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Nueva campaña en la prehistórica cueva de los Casares: “Hoy sabemos que la cronología que se atribuyó no era del todo verdad”

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Hace ya una década que los especialistas estudian de forma integral la cueva de los Casares, una de las cavidades de Europa más frecuentada -y expoliada- por la acción del hombre, pero también una de las más interesantes desde el punto de vista histórico. Y es que alberga uno de los registros arqueológicos más completos de la Prehistoria del interior de la península ibérica, que incluye un espectacular conjunto de grabados y pinturas rupestres datadas en el Paleolítico Superior.

Desde el año 2014, José Javier Alcolea-González y Manuel Alcaraz-Castaño codirigen un proyecto que va más allá de los aspectos gráficos de la cavidad porque también quiere conocer las dinámicas del poblamiento humano en el interior peninsular durante el Pleistoceno Superior.

La última campaña se desarrolla en este mes de octubre. Quizá sea de las últimas. Desde 2019 se han centrado en el estudio de las pinturas y grabados rupestres, así como su contexto arqueológico.

José Javier Alcolea-González, profesor de la Universidad de Alcalá (UAH) y especialista en Prehistoria explica que esta vez se trabaja en el fondo de la cueva, en el llamado seno C. “Estamos con la topografía integral de la cueva y documentando el final de la galería. Las partes anteriores ya están documentadas”.

La cueva de los Casares contiene grabados y pinturas prehistóricas así como restos materiales arqueológicos, paleontológicos y paleoantropológicos. Está en Riba de Saelices, un pequeño pueblo de Guadalajara en pleno corazón del parque natural del Alto Tajo.

En los años 30 del siglo XX, los trabajos pioneros del arqueólogo Juan Cabré permitieron obtener los primeros datos, pero en general, a pesar de algunas investigaciones desde hace casi un siglo, el lugar no había sido bien documentado. Hasta ahora. 

“Se trabajó con medios precarios en una cueva muy difícil, con mucha alteración antrópica porque allí entraba todo el mundo. Nosotros creímos que hacía falta una actualización, sobre todo con las ventajas de la nueva tecnología”, dice Alcolea-González.

Ahora ya se sabe “muy bien” que fue una caverna muy frecuentada durante la Prehistoria. “Tenemos muy claro que fue lugar de atracción para grupos humanos desde hace 50.000 o 60.000 años, desde el hábitat Musteriense que hemos podido datar, hasta la actualidad”, destaca el científico.

Pero no solo eso. También se sabe que “tiene un conjunto de arte rupestre mucho más importante de lo que se pensaba y que la cueva debió tener decoraciones prácticamente por todas partes. Esas decoraciones desaparecen a unos 160 metros de la entrada, pero seguramente por motivos geológicos derivados de un aumento de la humedad que desemboco en la aparición de neoformaciones de calcita sobre las paredes que imposibilitan la lectura de los posibles motivos artísticos”.

O que la cronología inicialmente atribuida a grabados y pinturas “no era del todo verdad” porque las últimas investigaciones apuntan a un periodo que ocuparía casi todo el Paleolítico Superior, hace entre 35.000 y 13.000 años cuando los humanos eran fundamentalmente cazadores y recolectores. 

Sabemos que tiene un conjunto de pintura rupestre mucho más importante de lo que se pensaba y que la cueva debió tener decoraciones prácticamente por todas partes, que desaparecen a unos 160 metros de la entrada

Alcolea dice ser consciente del “difícil contexto arqueológico” de una cavidad de la que no quedan restos de habitación continuada del periodo en el que se hicieron las pinturas y grabados. “No sabemos por qué, quizá se debe a que han desaparecido de la entrada por la actividad humana posterior. Allí es donde normalmente los encontraríamos”, pero reconoce que no puede afirmarse con certeza.

No solo se trata de la cronología del lugar, el proyecto se orienta a caracterizar plenamente todos los aspectos de la cueva: la localización de los elementos gráficos mediante una actualización topográfica del espacio cavernario y su modelización 3D junto al análisis de los elementos arqueológicos, incluyendo su conexión con las pinturas rupestres. Después, la idea es saber quién vivió allí y en qué condiciones.

“Sabemos que estuvieron allí y lo que intentamos confirmar es cuándo y cuál fue su relación con la dinámica humana del centro de la península ibérica”.

En definitiva, se trata de conseguir “la valoración crono-cultural más precisa posible del propio conjunto gráfico de la cueva”, tal y como ha explicado en otras ocasiones el equipo de investigadores.

El arte rupestre en la cuenca alta del Tajo

Las huellas del llamado arte rupestre en la actual provincia de Guadalajara son abundantes. Lo son en particular en el espacio geomorfológico de la cuenca alta del río Tajo.

La cueva de los Casares es “el documento paleolítico en cueva más importante de todo el centro de la península ibérica”, según apunta el investigador, y representa el “paradigma” del arte de la época en este territorio, pero no es el único.

En la cuenca de los ríos Linares y Jarama los investigadores han documentado otros cinco yacimientos de arte paleolítico como la cueva de la Hoz, en Santa María del Espino y las cuevas del Reno y del Cojo, en Valdesotos.

No se puede conservar o proteger lo que no se conoce, antes hay que estudiarlo

“La provincia de Guadalajara es la más importante en arte paleolítico, aunque Toledo y Albacete tengan algunos pequeños conjuntos”, explica, a lo que se sumarían las expresiones de arte esquemático la Sierra Norte de Guadalajara vinculado a periodos como el Calcolítico o el Neolítico, hace entre 6.000 y 2.000 años antes de nuestra era, o el que encontramos en la comarca de Molina de Aragón, muy similar. Entonces los pobladores del territorio formaban parte de sociedades “en tránsito” hacia una actividad más productora que cazadora o recolectora. 

También hay expresiones de arte levantino, a caballo en cronología entre el arte paleolítico y el esquemático, por ejemplo, en el Parque Natural del Barranco del Río Dulce, en la localidad de Pelegrina.

“Eso nos habla de la gran continuidad poblacional y cultural en la cuenca alta del Tajo que se expresa a través del arte”. Hay que seguir estudiándolo, dice el arqueólogo, “no solo por su importancia científica sino patrimonial y turística. España es, junto con Francia, uno de los países más ricos de toda Europa Occidental en este peculiar patrimonio”.

Después, deja un mensaje: “No se puede conservar o proteger lo que no se conoce, antes hay que estudiarlo”.

Hace ya una década que los especialistas estudian de forma integral la cueva de los Casares, una de las cavidades de Europa más frecuentada -y expoliada- por la acción del hombre, pero también una de las más interesantes desde el punto de vista histórico. Y es que alberga uno de los registros arqueológicos más completos de la Prehistoria del interior de la península ibérica, que incluye un espectacular conjunto de grabados y pinturas rupestres datadas en el Paleolítico Superior.

Desde el año 2014, José Javier Alcolea-González y Manuel Alcaraz-Castaño codirigen un proyecto que va más allá de los aspectos gráficos de la cavidad porque también quiere conocer las dinámicas del poblamiento humano en el interior peninsular durante el Pleistoceno Superior.