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Los daños colaterales de la guerra en Ucrania: el sector del vino preocupado por una nueva crisis del consumo

Todos los sectores agrarios se están resintiendo de la crisis producida por la invasión de Ucrania. El vino también y aunque Rusia y Ucrania no son los grandes receptores de vino español -el Observatorio del Vino ha cifrado las exportaciones en unos 40,4 millones de euros de los cuales 21 millones corresponden a Castilla-La Mancha-, sin embargo el sector teme los daños colaterales que vuelvan a sumirle en una crisis de consumo y de una competencia aún más feroz en los mercados. Así, lo cree Ángel Villafranca, presidente de Cooperativas Agroalimentarias de España y uno de los mayores expertos en vino.

Según ha señalado en declaraciones a AgroalimentariaCLM, para Rusia, España es el tercer exportador por detrás de Italia y Francia, aunque en algunos momentos España ha llegado a estar por delante de Francia al menos en volumen, pero las exportaciones de coñac y champagne francés hace que la facturación sea mayor para el país galo.

Las exportaciones de vino al mercado ruso ya quedaron muy tocadas en el 2020 cuando el Parlamento Ruso aprobó una Ley donde los vinos que se importaban de fuera de Rusia y se embotellaban allí pasaron a ser considerado ‘refresco de vino’ lo que, según Villafranca, “se cargó toda la importación de graneles” no solo de España sino de muchos otros países productores. “Antes había un mercado importante de graneles a Rusia donde se vendía entre 80 y 100 millones de litros anuales desde España”, pero se complicó con la normativa de Putin “para favorecer las nuevas plantaciones que habían hecho en Crimea y potenciar el consumo de esos vino”.

En este momento todo lo que se exporta es ya vino embotellado. “En este momento no tenemos ningún veto ni limitación para exportar vino a Rusia. Pero hay un problema de conversión de rublos a euros por las sanciones financieras y hay un problema peor que es el de devaluación del rublo, que estaba a 85 rubos cada euro y ha llegado a estar a 170. La inseguridad cambiaria y las limitaciones que se están implantando en Rusia al cambio de divisas hacen casi inviable el hecho de poder vender vino, pero no porque haya veto sino por las otras circunstancias”, señala Villafranca.

Por su parte, Bielorrusia, aunque era mercado más pequeño donde España estaba exportando vino “entendemos que es un mercado donde va a caer” de igual manera.

Al igual que a España, esta imposibilidad para comerciar con los países en conflicto le va a pasar al resto de países. “A Italia, que el principal exportador allí sobre todo espumosos, le va a ocurrir lo mismo que a España y el vino que no va a estos países en conflicto tiene que comercializarse en otros países del mundo, por lo tanto la presión y dificultad para entrar en otros mercados va a ser mucha, habrá una competencia importante”, señala.

No obstante considera que los productos españoles de calidad como es el vino tienen todavía mercados alternativos que explorar. “Creo que podemos llegar a todo el sudeste asiático, incluida China, el resto de países desde Vietnam, Japón, Corea, Singapur, es una alternativa muy buena y donde la economía no se rompe. Luego tenemos EEUU como país donde todavía tenemos mucho que crecer, es un mercado de mucho valor añadido donde podemos avanzar de forma importante”, señala.

Crisis del consumo

Sin embargo, las consecuencias de la guerra para el mercado del vino español no son solo, a juicio de los expertos, la pérdida de estos mercados, sino creen que hay otras consecuencias que pueden ser incluso peores que estas.

Tanto Ángel Villafranca como Alejandro Martin Gasco, portavoz de vino de UPA y viticultor de Corral de Almaguer (Toledo), el temor de los viticultores es que las consecuencias económicas y sociales de la guerra influyan de nuevo en el consumo y se entre en una nueva crisis cuando aún no se han recuperado de la anterior producida por la pandemia.

“En el comercio de vino va a influir en tema del turismo, la movilidad, la crisis, los viajes. Me preocupa más que si los consumidores tienen que estar pagando alimentos, combustibles, si la inflación sube, quedan menos euros para viajar, para el ocio y ahí tenemos una parte importante porque formamos parte de esa forma de vida y eso nos va a afectar mucho más”, señala Ángel Villafranca.

Alejandro Martín Gasco señala que los viticultores están preocupados: “Salíamos de una crisis de la COVID muy fuerte y cuando estamos asomando la cabeza y viendo horizonte de consumo, viendo que se recuperaba la restauración, volvemos al pesimismo. La subida del precio de la luz, de los combustible, nos toca el bolsillo y eso va a afectar al consumo de vino seguramente porque vamos a pasar de ese gasto extra, como consumidores vamos a priorizas dónde nos gastamos el dinero”, señala.

A esto se suma que para el sector del vino también están subiendo los costes de producción con los transportes, los combustible, la luz, los fertilizantes y eso también les va a afectar.

Un reflexión más profunda: “Europa tienen que plantearse toda la política verde, la estrategia ‘De la granja a la mesa’”

El sector vitivinícola cree que no es el momento de solicitar más ayudas porque Europa tienen ahora otras prioridades: “Una crisis económica, una crisis energéticas y una crisis de refugiados muy importante, además de la que afecta a otro tipo de alimentos como los cereales que va a afectar a la ganadería y esos son los que van a tener más prioridad”, señala Alejandro Martín Gasco.

También Villafranca cree que “no podemos ahora pensar en un único sector y decir ‘mi sector’, esto va a ser una crisis de muy largo recorrido”, señala.

No obstante, ambos consideran que sí es el momento de hacer reflexiones importantes sobre la Política Agraria Europea. Según Ángel Villafranca, “Europa tienen que plantearse toda la política verde, la estrategia ‘De la granja a la mesa’. Hay que parar un poco, es más necesario volver a recuperar los orígenes del Mercado Común Europeo que nace para garantizar la alimentación en los ciudadanos europeos. Eso se ha perdido al cabo de los años porque hemos entendido que era más barato y cómodo traerlo todo de fuera”, señala.

Sin embargo, la situación actual está poniendo en entredicho este sistema. “Ahora hemos entendido que no era mejor, nosotros debemos tener un stock, una alimentación garantizada”, señala, y por ello cree que “hay que replantear lo importante y hay que revisar todo el tema energético y todo lo que supone una garantía de alimentación”.

Por su parte, Alejandro García Gasco cree que es ahora el propio sector vitivinícola el que debe ponerse a trabajar para “analizar y gestionar la oferta y la demanda si no queremos tener grandes problemas en este sector”.

Cree que es el momento de gestionar una nueva campaña: “Venimos de una campaña una corta, sin grandes producciones, la planta no tuvo gran estrés, podemos tener una buena campaña si no ocurre nada. Con una crisis como esta, hay que ponerse a trabajar y a analizar todos los eslabones de la cadena para que ningun eslabón lo pase mal y adaptar la oferta a la demanda más que nunca, si no, no habremos aprendido nada de la crisis del COVID”, señala.