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REPORTAJE

Molinos de viento: así nacieron y así sobreviven los gigantes del Quijote

Molinos de viento de Campo de Criptana (Ciudad Real)

Alicia Avilés Pozo

29 de mayo de 2022 21:59 h

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“Mire vuestra merced que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino”. Sancho Panza no lo pudo explicar mejor a don Alonso Quijano, cuando este último, en la piel enajenada del caballero Don Quijote arremetía lanza en ristre contra ellos. Así inmortalizó Miguel de Cervantes a estos ingenios mecánicos del viento poco después de su aparición en la comarca de la Mancha, datada en el siglo XVI. Cinco siglos lleva el molino manchego erigiéndose en los cerros y montes de esta tierra, y de manera más dispersa, por otras zonas de la geografía española. Llegó a haber hasta 500 en funcionamiento, y aunque hoy ya no quedan muchos, su porte sigue siendo iconografía del ingenio y motivo de atracción turística.

Aunque el mecanismo del movimiento de aspas para la mecanización data de mucho antes en la historia, el molino manchego como tal son otras muchas características. Su engranaje es completamente de madera, su tamaño no es muy grande, se localiza en sitios estratégicos para la dirección de los vientos, su funcionamiento es manual y se utiliza para moler grano.

Su conservación, rehabilitación, construcción y mantenimiento ha sido posible gracias a molineros como Juan Bautista Sánchez Bermejo, de los pocos -“quizás somos dos o tres”- que hoy quedan en España. Vecino de Campo de Criptana (Ciudad Real), donde se alza uno de los conjuntos de molinos más bellos del país, lleva 26 años dedicado a la carpintería molinera y a ponerlos en marcha. Desde su municipio de origen hasta Valencia, Alicante, Menorca, Ibiza, Andalucía, País Vasco o Aragón, Juan Bautista ha rescatado de las ruinas muchas de estas construcciones, las ha restaurado, las ha hecho funcionar o ha rehabilitado su maquinaria.

Hoy tiene 42 años y desde los 16 no ha hecho otra cosa. A esa edad entró en una escuela-taller de formación para oficios tradicionales. Después realizó una Formación Profesional en Almagro y con 20 años ya era autónomo y se dedicaba por completo a un oficio que ya por entonces se hundía en el olvido. Y con esa labor, a lo largo de los años, ha conseguido generar la necesidad de conservar y rescatar estos ingenios.      

“Cuando empecé a trabajar no había prácticamente nadie que se dedicara expresamente a este oficio. Había gente que de vez en cuando arreglaba un molino, pero no de manera continua, con un taller dado de alta. Yo mismo los busco, porque los hay por toda la geografía española. Visito zonas de España donde hay ruinas, me doy a conocer y otras veces me conocen y me llaman”, explica.

Y en más de dos décadas, tanto se ha empeñado en ello que ha contribuido a la puesta en marcha del Centro de Interpretación del Molino Manchego en Campo de Criptana, una forma de darlos a conocer y “algo que hacía falta ya aquí en la Mancha”.

La maquinaria del molino, una vez activada, es capaz de moler una cantidad de grano bastante considerable. Supuso una “revolución industrial” en la Mancha en el siglo XVI, porque hasta entonces la forma de molturar era muy escasa y manual. La zona se convirtió así en el granero del Reino para alimentar a las tropas de Felipe II y posteriormente de Carlos V. “Eso supuso un auge económico y situó a la comarca en el centro del comercio a nivel internacional, cuando estábamos batallando por medio mundo”, cuenta Juan Bautista. Según la próxima guía que va a publicar el Centro de Interpretación en base a las relaciones topográficas en el reinado de Felipe II, llegó a haber un centenar de molinos manchegos en la zona, y 500 en total durante toda su historia, aunque “no estuvieron funcionando al mismo tiempo, porque dependía de los vaivenes de la economía”.  

Cervantes llegó poco después de esa revolución industrial y los convirtió en un icono de la Mancha. “Lo que hizo fue poner esta zona y sus molinos en cualquier rincón del mundo. Y eso sí que sigue así”. A Juan Bautista le preguntan continuamente los turistas por estas construcciones y le sorprende que haya culturas como la japonesa que piensa que Don Quijote existió de verdad. “Lo ven como un samurái, como un guerrero que luchó por la libertad. El capítulo de los molinos que son gigantes en su cabeza les resulta alucinante. Lo veneran, no pueden creer que no fuera de verdad”.

Al margen de la ficción, fueron construcciones eficaces y muy útiles hasta que apareció la electricidad. A finales del siglo XIX caen en declive bruscamente. “En esos momentos la mano de obra ya era cara y el mantenimiento de un molino con el acarreo y la dependencia del viento eran factores que, en el momento en el que aparece la electricidad, los hace desaparecer en muy pocas décadas”. Una revolución industrial acabó con otra revolución industrial.

Es preferible mantener sus maquinarias originales de madera y como bienes de interés cultural

Hoy en día, los molinos manchegos de viento que quedan en pie siguen moliendo grano, pero se utiliza como pienso animal. “Se muele exactamente igual. Se abren los ventanillos para ver por dónde viene el viento, orientamos las aspas, ponemos las telas, echamos el grano en la tolva y empezamos a moler”. Detalla que hoy en día, para seguir haciéndolo a gran escala, el Ministerio de Sanidad requiere unos parámetros que supondrían atentar contra el patrimonio cultural, como incluir metacrilato para darle calidad a la harina. Es preferible, señala, mantenerlos con sus estructurales antiguas de madera y como bienes de interés cultural.

