Espacio de divulgación científica y tecnológica patrocinado por la Universidad de Alcalá (UAH), con el objetivo de acercar el conocimiento y la investigación a la ciudadanía y generar cultura de ciencia
María Isidra de Guzmán, la primera doctora universitaria de España que rompió moldes en el siglo XVIII

Fue la primera mujer en convertirse en doctora universitaria de la península ibérica. Hoy una sala del Rectorado de la Universidad de Alcalá (UAH) lleva su nombre. María Isidra de Guzmán (Madrid, 1767- Córdoba, 1803) vivió en la sociedad española del siglo XVIII, desafió las convenciones de la época y llegó a ser admitida en la Real Academia Española. Tenía 17 años.
¿Cómo fue posible? Para lograrlo tuvo los medios económicos y sociales a su alcance. “Su madre fue María Isidra de la Cerda Guzmán, que era duquesa de Nájera y condesa de Paredes de Nava. Entre el padre y madre reunían hasta 16 títulos”, explica Guillermo Alvar, profesor titular de Filología Románica de la Universidad alcalaína.
“En la sociedad de su época lo suyo tuvo que ser algo bastante sonado”, comenta el profesor, subrayando la trascendencia del hecho, cuando el 5 de junio de 1785, María Isidra, que ya era académica, obtuvo su grado de doctora. El acto que fue todo un espectáculo de “pompa y boato”. Ese día, relata Guillermo Alvar, “iba acompañada por el rector y el cancelario de la universidad en una carroza, precedida de un séquito de soldados a caballo y rodeada de timbales y clarines”.
La defensa de su doctorado fue aprobada por unanimidad ante una sala abarrotada, había casi 200 doctores y profesores, “con vítores y aclamaciones que silenciaron a los instrumentos musicales”.
Se doctoró en Filosofía y Letras Humanas y para conseguirlo tuvo que demostrar sus conocimientos de griego, latín, francés, italiano, español, retórica, mitología, geometría, geografía, filosofía, lógica, ontosofía (sabiduría del ser), teosofía, psicología, física, el mundo animal y vegetal, el sistema del orbe y la esfera armilar y ética.
Al margen de su interés personal por el conocimiento, María Isidra lo tuvo relativamente fácil y no solo por sus posibilidades económicas. Un factor crucial fue el firme apoyo de sus padres. A diferencia de muchas mujeres de su tiempo que debían luchar contra la oposición familiar para acceder a la educación, ella contó con un entorno que alentó su curiosidad intelectual.
Su padre incluso dirigió una carta al influyente conde de Floridablanca, José Moñino, ministro del rey Carlos III, solicitando permiso para que su hija pudiera doctorarse en la Universidad de Alcalá. La respuesta favorable llegó en tan solo cinco días, lo que sugiere que el caso de María Isidra ya era conocido por la monarquía, quizás con una decisión previamente tomada.
“Es posible que hubiese cierta condescendencia por parte de Carlos III, pero quizá también deseara estimular y modernizar la universidad”, apunta Alvar.
El apoyo de Jovellanos
No solo fue la primera doctora en nuestro país, sino que ingresó como académica honoraria en la Real Academia Española y contó con el apoyo de figuras tan relevantes como Gaspar Melchor de Jovellanos, ministro de la época y conocido escritor.
Paradójicamente el logro de María Isidra de Guzmán se produjo en un contexto en el que la Universidad de Alcalá que había fundado el cardenal Cisneros a finales del siglo XV atravesaba un periodo de “decadencia”, anclada en tradiciones escolásticas que chocaban con el empirismo imperante en la Europa ilustrada.
En este contexto, el interés de la corona por modernizar la universidad pudo haber influido en el caso de María Isidra, señala el profesor. “Hablamos de un siglo XVIII en el que surgieron las reales academias, instituciones científicas más modernas si se comparan con aquel tipo de universidad”, apunta el experto.
En el siglo XV se sentaron las bases del acceso de la mujer a la educación
Aunque la singularidad del caso de María Isidra es innegable, Alvar contextualiza su logro en el panorama europeo de la época, revelando un dato sorprendente: “Creo que solamente había habido casos de mujeres doctoras previas a ella en Italia, y solo dos. Ninguna en Francia, Alemania o Inglaterra y eso deja a los espacios mediterráneos en una posición, desde el punto de vista de la mujer, bastante avanzada”, afirma.
Pero el hito no surgió de la nada, aclara este experto en Filología, porque ya existía cierta tradición “de largo recorrido” en la península ibérica, en particular vinculada a la Universidad de Alcalá. “Ya desde el siglo XV encontramos referencias de mujeres escritoras como Teresa de Cartagena e Isabel de Villena, e incluso había voces masculinas que defendían la virtud y el intelecto femenino, como Diego de Valera”.
La figura del cardenal Cisneros fue fundamental en aquel contexto al crear los colegios de doncellas en Toledo y Alcalá, destinados a proporcionar una educación básica a las jóvenes nobles castellanas. “¿Por qué fue un avance? Pues porque fue un hecho insólito en Europa”, destaca el profesor sobre aquella visión pionera en la organización de la educación femenina.
Además, Cisneros impulsó una línea editorial dedicada a la “lectura destinada a mujeres” y eso en su opinión evidencia que había “un número amplio de mujeres lectoras”. Figuras como la propia Isabel la Católica, cuya maestra fue Beatriz Galindo, “una mujer muy cultivada”, también fomentaron la educación de las mujeres en la Corte.
“Todo eso sentó las bases no solo para que Isidra llegase a ser lo que fue, sino para que además lo fuera dentro de la Universidad de Alcalá”, concluye el profesor, algo que permite reflexionar sobre la existencia de una tradición educativa femenina previa en España, a menudo invisibilizada, y sobre cómo, a pesar de avances puntuales como el suyo, la plena igualdad en el acceso a la educación y a puestos de poder ha sido un proceso lento y complejo, como lo demuestra la historia posterior de España.
María Isidra se casó y tuvo dos hijos. Su trayectoria como doctora terminó ahí. Fue dama de la reina, alcanzando una posición relevante en la Corte, pero su vida se truncó prematuramente. Murió sin haber cumplido los 36 años, antes incluso que sus propios padres.
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