REPORTAJE

Recorrido por los “tesoros escondidos” de una de las incubadoras de artistas más importantes de España

A principios del siglo XIX, una explosión y posterior incendio en el edificio del Monasterio de San Juan de los Reyes de Toledo destruyó parte de la estructura medieval y uno de sus dos claustros: el bautizado como ‘El Emperador’. Este monumento gótico se había construido con los Reyes Católicos (de ahí su nombre) para que fuera su futuro mausoleo y también para devolver a Toledo la importancia que tuvo como capital del reino visigodo.

Pero tres siglos después, bajo el gobierno de José Bonaparte, se utilizó como polvorín, lo que provocó el fuego y la destrucción casi total del Monasterio. Ese triste suceso fue sin embargo el germen de lo que después sería la Escuela de Arte de Toledo, una de las incubadoras de artistas más antiguas e importantes de España. El edificio es Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1998 y tiene protección patrimonial como Instituto Histórico desde 2015.

De la mano de Eusebio Sánchez, profesor de Historia del Arte de este centro educativo, cuyo titular es el Gobierno regional, hemos entrado en este espacio único de Toledo, fusión de gótico, mudéjar y hierro, y muy desconocido para la ciudadanía.

Cuando se cumplen 120 años de su fundación, la Escuela se está preparando para sacar a la luz todos los tesoros casi escondidos que guarda en su Museo de Artes Aplicadas, de acceso restringido, y en cada uno de sus talleres, aulas y diferentes espacios. Actualmente se imparten en este centro módulos de Artes Plásticas y Diseño, ciclos formativos de grado medio y grado superior, Gráfica Publicitaria, Arte Interactivo, artes aplicadas a la escultura, Cerámica o Interiorismo, entre otras muchas enseñanzas que combinan lo tradicional con lo moderno. Su alumnado tiene entre 16 y 80 años y se divide entre los que buscan vivir de alguno de los muchos oficios que allí se aprenden y aquellos que ya trabajan pero dedican su tiempo libre a aprender algunas de estas artes. 

Comenzamos el recorrido en su entrada, en la Avenida Reyes Católicos del Casco Histórico de la ciudad. El profesor nos cuenta que la Escuela de Arte de Toledo no es, como mucha gente piensa, “colindante” al Monasterio de San Juan de las Reyes sino que forma parte de este monumento. Fue en 1476 cuando los Reyes Católicos ordenaron su construcción. Su estilo, un gótico “florido e isabelino” era por entonces de una “modernidad fastuosa”. Se levantó con dos claustros: el que aún se conserva (una de las zonas más turísticas de Toledo) y el segundo llamado “El Emperador’.

Este último fue el que explotó y se incendió tres siglos después al ser utilizado para guardar armamento. Así se quedó hasta que el 8 de julio de 1881 el rey Alfonso XII publicó en la Gaceta de Madrid (el actual BOE) una orden ministerial con una doble finalidad: restaurar el edificio de San Juan de los Reyes destruido por el fuego y crear las tres primeras escuelas de arte de España: en Toledo, en Granada y en Córdoba.

En esa publicación apareció por primera vez con el nombre de Escuela de Artes Industriales y se construyó sobre ese segundo claustro. Para ello se eligió a uno de los arquitectos más conocidos del siglo XIX, Arturo Mélida. No conocía el gótico pero quedo “fascinado con ese lenguaje” de la construcción original y aceptó la restauración de San Juan de los Reyes atendiendo a su criterio, “emulando lo que quedaba en pie”.

El afamado arquitecto presentó el proyecto el 31 de diciembre de 1881. Comenzó a funcionar en unos edificios provisionales y este año se conmemoran los 120 años del edificio, que se terminó un 24 de abril de 1902. Se inauguró con el estilo “eclecticista” que le dio Mélida, “picoteando de los elementos formales y decorativos que más le gustaban de otras artes”. Predomina ante todo el neomudéjar con tintes góticos, pero mezclado con la modernidad del hierro procedente de la Revolución Industrial.

