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Microplásticos en el compost que abona los campos, asignatura pendiente de la economía circular

10 de marzo de 2022 11:13 h

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Investigadores de la Universidad de Alcalá (UAH) han encontrado microplásticos en el compost producido de forma industrial y que se emplea como fertilizante en suelos agrícolas. Algo que ha puesto sobre la mesa la necesidad ahondar y perfeccionar lo que conocemos como economía circular.

El estudio se ha realizado en cinco plantas de compostaje con distintas características técnicas y volumen de población asociada, durante cinco meses y en colaboración con la Agencia de Residuos de Cataluña. La iniciativa surgió de “la necesidad de entender como está funcionando la separación orgánica de los residuos que generamos en nuestros hogares y si esos residuos llevan consigo plástico al campo tras ser sometidos a distintos procesos de compostaje además de conocer si las soluciones compostables funcionan”, explica Carlos Edo, doctorando en Hidrología y Gestión de los Recursos Hídricos de la Universidad de Alcalá.

Forma parte del grupo de Investigación 'Ingeniería Química y Ambiental', liderado por el catedrático de Ingeniería Química, Roberto Rosal, en colaboración con el grupo de la catedrática de Biología, Francisca Fernández-Piñas de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).

En la actualidad, las plantas de compostaje utilizan distintas tecnologías y sistemas de recogida para eliminar elementos no deseados entre los restos orgánicos, tales como metales, plásticos o cristales. Hay que recordar que España deberá implantar antes de enero de 2024, a través de las comunidades autónomas y entidades locales, la recogida separada de biorresiduos o reciclaje en origen .

El sector es el primer interesado en saber “si los plásticos son resistentes al proceso de compostaje”, explica Carlos Edo. Y de hecho lo son a la luz de esta investigación. El sistema de reciclaje no es suficiente ni perfecto. Y en algunos lugares lo ha sido menos durante los peores meses de la pandemia al simplificarse el proceso para evitar más contagios.

“Hemos encontrado restos de plásticos en las cinco plantas evaluadas”. Tras separar más de 10.000 partículas se identificaron casi 1.400 plásticos, sobre todo fibras y filamentos (47%), fragmentos irregulares (31%) y films (22%). El formato en el que los científicos los encontraron fue en todos los casos menor de 20 milímetros y un tercio de ellos eran microplásticos (menos de 5 milímetros).

Se encontraron sobre todo los polímeros de mayor uso: polietileno (común en bolsas de basura),  poliestireno y polipropileno (común en los envases), cloruro de polivinilo (presente en el film con el que envolvemos alimentos) así como fibras de poliéster y acrílicas.

Para hacernos una idea, y aunque es más habitual oír hablar de la contaminación de los océanos por plásticos “se estima que en el suelo puede haber hasta 23 veces más cantidad y su tamaño suele ser más pequeño”, explica Carlos Edo.

Los microplásticos llegan a los cultivos y ya no desaparecen del campo. “No es fácil que se degraden y se van acumulando”, recuerda el investigador.

¿Puede perjudicar a nuestra salud?, preguntamos. “Su degradación tiene ciertos problemas. Entra en contacto con el agua, con las bacterias, se producen reacciones que van a ir liberando los compuestos químicos en el suelo. Todos hemos oído decir que no hay que calentar los tuppers de plástico”.

Esa degradación puede terminar afectado a las poblaciones de microorganismos del suelo, a la propia granulación de la tierra y además, añade del investigador, “empezamos a saber ahora que podemos llegar a respirar los plásticos más pequeños que potencialmente atraviesan nuestros alveolos, entre otras cosas. En la próxima década oiremos hablar ya no de microplásticos, sino de nanoplásticos”.

¿Cuáles son las soluciones?

No se trata de demonizar el plástico, aclara, sino de “mejorar su gestión”. El investigador cree que “lo más importante ahora mismo es lograr que la población sepa cómo puede separar sus residuos orgánicos correctamente y qué va a obtener a cambio: una agricultura más limpia de plástico, que al final es lo que comemos”.

Es importante, dice, fomentar la participación ciudadana. En este sentido, el estudio aboga por minimizar el uso de ciertos materiales plásticos, en particular los de un solo uso y potenciar la reutilización.

Otra de las soluciones tiene que ver con el rediseño de los productos que llegan a los hogares: el usuario debe tener claro cómo separar la parte compostable de la no compostable. “Eso sería más fácil con un etiquetado adecuado”, señalan los investigadores, e incluso si se apuesta exclusivamente por materiales compostables para determinados usos.

Además, el proceso de recogida de residuos debe tender cada vez más a sistemas individualizados porque en el estudio quedó patente que entre los residuos orgánicos era habitual encontrar mascarillas o cápsulas de café.

Referencias y publicaciones de la investigación

Microplastics identification and quantification in the composted Organic Fraction of Municipal Solid Waste - ScienceDirect.com

Investigadores de la Universidad de Alcalá (UAH) han encontrado microplásticos en el compost producido de forma industrial y que se emplea como fertilizante en suelos agrícolas. Algo que ha puesto sobre la mesa la necesidad ahondar y perfeccionar lo que conocemos como economía circular.

El estudio se ha realizado en cinco plantas de compostaje con distintas características técnicas y volumen de población asociada, durante cinco meses y en colaboración con la Agencia de Residuos de Cataluña. La iniciativa surgió de “la necesidad de entender como está funcionando la separación orgánica de los residuos que generamos en nuestros hogares y si esos residuos llevan consigo plástico al campo tras ser sometidos a distintos procesos de compostaje además de conocer si las soluciones compostables funcionan”, explica Carlos Edo, doctorando en Hidrología y Gestión de los Recursos Hídricos de la Universidad de Alcalá.