonista tiene a su cargo un trabajo agotador, pues la interpretación requiere el concurso de su completa anatomía en casi permanente actividad”.

Y luego llegaría la segunda parte del mito erótico, Emmanuelle 2: La antivirgen, al cine Carretas. En Madrid, los cines estrenaron a la vez la primera y la segunda parte el 5 de enero de 1978 a modo de regalo de Reyes para los adultos de la casa. Pero la saga y sus sucedáneos dieron para mucho, secuelas, una serie de televisión…

“Cuando llegó Emmanuelle a España ya se había estrenado en el resto de Europa la segunda parte, por lo tanto la primera y la segunda se estrenaron en nuestro país prácticamente de modo simultáneo, fueron las dos un enorme éxito, pero es que entonces el cine ese era un éxito casi seguro, siempre, como lo eran las películas del destape que no estaban clasificadas S, porque supuestamente no presentaban un erotismo explícito”, explica el director de Filmoteca de Albacete y escritor cinematográfico, Jesús López.

Agrega que Emmanuelle fue flor de un día “y pasó del imaginario colectivo como una película de éxito, o como un gran éxito, a algo puramente anecdótico. Lo extraño es que ahora, tantos años después, hayan decidido revitalizar Emmanuelle con esta nueva película, este remake que se ha acabado de estrenar, pero por lo que ya sabemos, ha sido un gran fracaso ya, y en cuanto a la crítica, tampoco la ha puesto demasiado bien, no sé si era el momento de volver a Emmanuelle”.

Las contradicciones de la Transición

Las lecturas sobre lo que supuso este tipo de cine, inaugurado por Emmanuelle y similares, pasado el tiempo, no distan en exceso, ni mucho menos. Para Miguel Lucas Picazo, catedrático, historiador y destacado militante de la izquierda albaceteña en los años posfranquistas, el cine que representó Emmanuelle tras la muerte de Franco “simboliza las propias contradicciones de la Transición; por una parte fue liberador, era pues salir a ver algo que nunca se había visto, pero a su vez era represor y formaba parte de esa educación patriarcal, que trata el cuerpo femenino de una manera cosificada”.  “Pasados los años -añade Lucas Picazo-, y desde un punto de vista analítico, tendríamos que decir que el fenómeno del destape y este tipo de cine contribuyó en una parte a liberar ciertos pensamientos, pero otra parte, va a contribuir a esa consolidación del patriarcado que tanto tiempo está durando”.

Las revistas eróticas se impusieron en los kioscos a las publicaciones políticas, siendo ‘Emmanuelle’ la de mayor tirón

En esta línea, Mari Carmen Ferrer Abellán, escritora, maestra, sindicalista y activista del movimiento feminista, afirma que para hablar del cine erótico en la Transición es preciso señalar que surgió como una reacción a la represión sexual impuesta por la dictadura franquista, con una censura que afectaba a cualquier representación de sexualidad, especialmente en mujeres y relaciones homosexuales. A este respecto, señala que, aunque estas películas generaban ingresos más que notables, eran productos de baja calidad que los propios actores rechazaron pasados los años en gran medida. “Este cine no contribuyó a una educación sexual saludable, pues se centraba en un enfoque machista y reducía a las mujeres a simples objetos de deseo”, observa, subrayando que la narrativa fílmica reflejaba a la sociedad, pero en este caso en desventaja para las mujeres, “quienes eran representadas de manera pasiva frente a los hombres”. 

A su juicio, las películas, dirigidas en su mayoría por hombres, reforzaban estereotipos sobre la sexualidad femenina, enfocada a satisfacer al hombre en lugar de explorar el placer femenino. “Este tipo de cine, con una calidad nula, perpetúa estereotipos patriarcales, al dejar de lado a la mitad de la población, convirtiéndola en objeto de uso para la otra mitad”, concluye.

Débil democracia

Además, el fenómeno muy pronto fue criticado por el mundo de la cultura, y de hecho, poco tiempo después de su estreno, el escritor albacetense, Premio Planeta y exponente del realismo social, Rodrigo Rubio, escribió en las páginas de Crónica un artículo en el que indicaba que si la democracia “ha venido sólo para que nos colmen de revistas con mujeres con todo al aire, y si asimismo ha venido esa democracia para ver a la seca Emmanuelle buscando gozar a cada momento, débil, raquítica democracia es ésta”.

La también escritora, periodista y cronista oficial de Albacete, Rosa Villada Casaponsa, señala al respecto que Emmanuelle y el cine del destape, “que como casi todo en esta vida, son fruto de una época determinada que, vista con los años, puede resultar como mínimo ridícula. En su cartel anunciaba que las escenas de sexo podían herir la sensibilidad del espectador. No se me ocurre mejor reclamo para atraer a un público ávido de todo lo que había estado prohibido durante mucho tiempo”. Advierte que “se suponía que este tipo de películas nos hacían más libres y modernos y ayudaban a robustecer nuestra recién estrenada democracia, pero no fuimos más libres por ver más sexo en pantalla. La sociedad patriarcal y machista no mejoró ni creo que estas películas aportasen nada útil a la humanidad, ni antes ni ahora”.

Queda claro que Emmanuelle fue el reflejo de un espejo distorsionado de la sexualidad y la liberación en la España de la Transición, y más, en pequeñas ciudades como Albacete.