La fachada de la Escuela de Arte Toledo supone una de las mayores controversias de la ciudad.  Mucha gente confunde los símbolos del escudo de los Reyes Católicos con los del franquismo. Esta simbología está precedida por el águila unicéfala de San Juan (emblema de estos monarcas), las armas, la primera marca identitaria del yugo y las flechas (la y griega de Isabel en castellano antiguo y la efe de Fernando). A todo ello se une el “nudo gordiano”, derivado del lema de los reyes “Tanto monta” (“Da igual quién gobierne”) y que procede una leyenda griega de la ciudad de Frigia. De hecho, el escudo es casi similar al imperial de la ciudad de Toledo que preside varios puntos de la ciudad, con una diferencia: el águila en este caso es bicéfala.

La fachada de la Escuela de Arte original no se conserva tal cual. Un arquitecto municipal desmontó parte de este centro educativo. En cada uno de sus contrafuertes había un remate de leones y heraldos que se quitaron y algunos arcos que se cegaron con ladrillo. Se alegó entonces que era un peligro para los viandantes. También había cresterías florales que se quitaron en la Escuela pero no en el Monasterio.

El impulso definitivo

Al margen de esta polémica posterior, en el siglo XIX, el ministro de Instrucción y Bellas Artes, el Conde de Romanones y el primer director, Matías Moreno, dieron el impulso definitivo a la escuela. De hecho, el conde se involucró tanto que hubo una petición popular para que se pusiera su nombre a la actual calle de los Reyes Católicos donde se ubica la escuela. Pero la propuesta no fructificó.

Ya dentro del edificio, el historiador Eusebio Sánchez muestra como primer ejemplo de la modernidad el uso del hierro en su antiguo invernadero, donde puede verse esa estructura con piezas remachadas que se pueden desmontar, al igual que en la Torre Eiffel de París. De hecho, las escuelas provisionales que primero habilitaron y que ya no existen tenían una estructura de hierro similar a la del invernadero. En los años 30 y 40 un temporal arrasó con ellas y hoy en día únicamente se conservan los cimientos. Los elementos góticos de modernidad se encuentran también en los pasamanos de muchos espacios de la Escuela.

Pero la visita a las aulas es lo que resulta más espectacular. Supone adentrarse en el corazón del arte. La única aula que se conserva original, con la misma altura en la planta superior, es la de escultura, dibujo y yeso. Arturo Mélida diseñó parte del mobiliario, como los propios caballetes y potros del alumnado, que se siguen fabricando con los bocetos originales.

En esta aula se realizan las reproducciones de obras artísticas más asombrosas. De hecho, la Escuela de Toledo es la que mayor cantidad de reproducciones tiene en España. “Eso es una inspiración para los alumnos”, dice Sánchez. Una de las más famosas es la del púlpito de Benedetto da Maiano de la basílica de Santa María di Fiore en Florencia.

Estas aulas eran talleres en su origen, donde había que montar mucha maquinaria, de ahí la gran altura. El arquitecto aprovechó para rematar toda la parte superior con cerchas de hierro y con el lenguaje iconográfico de los Reyes católicos, aunque en este caso el águila ya es bicéfala, como el escudo imperial de Toledo.

Un hecho notorio es que las familias burguesas que financiaron el proyecto también respiraban modernidad en las aspiraciones para sus hijas. Querían aprendieran un oficio, “que no se casasen pronto y fueran dependientes de su esposo”. “Aquí venían muchísimas mujeres a aprender labores industriales”, cuenta el historiador. Hoy el día, el número de matriculas de mujeres es mayor que el de hombres.

En las aulas de cerámica pueden contemplarse en la actualidad desde técnicas antiguas de torneado hasta la tecnología más moderna.

En el taller de carpintería existe un pasillo que en la antigüedad comunicaba directamente la Escuela de Arte con el claustro del Monasterio de San Juan de los Reyes. Se tiró en los años 40 del siglo pasado y se dejó ciego el arco:

El taller de piedra también es uno de los más híbridos en cuanto a la mezcla de técnicas tradicionales con las innovadoras.

Parte del mantenimiento artístico de la Escuela de Arte de Toledo lo realiza el profesorado en sus horas libres. Su presupuesto es limitado al ser un centro educativo dependiente de la Consejería de Educación, pero su tesón, junto con el de varias generaciones de alumnos y alumnas, ha dado a luz su joya más preciada: el Museo de Artes Aplicadas, de acceso restringido.

