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¿Se ha olvidado Toledo de Garcilaso de la Vega? Solo su tumba y una estatua le recuerdan en su ciudad natal

Estatua en honor a Garcilaso de la Vega en la Plaza de San Román de Toledo

Alicia Avilés Pozo

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“Si Garcilaso volviera, / yo sería su escudero; / que buen caballero era”. Estos versos de Rafael Alberti recogidos en su libro 'Marinero en tierra' son algunas de las referencias literarias más bellas y que mejor demuestran el legado de un autor que marcó la poesía moderna y que fue el precedente más importante del Siglo de Oro. Nació en Toledo. Está enterrado en Toledo. Pero solo una estatua y una placa bastante deteriorada -y en el lugar equivocado- le recuerdan en la ciudad. No hay casi ninguna actividad ni homenaje a nivel institucional que recupere su obra y su apasionante (y corta) vida.

Precisamente, esta semana se realizó en la ciudad un espectáculo de teatro, música y poesía inspirado en la vida y obra de Garcilaso de la Vega. Fue en la antigua iglesia de San Pedro Mártir, actual paraninfo de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), donde se encuentran enterrados los restos del afamado poeta y militar toledano.

Es una de las “pocas” actividades que se realizan “cada mucho tiempo” en la ciudad que vio nacer al creador de la poesía moderna, considerado el padre del estilo renacentista importado de Italia que revolucionó las letras españolas. Sigue siendo, de hecho, un autor obligado en las enseñanzas de literatura española.

Quien lo dice es Jesús Román, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y auténtico apasionado de la ajetreada vida y de la revolucionaria obra de Garcilaso de la Vega. Ha sido el encargado de adaptar el texto de este último espectáculo a cargo de la ‘Compañía Garcilasos’, en colaboración con el Vicerrectorado de Cultura de la UCLM.

Decenas de personas acudieron a ver esta obra, bajo el nombre ‘Garcilaso. Pues amas, ¡qué cosa es amor!’, que fue estrenada en el Teatro de Bellas Artes de Madrid en 2019. En ella tres figuras emblemáticas de la cultura y la civilización española se encuentran en una tierra de nadie que tiene el privilegio de acogerles: es el monte Parnaso, un lugar en el que “solo caben versos, música y gozos”.

El texto elaborado por Jesús Román a partir de creaciones de Garcilaso y de su amigo, escritor y albacea literario, el catalán Juan Boscán, es fruto de una minuciosa investigación bibliográfica, histórica y musical sobre estos personajes “tan importantes sobre los que, desgraciadamente, tan poco conoce el ciudadano”.

Se refiere con ello el profesor al hecho de que en la ciudad de Toledo, el autor renacentista esté “olvidado”. Solo una estatua en la Plaza de San Román de la ciudad, una placa muy deteriorada con referencias a su casa natal en el lugar incorrecto (no fue allí donde nació) y los restos del poeta que descansan en San Pedro Mártir, a cuyo conjunto escultórico además no se puede acceder, son los vestigios de Garcilaso en la ciudad.

“No hay un solo museo en Toledo ni en toda España dedicado a su figura, ni prácticamente se mantiene en pie su supuesta casa natal”, cuenta el profesor a elDiarioclm.es, lamentando que el Ayuntamiento tampoco celebre ningún tipo de homenaje ni recordatorio con carácter anual, con motivo de su nacimiento (entre 1491 y 1503) o su fallecimiento en 1536.

Podrían hacerse “miles de cosas”, propone. “Desde recitales y justas poéticas hasta la puesta en valor de su obra y su vida a través de un museo, aunque fuera mediante facsímiles y reproducciones. Merecería la pena cualquier cosa, porque nadie, salvo la Universidad de Castilla-La Mancha, ha hecho nada”, subraya el profesor.

El primer poeta sentimental y laico

Jesús Román recuerda muy apasionado que Garcilaso de la Vega fue un autor que rompió moldes literarios en la España del siglo XVI. “Amaba a los clásicos y sus poemas comenzaron con la métrica castellana de la época, pero después transformó su literatura al estilo renacentista y fue uno de los primeros en hacerla sentimental y totalmente laica, porque en su obra no aparece ninguna mención a la religión, ni a dioses, ni a vírgenes. Un poeta laico en tiempos de mucho fervor católico”.

El punto de inflexión en su lírica obedece a un día de 1526 en Granada, cerca del palacio de Carlos I, también emperador de Alemania. Cuenta Juan Boscán en una dedicatoria que el escritor y político veneciano Andrea Navaggero le propuso que “probara en lengua castellana” los sonetos “y otras artes” de los autores italianos. La propuesta se basaba, entre otras cosas, en adaptar la poesía castellana, donde primaban los dodecasílabos (versos de doce sílabas), a las complicadas métricas italianas de endecasílabos.

Así lo hizo Boscán, no sin dificultad, prueba a la que después se unió Garcilaso “acabándome de aprobar con su ejemplo, porque quiso él también llevar este camino”. De esta forma el autor toledano no solo se 'convirtió' al Renacimiento, sino que fue el principal heredero literario en España del también poeta y filósofo Petrarca.  

Esa fue su particular revolución literaria. Pero también su vida militar y amorosa está plagada de aventuras, anécdotas y vaivenes. Por eso no se explica Jesús Román que haya “colas interminables” en Stratford, la ciudad natal de Shakespeare, para visitar su lugar de su nacimiento, “que ni siquiera está documentado”, mientras que en Toledo apenas se recuerda a Garcilaso.  