De hecho, en las rehabilitaciones y en las construcciones de nueva planta que realiza este molinero, a la hora de tratar las maderas y la construcción, se utilizan los métodos originales para intentar transmitir a las generaciones venideras esa “artesanía pura”. “Podemos haber mejorado en algunas herramientas. Hemos cambiado la sierra bracera por una motosierra, pero poco más. Seguimos trabajando con el hacha y la azuela, igual que antiguamente”.

Los molinos de viento más emblemáticos de la Mancha, además de los de Campo de Criptana, están en Consuegra, Mota del Cuervo, Herencia o Alcázar de San Juan. En casi todos hay alguno o algunos en funcionamiento. Pero Juan Bautista ha tenido la posibilidad de trabajar también en Alicante y Valencia, sobre todo levantando maquinaria donde solo había hecha la obra civil.

En este periplo ha llegado a encontrar maquinaria original de madera pero con diferencias respecto a los manchegos. Por ejemplo, en las Islas Baleares ha visto molinos diferentes en cuanto a dirección de giro y tamaño de las piezas. Le sorprendió especialmente encontrar en Menorca uno de ellos con un sistema de freno automático mediante contrapesos construido en el siglo XVIII. “Era un molino que no esperaba ver en funcionamiento y fue un reto personal volver a ponerlo en marcha. Ahora todos los meses de junio voy a Menorca para ponerlo en marcha desde que lo arreglé”.

Ha encontrado decenas de curiosidades. En el municipio jienense de Baños de la Encina tienen un molino que no puede moler porque el pueblo lo ha ido rodeando y ha quedado ubicado en una plazoleta sin la entrada de viento suficiente. “Hacerle la maquinaria hubiera sido un gasto enorme para un pueblo tan pequeño y se optó por restaurarlo exteriormente en su originalidad”. En el norte, también hay ruinas de molinos manchegos. Hay documentación fotográfica e incluso dibujos de hace 200 años. Y en la localidad vizcaína de Getxo el molino se conserva pero ahora es un restaurante en lo alto de un acantilado.

Hay algunos más y todos ellos son ejemplos de la importancia histórica de estos ingenios. Así los abordan en el Centro de Interpretación del Molino Manchego de Campo de Criptana, como un nuevo recurso turístico que ha sido musealizado por la empresa local de José Luis Sobrino, que ha puesto a escala humana “un proyecto de escala universal”.

Allí, las personas que lo visiten pueden conocer la historia de los molinos de viento, los diferentes tipos, la maquinaria que utilizan para moler, sus diferentes elementos, la importancia que tuvieron para la economía de la Mancha y su vínculo con El Quijote. Se exponen molinos a escala, imágenes, vídeos, piezas únicas como aspas, ejes y palos de gobierno, y se distribuyen en un circuito perfectamente medido, para entender el valor de estos gigantes manchegos. Es un recurso que se ha sumado a la experiencia turística del 'Tren de los Molinos', que realizó su primer viaje hasta Campo de Criptana el pasado 14 de mayo.

Una imagen “muy potente”

“La Sierra de los Molinos de Campo de Criptana es uno de los paisajes más característicos y representativos de Castilla-La Mancha, una imagen muy potente de nuestra oferta turística y reconocida en todo el mundo, gracias a la literatura inmortal de Miguel de Cervantes y uno de nuestros personajes más universales, como es Don Quijote de La Mancha”, afirma al respecto la consejera de Economía, Empresas y Empleo, Patricia Franco.

Su importancia está “muy presente” en el Gobierno de Castilla-La Mancha. Junto con otras administraciones, como el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, mediante el Plan de Sostenibilidad Turística y otras iniciativas como la musealización de alguno de sus molinos o la iluminación ornamental de la Sierra, está invirtiendo más de 1,6 millones de euros. No en vano, Campo de Criptana es “uno de nuestros mejores testimonios vivos del siglo XVI, de la pervivencia de nuestro legado y del respeto por nuestro patrimonio”. “Ha sido imagen en muchas de nuestras campañas turísticas por ser un espacio tan reconocible, y va a continuar siendo uno de nuestros principales recursos, además de uno de los principales reclamos para el crecimiento del turismo nacional e internacional en nuestra región”, concluye.

Lo cierto es que resulta inevitable comparar estas construcciones con los numerosos aerogeneradores dispersados por todo el país. En Castilla-La Mancha, precisamente, sigue multiplicándose esta energía renovable. Lo que más impresiona al molinero Juan Bautista Sánchez es encontrarse estas modernas construcciones en el mismo sitio donde hay un molino de viento original.

“Pienso: qué romántico y qué nostálgico ver cinco siglos después esa evolución y cómo se sigue utilizando el mismo lugar donde ya se usaba el trayecto del viento antiguamente. Pienso que ya entonces, los antiguos, supieron elegir ese lugar sin tanta tecnología”, concluye.

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