Vino biodinámico o el origen de la agricultura ecológica. “No hay recetas, no hay reglas” para su elaboración. Así define Carmen López los vinos de la bodega ‘Uva de Vida’ en Santa Olalla (Toledo), una zona de tradición vitivinícola a pequeña escala en la que hoy apenas quedan viñedos. Le gusta decir que en su pequeña bodega familiar, en la que trabaja con su marido Luis, el vino se hace solo. “Lo hace la viña, nosotros solo colaboramos”.
En su casa, producir vino significa revitalizar la tierra. Es la ‘máxima’ de la agricultura ecológica. “Consideramos a la tierra como un ser vivo y se tiene en cuenta la influencia tanto del cosmos como del interior de la propia tierra. La planta crece entre estas dos fuerzas”. Por eso en esta pequeña bodega trabajan siguiendo el calendario lunar y siempre tienen en cuenta los “ritmos” de la tierra. También “ayudan” a la viña con los preparados de María Thun, investigadora alemana de la biodinámica, e infusiones de plantas medicinales. “No le aplicamos ni cobre ni azufre y la viña crece libre sin deshojar ni despuntar. Son vinos sanos”.
“Para nosotros es más importante la tierra que la planta. Si hay vida en la tierra el producto que salga va a contar con elementos capaces de nutrirnos, de sanarnos y de alimentarnos correctamente”, explica esta emprendedora mujer que defiende que la “cualidad” de sus vinos es que “es diferente a cualquier otro que ha pasado por un proceso de transformación química o lleva conservantes”. Los vinos de esta bodega no llevan nada de química, “ni siquiera se filtran ni se clarifican. Tampoco llevan sulfitos. Hablamos de uva 100% fermentada” explica Carmen López.
Se trata de una producción de vinos tintos con la variedad Graciano, una uva que cosechan en 9,5 hectáreas de terreno. “Es fantástica porque es originaria de Navarra y Rioja, de ciclo largo, que allí madura con dificultad, pero en nuestra zona, con más de 3.000 horas de sol, madura perfectamente y aun así mantiene la acidez, que es su característica principal”.
“Tenemos acidez, grado alcohólico porque nuestro clima es el que es, y no necesitamos nada más para nuestros vinos”. A eso han sumado otras tres hectáreas de Tempranillo que entraron en producción por primera vez en esta bodega el pasado año. “No tenemos intención de ampliar el viñedo porque todo el proceso lo controlamos nosotros”.
Los vinos de esta bodega se caracterizan por su amplia capa y con mucha estructura, con mucha fruta roja madura y con aromas a paja seca y olivo. “Son vinos que sientan muy bien”. Son silvestres, rústicos y al contar con levaduras indígenas resultan más sutiles. “Nuestra técnica se basa siempre en la extracción al máximo porque todas las propiedades de la uva están en la pepita y el hollejo. Trabajamos siempre con pepita muy madura”.
De momento comercializan dos marcas, Latitud 40 tanto joven como crianza cuya producción total no supera las 10.200 botellas y Septenio, “un vino muy especial que salió en diciembre al mercado” del que solo hay 1.600 botellas. Los precios oscilan entre los 25 y los 7 euros.
También cuentan con mosto de uva. Un zumo que elaboran “con todo el potencial aromático de la graciano floral y un nervio refrescante” y el único de la zona certificado por la asociación DEMETER en defensa de la agricultura biodinámica.
¿Dónde comprar el vino? Carmen López explica que la comercialización aún va despacio pero además de las compras en bodega se puede recurrir a internet y a algunas tiendas especializadas tanto en Madrid como en Toledo. Además, restaurantes de Toledo y provincia ya lo han incluido en su carta.
Vino biodinámico o el origen de la agricultura ecológica. “No hay recetas, no hay reglas” para su elaboración. Así define Carmen López los vinos de la bodega ‘Uva de Vida’ en Santa Olalla (Toledo), una zona de tradición vitivinícola a pequeña escala en la que hoy apenas quedan viñedos. Le gusta decir que en su pequeña bodega familiar, en la que trabaja con su marido Luis, el vino se hace solo. “Lo hace la viña, nosotros solo colaboramos”.
En su casa, producir vino significa revitalizar la tierra. Es la ‘máxima’ de la agricultura ecológica. “Consideramos a la tierra como un ser vivo y se tiene en cuenta la influencia tanto del cosmos como del interior de la propia tierra. La planta crece entre estas dos fuerzas”. Por eso en esta pequeña bodega trabajan siguiendo el calendario lunar y siempre tienen en cuenta los “ritmos” de la tierra. También “ayudan” a la viña con los preparados de María Thun, investigadora alemana de la biodinámica, e infusiones de plantas medicinales. “No le aplicamos ni cobre ni azufre y la viña crece libre sin deshojar ni despuntar. Son vinos sanos”.