El espectáculo representado en San Pedro Mártir es la prueba de que iniciativas como las que pide este experto podrían tener gran afluencia de público. “Durante los cinco minutos en que se abrió la antigua iglesia de San Pedro Mártir, se formó una cola impresionante de gente para poder entrar y visitar el sepulcro. Pero nada, nos falta cuidar de lo nuestro”.

La tumba de Garcilaso tiene además un gran valor estético. En el conjunto escultórico que la adorna está una de las pocas imágenes (“inventadas”, porque no hay ninguna real) existentes sobre del poeta, junto con la mencionada estatua de la Plaza de San Román.

En la escultura mortuoria está en postura de oración junto con su hijo Íñigo de Guzmán. Una representación curiosa dado el laicismo del poeta. “Al pertenecer a la corte de Carlos I y formar parte de la élite de intelectuales de su época, inevitablemente se le reconocía como católico, pero no lo era”.  

Hasta los restos del poeta tienen su historia. Aunque fue sepultado inicialmente en el monasterio de Santo Domingo de Niza, donde murió en una contienda, su cuerpo fue mandado traer a Toledo por su viuda Elena de Zúñiga dos años después, en 1538. Más de tres siglos después, en 1869, los restos fueron exhumados para su conducción al Panteón de Hombres Ilustres de Madrid, en la iglesia de San Francisco el Grande.

La iniciativa se frustró en medio de los vaivenes políticos, por los que los restos se quedaron en el templo madrileño durante seis años, siendo devueltos a Toledo a comienzos de 1875. La cuestión es que no fueron restituidos a la capilla familiar de San Pedro Mártir hasta 1900. “Estuvieron en una caja, olvidados durante varios años, en los sótanos de las Casas Consistoriales de Toledo (hoy el Ayuntamiento), sin que nadie se preocupara de las reliquias”.

Entre familiares comuneros

También considera el profesor que en Toledo, donde ya existe un monumento a Juan de Padilla, podría recordarse el vínculo del hermano de Garcilaso, Pedro Laso, con los comuneros, y los problemas que eso supuso para el poeta y militar. De hecho, por acudir a la boda su sobrino fue apresado en Tolosa y confinado en una isla del Danubio cerca de Ratisbona, en Alemania. No obstante, eso le permitió, terminado su destierro, establecerse en Nápoles y seguir empapándose de los autores italianos.

“Se podría hacer un centro de documentación sobre estos hechos y también sobre los conflictos de los comuneros. Explicar quiénes ganaron, quiénes perdieron, contar el papel de Garcilaso y su hermano, y hacer historia con todo ello”, agrega.

Uno de los aspectos más curiosos de la obra de Garcilaso es que fue conocida muy poco tiempo después de su muerte. No era habitual en la época. Fue gracias a su amigo Juan Boscán. Como albacea de su obra al morir Garcilaso, el autor catalán y su mujer firmaron en 1542 un contrato para la publicación de un tomo titulado ‘Las obras de Boscán y algunas de Garcilaso de la Vega’. Al año siguiente, bajo la dirección de la viuda, se terminó la impresión en Barcelona y se publicó el libro.

Se convirtió en un clásico a los pocos años de su muerte

Después, comenzarían a editarse las obras de Garcilaso en solitario y su fama llegó en muy poco tiempo. “Por entonces los poetas no publicaban en vida y los que se hicieron famosos fue mucho tiempo después. Pero él se convirtió en un clásico a los pocos años de su muerte”.

La sombra de Garcilaso es alargada aunque en la ciudad que lo vio nacer no sea un protagonista histórico de su vida cultural o a nivel institucional. En 'La arboleda perdida', uno de los libros de memorias de Rafael Alberti, este poeta narra su rito de iniciación con la 'Orden de Toledo' que fundó el cineasta Luis Buñuel y que básicamente tenía como objetivo recorrer el Toledo nocturno en busca de aventuras. Alberti se quedó solo en un momento determinado de la noche, entre los “enjutos pasillos” de la ciudad, y narra cómo tuvo una ensoñación en la que creyó ver a Garcilaso de la Vega.

“Y me pareció entonces como si Garcilaso, un Garcilaso de hojas frescas y oscuras, se desprendiese de aquella enredadera y echase a caminar conmigo por el silencio nocturno de Toledo en espera del alba”, relata Alberti, incluyendo a continuación una estrofa de la Égloga III del autor renacentista, quizás sus versos más toledanos: “Cerca del Tajo, en soledad amena / de verdes sauces hay una espesura / toda de hiedra revestida y llena, / que por el tronco va hasta el altura / y así la teje arriba y encadena / que’l sol no halla paso a la verdura; / el agua baña el prado con sonido, / alegrando la hierba y el oído”.

El profesor Jesús Román insiste en que la ciudad de Toledo está “profundamente ligada” a este poeta del Renacimiento. Al introducir en su obra la métrica e innovaciones de Petrarca y de los autores italianos contribuyó a que la poesía en castellano tuviera, tras él, su Siglo de Oro, con una clara influencia en Miguel de Cervantes y Lope de Vega, entre otros muchos.

Garcilaso de la Vega también pasó largas temporadas en lo que hoy es la localidad toledana de Cuerva, por entonces señorío de su padre. “Tampoco allí se le recuerda de ninguna manera, ni a él ni a su familia. Es un olvido también incomprensible. Espero que con el tiempo su figura vuelva a ser recordada”.

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