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Así era el ‘whatsapp’ entre los siglos XVI y XIX: los mensajes que llevaron a los tribunales a miles de personas

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En 1566, Juan de Mendoza, tejedor de profesión, enviaba una carta a su esposa Inés Hernández desde la localidad toledana de Madridejos. Allí se había refugiado de la Inquisición. Le buscaba por su presunta condición de bígamo. La misiva terminó sirviendo como prueba de su delito y fue condenado.

Se trata de un documento que forma parte de ‘Huellas de tinta y papel. Cartas corrientes para una historia diferente’ (Lisboa: Arranha Céus, 2018). Es un libro que recopila cartas y mensajes de quienes se vieron envueltos en procesos judiciales entre los siglos XVI y XIX. Lo que estas personas escribieron sirvió para que los tribunales pudieran condenarles en la mayoría de los casos.

El libro lo publican Laura Martínez y Guadalupe Adámez, contratadas postdoctorales de la Universidad de Alcalá (UAH) dentro del grupo de investigación de Alto Rendimiento ‘Lectura, Escritura y Alfabetización (LEA), junto a Elisa García, facultativa de Archivos en el Ministerio de Cultura. 

La publicación es solo una parte del proyecto europeo ‘Post Scriptum. A Digital Archive of Ordinary Writings’ (Early Modern Portugal and Spain), dirigido desde la Universidad de Lisboa en el que se han llegado a recopilar cerca de 3.000 cartas que fueron escritas a lo largo de cuatro siglos.

En total han sido cinco años de un proyecto en que han participado una docena de personas tanto historiadores como lingüistas, además de distintos colaboradores. El fruto, por un lado, es un libro divulgativo para el público en general y por otro, un amplio archivo dirigido a los investigadores y docentes.

Una iniciativa “enriquecida” para lingüistas

El germen de la iniciativa está en la profesora de la Universidad de Lisboa, Rita Marquilhas, que ya venía trabajando con este tipo de cartas. “No es tan fácil encontrarlas, sobre todo si son privadas. Es algo que siempre se plantean los estudiosos de la Edad Moderna”, explica Laura Martínez.

El proyecto está, además, “enriquecido para los lingüistas (aporta transcripciones modernizadas y anotaciones lingüísticas) y permite a cualquier investigador interesado en los escritos de la Edad Moderna acceder a una cantidad de documentos realmente difíciles de conseguir”, comenta. 

¿Dónde se han localizado estas cartas privadas? Hay más de 3.000 aunque el libro tan solo recoja 106. “Los investigadores habían detectado material relacionado con los procesos judiciales tanto civiles como religiosos en los tribunales de la Inquisición, las cancillerías, los archivos municipales…Son procesos que se abrieron por razones como la bigamia, la herejía, el contrabando, por deudas…”, explica Martínez.

“En todos estos procesos hay un elemento común que son estas cartas”, añade Guadalupe Adámez, porque se usaban como prueba. La temática en ellas es inmensa. “Hay muchos casos en los que la sospecha sobre supuestas familias judaizantes llevaba a registrar sus enseres que incluían la correspondencia que terminaba por delatarles”.

Las cartas están fechadas entre 1500 y 1834, tanto en España como en Portugal. El proyecto abarca hasta que se produce el cambio del Antiguo Régimen a la Edad Contemporánea en ambos países, algo más tarde que en otros lugares del mundo.

Reflejan la evolución de la vida, la lengua o la forma de comunicarse

El análisis de estos documentos permite bucear en la evolución de la vida cotidiana, la caligrafía o incluso en las formas de comunicación a lo largo de cuatro siglos.

“A eso hay que sumar la evolución de la propia lengua”, añade Guadalupe Adámez, a quien lo que más ha sorprendido “son las cosas que no cambian: el amor, los celos, las disputas por herencias…”, a pesar del dilatado periodo de tiempo.

