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Opinión - Volver a empezar. Por Rosa María Artal

La extinción de los hijos o por qué tres de cada diez españoles ya crecen sin hermanos

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El declive de la natalidad en España es un hecho. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que, el 1 de enero de 2024, España tenía 48,5 millones de habitantes. En 2050 se prevé llegar a los 53 millones, pero la reducción en la tasa de nacimientos se confirma. En toda Europa y en el mundo.

La tasa de 2,1 hijos por mujer, el promedio mínimo que garantiza la estabilidad poblacional, no se cumple en nuestro país desde 1980. Por poner un ejemplo, en comunidades autónomas como Cantabria ya hay dos veces y media más perros que niños.

Ignacio García de Leániz Caprile (Madrid, 1961) es profesor de Gestión Internacional de Recursos Humanos en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Alcalá (UAH) y cuenta con varias publicaciones relacionadas, entre otras cuestiones, con la Antropología.

En su último libro La extinción de los hijos. El retorno del flautista de Hamelín aborda el impacto de la crisis demográfica en todo el planeta. “Tres de cada diez españoles ya crecen sin hermanos. Hay ocho millones de hijos únicos”, apunta, porque cada vez más personas renuncian de forma voluntaria a ser padre o madre. Cree que eso está alterando de forma inexorable la estructura misma de la vida humana, con pocos hijos, pero también con vez menos hermanos o abuelos. “No tener hijos es ya algo cultural”.

Su teoría apunta a que hay un nuevo flautista de Hamelin que vacía las calles de forma silenciosa. La extinción humana es un concepto que ve factible a medio plazo. “Puede parecer apocalíptico, pero ya es posible pensar en que el fin de la Humanidad no llegue por una catástrofe mundial, sino por algo puramente endógeno”.

En 200 años eso es posible, asegura, porque están cayendo las tasas de reemplazo de población, el número de bebés que nacen. Ocurre no solo en Occidente. “Sucede en cualquier lugar salvo en África, aunque en Kenia ya están en un 2,2 de tasa de reemplazo en algunas zonas. En China ya es necesario un tercer hijo para hablar de crecimiento. El experimento sociológico del hijo único ha sido un fracaso”, asevera. 

El profesor lo ve como un fenómeno trasversal independientemente de ideologías, sexo o condiciones económicas de cada persona. “La tesis que manejo es que es la consecuencia del nihilismo. Frente al nuevo ser humano que es el hijo, se apuesta por la nada y por la compulsión consumista. Elegimos tener mascotas y no hijos. Ellas no juzgan. A eso se suma la inexistencia de un relato cultural de los misterios de la vida”.

Viene ocurriendo, dice, desde finales de los años 70 del siglo XX. La media de hijos por familia en España entonces era de 2,8. “El hijo ha pasado a ser visto algo pernicioso para el medio ambiente porque aumenta la huella de carbono”. El profesor introduce el concepto de la “ecoansiedad”, es decir, “el hombre visto no como lobo para el hombre, sino para la naturaleza”.

¿Influye también la comodidad o la falta de posibilidades económicas para tener hijos?, preguntamos. “No hablo de comodidad en el libro, aunque es también una actitud nihilista. El concepto de sacrificio se considera inútil. Quienes tienen todavía hijos son las sociedades más religiosas”. Por otro lado, reconoce que influye la capacidad económica. “Sí, aunque cada vez más los Estados intentan que se pueda conciliar. Y luego también influye la vivienda”.

Además, cree que las políticas para incentivar económicamente la natalidad no funcionan. “Se lo digo de primera mano, el poder político está asustado. Se le ha ido de las manos”. García de Leániz habla de “suicidio demográfico” y critica que no se tomen “medidas políticas” de calado.

“No podemos hablar de conjura, pero sí de la suma de elementos que permiten la tormenta perfecta. No soy optimista en revertir la situación, y desde luego la gente no tiene hijos por dinero”.

“Ahora la gente se pregunta, ¿y quién me va a cuidar?”, comenta este profesor que deja sobre la mesa la cuestión de si la sociedad está o no dispuesta “a pagar el precio de no tener hijos”. Es algo que, recuerda, está llevando a una sociedad cada vez más envejecida.

Hoy hay muchos abuelos sin nietos y eso desde su punto de vista supone “quitar al ser humano la posibilidad de una experiencia mutua, del abuelo con el niño y viceversa. Más allá de la vida profesional, a los 70 u 80 años supone una ilusión”.

Ignacio García de Leániz también analiza cómo influye la baja natalidad en el ámbito empresarial y augura que habrá falta de mano de obra cualificada. Este experto en recursos humanos apela a la Filosofía. “Hace falta pensar y también hablar de lo que está ocurriendo. ¿Se está jibarizando la vida humana?”, se pregunta. 

El declive de la natalidad en España es un hecho. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que, el 1 de enero de 2024, España tenía 48,5 millones de habitantes. En 2050 se prevé llegar a los 53 millones, pero la reducción en la tasa de nacimientos se confirma. En toda Europa y en el mundo.

La tasa de 2,1 hijos por mujer, el promedio mínimo que garantiza la estabilidad poblacional, no se cumple en nuestro país desde 1980. Por poner un ejemplo, en comunidades autónomas como Cantabria ya hay dos veces y media más perros que niños.