Espacio de divulgación científica y tecnológica patrocinado por la Universidad de Alcalá (UAH), con el objetivo de acercar el conocimiento y la investigación a la ciudadanía y generar cultura de ciencia
¿Podemos pensar en una biblioteca sin libros? Innovación cultural en tiempos de inteligencia artificial

En España existen 25.115 bibliotecas, según el mapa de la biblioteca del mundo, y más 4.600 son públicas, con datos de 2023, pero ni todas son iguales ni todas tendrán capacidad de supervivencia en tiempos de la inteligencia artificial.
Deben evolucionar, innovar y adaptarse. Es como la idea que deslizó en numerosas ocasiones el filósofo, semiólogo y escritor Umberto Eco. Concebía las bibliotecas como herramientas de supervivencia y no solo de almacenamiento. “Una biblioteca no es una acumulación de libros muertos: es un lugar dinámico, donde se establecen relaciones, donde el lector interactúa con el conocimiento”, escribió en su ensayo De bibliotheca.
El filósofo, tecnólogo y escritor estadounidense David Weinberger habla en su obra Too Big to Know (2011) sobre cómo el conocimiento se está redefiniendo en la era de las redes sociales.
¿Podemos pensar en una biblioteca sin libros? No se ha llegado a ese punto, pero lo cierto es que en la actualidad las más innovadoras ya han reducido el espacio de libros al 20% del total.
Acaba de celebrarse un Congreso Internacional de Innovación en Bibliotecas (LibrarIN) organizado por la Universidad de Alcalá (UAH) para hablar, precisamente, de la nueva generación de bibliotecas.
Forma parte del proyecto con el mismo nombre, financiado por el Programa Horizonte Europa con tres millones de euros, y busca ofrecer nuevas vías para la gestión participativa y la financiación sostenible de las bibliotecas europeas.
Los especialistas ya estudian cómo las bibliotecas pueden desarrollar nuevas funciones, servicios y la interacción con las personas, organizaciones y comunidades a las que sirven.
“Se trabaja en el desarrollo de la innovación aplicada a las bibliotecas en toda Europa. Hay un gran potencial, pero es más incipiente de lo que pueda parecer. En Europa hay más de 60.000 bibliotecas públicas y las rompedoras no son más de treinta”, explica Luis Rubalcaba, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Alcalá (UAH) y coordinador científico del proyecto LibrarIN, que lleva en marcha ya tres años.
Da continuidad a un proyecto anterior desarrollado entre 2017 y 2021 que estudió la innovación y cocreación de valor en las Administraciones Públicas. Ahora se centra en las bibliotecas. Hasta el próximo mes de octubre estudian cómo dotar de servicios públicos innovadores, con la participación de los usuarios.
Rubalcaba pone como ejemplo dos bibliotecas innovadoras europeas: la de Oodi, la biblioteca municipal de Helsinki, en Finlandia, y la de Aarhus, en Dinamarca. “Para empezar están en edificios espectaculares con una arquitectura brutal y además están llenas de espacios, no tanto dedicados a los libros, sino a otras cosas”.
Sin embargo, gran parte de Europa permanece ajena a este modelo. También lo está España. “Se sigue apostando por el modelo clásico”, reconoce el catedrático, aunque ya hay ejemplos de cambio.

De forma reciente, el Centro de Recursos para la Aprendizaje y la Investigación (CRAI) de la propia Universidad de Alcalá ha recibido un premio. “Funciona como laboratorio de ideas, una biblioteca que busca integrarse y abrirse al ciudadano y a su entorno”. Pero todavía está muy lejos de los modelos más avanzados del norte de Europa.
Más allá del papel: de la digitalización a la colaboración ciudadana
La imagen de las bibliotecas está cambiando. Ya no se perciben como meros lugares de tranquilidad para consultar o leer libros. “Siguen existiendo, pero junto a otros espacios para reunirse y hablar. La transición ya se aprecia en muchas de ellas”.
Además, no es solo cuestión de papel. La digitalización de libros tiene ya más de dos décadas de vida y hoy en día muchas personas ya leen en soportes electrónicos. “La Universidad de Harvard tiene la segunda biblioteca más grande del mundo, con 900 trabajadores. Más de un tercio se dedican solo a la digitalización”.
Más allá de eso ya ese piensa en los siguientes pasos: cómo preservar lo digitalizado, cómo almacenar en la nube, cómo gestionarlo y sobre todo se trabaja en cómo dar servicios nuevos al usuario. “Los más jóvenes buscan otras cosas más allá de un manuscrito del siglo XIII. Quizá pidan un resumen y hasta un laboratorio ciudadano sobre lo más destacado de Vargas Llosa, generado con inteligencia artificial, incluso más allá de sus novelas”.
Hoy en día se habla de bibliotecas colaborativas. “En Estados Unidos muchas de las públicas o universitarias son centros de emprendimiento empresarial o social. La gente va a dialogar con otros para desarrollar ideas”.
De momento, desde el proyecto LibrarIN están realizando una encuesta entre más de 2.000 bibliotecas de toda Europa para disponer de una radiografía de situación. Habrá resultados sobre los que trabajar, pero la innovación cultural en las bibliotecas, reconoce el catedrático, dependerá de los gestores de política cultural en todo el mundo y en particular en Bruselas. “El salto debe darse con garantías y ya estamos viendo que se están cerrando algunas bibliotecas en Europa por falta de usuarios que pidan libros”.
Luis Rubalcaba considera “urgente” promover la innovación que ya aplican los países nórdicos. A eso hay que sumar la necesaria formación de los bibliotecarios. “Muchos están formados en biblioteconomía y en acceso a documentos o bases de datos. Eso hoy no basta”.
El profesor apuesta por dotar a estos profesionales de ‘habilitades blandas’ (soft skills en inglés), más allá de los conocimientos técnicos específicos, y que estén relacionadas con la capacidad de adaptación a entornos cambiantes. “Quizá tengan que ser capaces de organizar un laboratorio que dé soporte a un colectivo concreto de una ciudad, y no solo de organizar una biblioteca o prestar un libro”.
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