Está ubicado en las antiguas hacillas y almacenes del monasterio, donde los frailes guardaban el grano y las bebidas. La Escuela de Arte no lo puso en valor hasta el año 2002, cuando se dinamizó como museo. Tiene siete niveles y la temperatura, muy fresca, es constante todo el año. Los muros son originales del siglo XV y tienen el aparejo típico toledano: cajones de piedra cuarcita encintados entre verdugadas de ladrillo. En Toledo eso indica la antigüedad de los edificios en la ciudad: cuando los cajones de cuarcita son muy estrechos y las encintadas de ladrillo están muy próximas indican siglo XI o XII, y conforme se va agrandando el cajón, nos acercamos al siglo XVI.

En este espacio se han musealizado las obras más importantes que se realizan en la Escuela. Es una joya de la creación artística, pero no está abierto a la ciudad y muchos “tesoros escondidos”. “Para abrirlo a la gente haría falta financiación y estamos poniéndonos a prueba para ver qué podemos hacer en el 125 aniversario, mostrar la grandeza de lo que aquí hacemos”, comenta Eugenio Sánchez.

En la primera sala del Museo de Artes Aplicadas hay un busto de Matías Moreno, el primer director de la Escuela, junto a un cuadro a carboncillo que el alumnado de su primer año realizó del conserje.

También aquí se exponen cerámicas, alicatados y una de las joyas del museo: “La Gran Tinaja”, un engobe oxidado en verde que se consigue ahumando el material y creando la vitrificación, y que también se realizó en el primer curso.

Las siguientes salas muestras obras de forja, orfebrería, damasquinado y bordados. Estos últimos estudios los promovió la bordadora y diseñadora valenciana Pilar Huguet Crexells. Se impartieron en la Escuela desde sus inicios hasta 2008. Ahora, 15 años después, van a recuperarse dentro de un nuevo curso de moda.  

Al salir del Museo por la que en realidad en su entrada principal (la bajada del Callejón de los Jacintos), accedemos al patio de la Escuela de Arte. Desde allí puede divisarse el espacio que ocupaban las escuelas provisionales que fueron arrasadas por una tormenta y también uno de los elementos de patrimonio industrial más desconocidos de Toledo, ya en ruinas: el Horno de Botella del siglo XIX.

Está montado dentro de un espacio-cobertizo neomudéjar y es un sofisticado ingenio típico de la producción de cerámica industrial inglesa, usado luego en todo el mundo hasta mediados del siglo XX. Hoy se encuentra en la Lista Negra de Patrimonio de Hispania Nostra, es decir, es irreparable.

El último tramo nos lleva al antiguo Convento de Santa Ana, edificio que ahora alberga aulas de la Escuela, cedido en usufructo junto con el patio para la ampliación del centro educativo. Es una construcción de 1925 que todavía conserva algunas partes originales en los laterales de la fachada. Su claustro interior está construido con la arquitectura típica de La Mancha de aleros y zapatas de madera, similar a la de la Plaza Mayor de Tembleque o al Corral de Comedias de Almagro.   

En el antiguo convento se encuentra una de las aulas más espectaculares, como es la herrería y taller de forja, donde vuelven a fundirse los métodos tradicionales con las últimas tecnologías y diseños.

La visita termina en la antigua capilla del convento, hoy en día utilizada como salón de actos, donde se expone, en el lugar que ocupaba su antiguo retablo, una de las piezas de bordado más espectaculares de la Escuela de Arte de Toledo. El alumnado del centro elaboró distintas piezas de bordado entre 1904 y 1906. Después, la diseñadora y bordadora antes mencionada, Pilar Huguet Crexells, se encargó de unirlas todas. Este fue el resultado:

La gran obra de la diseñadora valenciana es el final de la visita. El historiador Eusebio Sánchez reitera la intención de la dirección de la Escuela de Arte de Toledo de dar a conocer a la ciudadanía todos estos tesoros y abrir sus puertas en unos años para que su patrimonio, en un centro donde todos los días se concentra una “familia de arte y talento”, deje de estar escondido.

eldiario.es/Castilla-La Mancha

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