“Muchas veces al mirar al pasado lo hacemos con prejuicios, pensamos que eran sociedades más pacatas. No podemos hablar de que hubiera mujeres libres como hoy conocemos, pero es verdad que las cartas muestran libertad sexual. Incluso encontramos relaciones poliamorosas en pleno siglo XVII”, señala Laura Martínez.

Entre la documentación no solo hay cartas sino otro tipo de documentos conocidos como ‘billetes’. “Por ejemplo las notas que se pasaban a través de las rejas de la prisión o la que entregaba una Celestina a la amada”.

“Son como el Whatsapp de la época. Sobre todo, cuando hablamos de los ‘billetes’ que serían el equivalente a las notas que nos pasábamos en el colegio mientras explica la profesora”.

Eso ha permitido también analizar la evolución de los soportes de comunicación escrita según la época. “No solo hemos encontrado cartas en las típicas hojas de papel”, apunta Guadalupe Adámez.

“En Cuenca encontramos una que había sido escrita en el papel de estraza para envolver el pescado. Es una carta secreta del siglo XVII escrita en portugués y relacionada con un proceso de personas judías, que aún conserva manchas de los alimentos”.

Después, el estudio revela otra conclusión. “El deseo de comunicar estaba por encima de lo que suponía una prisión. No saber escribir tampoco era obstáculo”, señala Martínez.

La correspondencia femenina

Ellas escribían menos y casi siempre peor. Era el fiel reflejo de su papel en la sociedad. Por eso muchas veces necesitaban que alguien les leyese o les escribiese la correspondencia. El material encontrado, señala Guadalupe Adámez, “refleja los prejuicios hacia la mujer: se las consideraba hechiceras. En cambio, encontramos pocas cartas de ellas relacionadas con delitos de actos administrativos o políticos”.

Los epistolarios femeninos también reflejan en papel de la mujer en el  ámbito religioso. “Muchas de las mujeres de las que ha quedado huella proceden del ámbito conventual. No todas sabían escribir, pero eran animadas a hacerlo, aunque fuera para trazar cuatro letras. Era también una forma de vigilarlas a través de las cartas e incluso detectar religiosas ‘iluminadas’ a las que la Iglesia persiguió”, añaden las investigadoras.

Una caja-libro con ilustraciones y una web para todos los públicos

El libro tiene formato de caja-libro y el proceso de selección de las 106 cartas que integran el libro fue “difícil”, reconocen. Se buscó una representatividad por cronológica, geográfica, social (con reflejo de distintas profesiones), de archivos y de delitos. “Queríamos evitar centrarlo en la Inquisición que suelen ser muy llamativas. Solo las que hay en el Diocesano de Cuenca darían para un libro”, comenta Adámez.

Hay cartas de todas las provincias de Castilla-La Mancha a las que acompañan las ilustraciones del portugués Nuno Saraiva.

Todas ellas, hasta superar las 3.000, están recogidas en una página web a la que se puede acceder a través de este enlace. Incluyen contexto histórico y se dispone de filtros de consulta para ciudadanos en general, para profesores o maestros como herramienta docente y para los investigadores. “Creemos que incluso puede servir para los historiadores del Derecho”, concluye Guadalupe Adámez.

En 1566, Juan de Mendoza, tejedor de profesión, enviaba una carta a su esposa Inés Hernández desde la localidad toledana de Madridejos. Allí se había refugiado de la Inquisición. Le buscaba por su presunta condición de bígamo. La misiva terminó sirviendo como prueba de su delito y fue condenado.

Se trata de un documento que forma parte de ‘Huellas de tinta y papel. Cartas corrientes para una historia diferente’ (Lisboa: Arranha Céus, 2018). Es un libro que recopila cartas y mensajes de quienes se vieron envueltos en procesos judiciales entre los siglos XVI y XIX. Lo que estas personas escribieron sirvió para que los tribunales pudieran condenarles en la mayoría de los casos.