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Stephen Hawking defiende el suicidio asistido

La Universidad de Cambridge aprobó el pasado febrero aceptar una donación para crear en su campus una cátedra de Cosmología denominada “Cátedra Stephen Hawking”, en honor del físico y matemático británico. Hawking es con frecuencia noticia por su vida y sus aportaciones científicas. Ahora lo es por esta donación del filántropo estadounidense Dennis Avery, amigo personal suyo, de 4,39 millones de euros para fundar y sostener una cátedra de cosmología que se abría oficialmente el 1 de marzo.

Para mí la figura de Stephen Hawking es sorprendente. Siempre me ha maravillado el deseo de vivir y el entusiasmo en su trabajo de este astrofísico inválido pero con una cabeza privilegiada, que en su esfuerzo por vivir y por comunicarse tiene que hacerlo con un sensor de su ordenador y un sintetizador que genera una rara voz casi propia de un robot. Pero hay un algo que a mí como miembro de la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD) me ha maravillado mucho más. En mi opinión Hawking ha demostrado que cuando en la vida se tiene un proyecto y un sentido en el vivir, vale la pena continuar y disfrutar el día a día. El proyecto de vida que él mismo se ha diseñado y el entusiasmo en llevarlo a cabo ha sido el motor de su vida a pesar de sus notables incapacidades físicas. Y quizás por esta faceta humana que siempre le he reconocido me sorprendió que en una reciente entrevista en la BBC dijera que él apostaba por el suicidio asistido para enfermos terminales: “Las personas que padecen una enfermedad terminal y sufren mucho dolor deberían tener el derecho de acabar con sus vidas, y aquéllos que les ayuden no deberían ser perseguidos por la justicia”.

Fue una apuesta profundamente humana cuando resulta que en el Reino Unido el suicidio asistido y la eutanasia son dos figuras delictivas que están seriamente penadas. Hawking, sin embargo, ha sido tajante en su posicionamiento si pensamos que está viviendo con el cuerpo paralizado por la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), que es una enfermedad neurodegenerativa. El astrofísico añadía a lo largo de la conversación de la entrevista que en 1985 se vio afectado por una grave neumonía. Su vida dependía en aquel tiempo de un respirador artificial y los médicos sugirieron a su mujer si optaba por que se le retirase el respirador y dejarle morir. Ella no aceptó porque siempre había visto a su marido con ganas de vivir y que nunca le había oído decir algo que le diera pie para tomar esa decisión.

Hoy Hawking conscientemente apoya el suicidio asistido y, según sus palabras ante los micrófonos de la BBC, considera que es obligatorio respetar la libre voluntad del enfermo, pero para ayudarle en el suicidio hay que asegurarse que “la persona enferma genuinamente quiera acabar con su vida y no sea presionada u obligada a tomar esta decisión sin su consentimiento”.

Independientemente de las lecciones científicas que se expongan en la “cátedra Stephen Hawking”, sin duda esta lección acerca de la vida y la muerte del cosmólogo en una sencilla entrevista tiene un gran valor para entender el sentido del vivir y del morir de cualquier persona, más cuando quizás él siente ya la cercanía de su propio límite.

La Universidad de Cambridge aprobó el pasado febrero aceptar una donación para crear en su campus una cátedra de Cosmología denominada “Cátedra Stephen Hawking”, en honor del físico y matemático británico. Hawking es con frecuencia noticia por su vida y sus aportaciones científicas. Ahora lo es por esta donación del filántropo estadounidense Dennis Avery, amigo personal suyo, de 4,39 millones de euros para fundar y sostener una cátedra de cosmología que se abría oficialmente el 1 de marzo.

Para mí la figura de Stephen Hawking es sorprendente. Siempre me ha maravillado el deseo de vivir y el entusiasmo en su trabajo de este astrofísico inválido pero con una cabeza privilegiada, que en su esfuerzo por vivir y por comunicarse tiene que hacerlo con un sensor de su ordenador y un sintetizador que genera una rara voz casi propia de un robot. Pero hay un algo que a mí como miembro de la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD) me ha maravillado mucho más. En mi opinión Hawking ha demostrado que cuando en la vida se tiene un proyecto y un sentido en el vivir, vale la pena continuar y disfrutar el día a día. El proyecto de vida que él mismo se ha diseñado y el entusiasmo en llevarlo a cabo ha sido el motor de su vida a pesar de sus notables incapacidades físicas. Y quizás por esta faceta humana que siempre le he reconocido me sorprendió que en una reciente entrevista en la BBC dijera que él apostaba por el suicidio asistido para enfermos terminales: “Las personas que padecen una enfermedad terminal y sufren mucho dolor deberían tener el derecho de acabar con sus vidas, y aquéllos que les ayuden no deberían ser perseguidos por la justicia”.